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FLOR Y CANTO

Arturo Macías Pedroza

No es tan fácil para nosotros percibir el profundo significado del florecimiento y los cantos de aves en el cerro del Tepeyac, como lo fue para los pueblos que habitaban las tierras mesoamericanas, según el "Nican Mopohua" de Antonio Valeriano que narra el acontecimiento guadalupano acaecido en diciembre de 1531.

Todo el proyecto guadalupano es un proyecto de paraíso en un país que, necesitado de identidad, viene a encontrar en sus raíces no sólo reminiscencias, sino verdadera esperanza. La paz que anuncia el códice (imagen en la tilma), en el solsticio de invierno, es el nacimiento de una nueva época.

El 12 de diciembre se celebraba para los mesoamericanos el inicio del triunfo del día sobre la noche; cuando los días empezaban a ser más largos. La civilización mesoamericana tenía suficientes conocimientos astronómicos para calcular en forma exacta este acontecimiento anual, que es importante para las culturas antiguas porque marcaba el inicio del triunfo de la luz sobre las tinieblas. La cristiandad había tomado de los romanos esa fiesta del "sol invicto" el 25 de diciembre para celebrar en ella el nacimiento de Cristo, el Sol que nace de lo alto.

No coincidieron la fechas entre mesoamericanos y españoles a causa del error que, sólo algunos años después, se corrigiera en el calendario occidental eliminando 10 días para compensar el desfase (tres días cada 400 años, ya que la tierra dura 365 días, 5 horas y 48 minutos que se fueron acumulando entre el 325 y el 1582 en que entró el vigor el calendario gregoriano). Es pues evidente el impacto de este acontecimiento precisamente en esta fecha, aunado a todo el mensaje contenido en la tilma de San Juan Diego que supieron leer como un verdadero códice lleno de buenas noticias; un "evangelio" percibido en este "mensaje celestial", que sigue siendo vigente para enfrentar la nueva época con sus propios desafíos (Los obispos de México tienen ya un plan de evangelización para preparar la celebración de los 500 años del hecho guadalupano en el 2031).

El concepto de paz que se tiene desde esta mentalidad, está ligado a mucho más que la ausencia de conflictos bélicos: anuncia y proclama la grandiosa armonía entre el cielo y la tierra, entre la noche y el día, entre el europeo y el indígena, entre la historia pasada y la futura, entre la antigua y la nueva religión. La flor y el canto de ese cerro, se convierte en un anuncio, en una prospectiva cargada de esperanza.

En esta coyuntura histórica que se está viviendo en nuestro país, México puede encontrar en esta idiosincrasia su proyecto, incluso para influir en el concierto mundial, pues el problema social no es privativo de nuestras tierras.

No obstante que en cada nación, se ve reflejado en forma diversa la crisis de un sistema capitalista que no ha cumplido las expectativas, el cambio de sistema neoliberal por uno basado en una economía que se centre en el hombre y no en el dinero, es ya una demanda que crece día con día.

Sin embargo, son grandes las resistencias de quienes se benefician con este sistema, que no es sino el 1% de la población mundial, pero están controlando decisiones y recursos y provocando la violencia, la injusticia, la inequidad. La influencia de estos poderes internacionales y nacionales está presionando fuertemente al nuevo gobierno para evitar esta transformación del sistema económico neoliberal.

Pero existen signos de esperanza en las variadas formas de participación ciudadana que están surgiendo y multiplicándose por todo el país y en nuestra región lLagunera (algunas originadas precisamente desde la población indígena o con las tradiciones que definen nuestra identidad nacional). La solución está en que cada uno descubra la necesidad de actuar, al constatar una vez más que algo está mal, que no funciona en nuestra convivencia social y que es necesario exigir y adoptar medidas realmente eficientes para revertir dicha situación. No podemos quedarnos en la descripción de las principales actuaciones de los poderes fácticos; hay que actuar asumiendo nuestra responsabilidad social y vigilar que las instancias públicas asuman la suya atacando de raíz los graves males que nos aquejan.

El Papa Francisco en su encíclica "Laudato Si' sobre el cuidado de la casa común, llama a una verdadera y radical transformación del sistema económico mundial y el Tepeyac florecido demuestra que aún en lo más desolado se puede florecer. El cerro embellecido, que recordamos en estos días de peregrinaciones, nos muestra que podemos reunirnos para celebrar, para compartir, para cantar, pero también para exigir, participar, protegernos, transformar… La situación de violencia, pobreza e impunidad, está también llamando a acciones transformadoras con grupos, iniciativas y movimientos que llaman a la cohesión y al restablecimiento del tejido social. Se trata de crear entre todos las políticas públicas necesarias para la construir la paz en todos los niveles.

La Iglesia tendrá que tomar en cuenta la necesidad de participación, la crisis social y de seguridad, la llamada del Papa a la renovación eclesial y la participación de los laicos y de la mujer, redimensionando las estructuras eclesiales.

Se habla mucho de Tejido social. A semejanza de la imagen de la tilma de San Juan Diego, este tejido-ayate que es nuestra sociedad mexicana, está llamada a permanecer fuerte, no obstante el tiempo y las amenazas de ser rasgada. Llamada a ser proyecto de armonía para México, no obstante lo humilde de su origen (o precisamente por eso). La urdimbre fuertemente unida que forma esta tilma-códice que llamamos patria, en polícroma cultura, está pintada por el dedo de Dios para ser mensaje y proyecto divino de armonía para todo el mundo.

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