Columnas la Laguna

EL SEÑOR DIALOGA CON EL DEMONIO (EXTRACTOS EN PARODIA)

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

El Señor: '-Quihubo socio, ¿Qué te trae por aquí?'. Yo no tengo dinero ni bienes, pecados tampoco. Sólo tengo la Palabra.

Mefistófeles: Gracias a… chin, quiero decir, gracias a los recursos que me heredaron mis clientes, tengo suficientes para pagar por una eternidad el gas que requieren los peroles hirvientes y mantener cómodos a los hombres y mujeres que me han confiado sus almas, previo pago desde luego. Los tridentes están afilados y petrolizadas las teas.

El Señor: -Dime pues para que soy bueno.

Mefistófeles: -Deseo el alma del doctor Fausto para apartarlo de ti, traerlo a mi reino; sé que es uno de tus preferidos. Es un reto pues. Yo sé que puedo…

El Señor: -Que así sea, siempre que él esté de acuerdo. Pero te aviso; está cansado de las ciencias que ya no le generan satisfacción y desea profundizar en las entrañas del mundo; eso no quiere decir aún que ha renegado de mis influencias, el polvo y las estrellas que me rodean, ángeles y bienaventuranza en el camino. Nubes de oro y una vida luminosa lo esperan conmigo,

Mefistófeles brinca de gusto y a solas: -Grande es el placer que experimento al ver de cuando en cuando a mi antiguo padre: por eso me guardo muy bien de reñir con él. ¡Tan gran señor hablar tan bondadosamente con el diablo ¡Qué hermoso cuadro!

Fausto: -No Puedo dirigir a mi capricho a mis innumerables discípulos ni tengo nada que dar. Si me fuese dado saber lo que contiene el mundo y presenciar el misterio de la fecundad, acepto tu palabra y me declaro rebelde ¡Pobre demonio! ¿Qué es lo que tú puedes darme? Muéstrame un fruto que no se pudra antes de estar maduro.

M. -No vas a vivir entre la chusma, aunque no soy de los primeros, si quieres unirte a mí emprendamos juntos el camino de la vida, consiento gustoso en pertenecerte ahora mismo en ser tu amigo, tu esclavo y tu amante.

F. -Habla claro, no deja de ser peligroso el tener en casa a semejante servidor y con cuernos de pilón y ojos de fuego. Poco cuidado me da lo de allá abajo; empiezo por destruir este viejo mundo. Poco me importa que en la vida futura se ame o se odie. Sé más que todos; ningún escrúpulo o duda me atormentan. Los hombres, en todos los tiempos, han sido perseguidos y condenados a las llamas. Y yo que ya me creía Dios, viéndome en el espejo de la vida eterna, pero nunca abandona la esperanza al hombre. Dejad de temblar ante ese abismo, es hora de sondearle.

Fausto a Wagner (el sirviente): -¿Ves aquel perro negro? Es el diablo.

F. -No veo en él nada que me indique es un espíritu maligno.

El perro se mete a la casa y se esconde detrás de la estufa. Luego se aparece en traje de estudiante: -¿Qué alboroto te traes?, pregunta a Fausto.

F. - ¿Por qué se ha de secar tan pronto el río sin apagar nuestra sed? No me apongo al viaje

Fausto en diálogo con el diablo: No me opongo a compartir mi cuarto, tienes libertad de paso. ¡Cómo se hincha mi perro! Se levanta con fuerza y hasta ha perdido su primitiva forma. Parece un hipopótamo con ojos de fuego y horrible boca, aborto infernal. Me recuerda la película "El exorcista".

M.-¡Fírmale pues con una gota de tu sangre!

F.- ¿Cómo te atreves truhán hijo del caos, a dudar de la palabra de un caballero?

M.- Así me dijeron los del primer círculo de mi reino y todavía no cumplen ni lo harán nunca. Están desangrados.

F.- El espíritu creador me ha desechado. La naturaleza se cierra ante mí. Estoy hastiado de toda ciencia Haz, pues, hijo del infierno, que queden satisfechas mis ardientes pasiones.

M. -Lánzate al mundo conmigo. El hombre pusilánime no se atreve. Vamos a partir enseguida. (Lo lleva a una taberna)

M, -¿Ves cómo se pasan la vida? Con poca inteligencia y mucho buen humor, lo demás los tiene sin cuidado. Son como los gatos jóvenes que juegan con su cola…

(Mefistófeles, figura principal de "Fausto", obra del escritor alemán Johann Wolfgang Goethe, se lleva la tarde. Aparece como un caballero con capa, espada, un palo de escoba en la mano y una bandolina en la otra, luego se transforma en un perro de aguas que sale de detrás de la estufa de Fausto y enseguida se hincha y se eleva como un hipopótamo con ojos de lumbre, páginas adelante platica con un macho cabrío. Ángeles y demonios lo custodian y una hechicera flota junto con otros seres raros encima de una marmita hirviente. En una taberna convierte en barrica un mostrador de madera y perfora agujeros para que los parroquianos tomen el vino que más les gusta, igualito que el milagro de los panes.

(Entretenida resulta la primera parte, voy por la segunda…).

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