Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Rosibel, linda muchacha, le comentó a su amiga Susiflor: "El pantalón que traigo debe ser de lana virgen". Preguntó Susiflor: "¿Por qué supones eso?". Contestó Susiflor: "Porque sin quererlo yo las piernas se me cierran". Una joven señora se jactaba de su buena figura. "Ahora peso menos que el día que me casé". "Se explica -acotó una de las presentes-. Ahora no estás embarazada"... Doña Jodoncia y don Martiriano iban por el centro comercial cuando pasó junto a ellos una mujer de cintura juncal, generosa y bien acomodada dosis de caderas, ubérrimo tetamen y provocativo atuendo de escote pronunciado y minifalda. Por arriba se le veía hasta abajo y por abajo se le veía hasta arriba. Su actitud y sus movimientos estaban llenos de sensualidad. "¡Qué vergüenza! -prorrumpió doña Jodoncia con escándalo dirigiéndose a su esposo-. ¡Te juro que si yo me viera así no saldría nunca de la casa!". "Para serte sincero -replica tímidamente don Martiriano-, si tú te vieras así yo tampoco saldría nunca de la casa"... Dos norteamericanos, socios el uno del otro, viajaron a México. Querían poner un negocio de bungee, ese riesgoso juego que consiste en lanzarse desde una elevada estructura atado a una cuerda elástica. Buscaron un pequeño pueblo, y en la plaza empezaron a levantar la torre. Una multitud de curiosos se reunió a observar la extraña obra. Cuando la estructura estuvo terminada uno de los americanos se fue a la fonda a descansar, y el otro se quedó a cuidar las instalaciones. Había tanta gente, sin embargo, que decidió dar la primera demostración saltando él mismo. Una hora después llegó a la fonda. Su compañero se espantó al verlo: iba lleno de cardenales y chichones, sangraba profusamente por nariz y boca y traía dos o tres costillas rotas. "¿Qué te sucedió?" -le preguntó espantado. "Salté de la torre" -respondió con voz feble el infeliz. "¿Y la cuerda estaba demasiado larga? -inquirió el otro lleno de alarma-. ¿Te golpeaste contra el suelo?". "No -contestó el lacerado-. Pero dime: ¿qué demonios es una piñata?"... Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Su suegra le contó el sueño que la noche anterior había tenido: "Soñé que me moría, y vi el lugar preciso donde por mis merecimientos estaré en el otro mundo". "¿Y qué la despertó, suegrita? -le pregunta Capronio con fingida solicitud-. ¿El intensísimo calor que hacía ahí?". Una gallina le dijo a otra en el corral: "Cuídate de aquel gallo. Es muy muy fogoso y rudo al hacer el amor. Cada vez que me pisa me paso hasta quince días poniendo huevos revueltos". Un muchacho llegó al departamento de joyería de la tienda y le pidió a la encargada: "Quiero un regalo para una señorita". Preguntó la empleada: "¿Qué tipo de regalo busca usted?". Respondió el muchacho: "Uno que me ayude a convencerla de que ya es tiempo de que deje de ser señorita". El rudo sargento irrumpió violentamente en la barraca donde dormían los reclutas, encendió la luz y gritó a todo pulmón: "¡Son las 5 de la mañana! ¡Levántense, hijos de p.!". Todos saltaron de la cama, menos uno. Furioso el mílite se dirigió hacia él. Recargado tranquilamente en la cabecera de la cama le dijo el recluta: "Había muchos, ¿verdad, mi sargento?". Mesalina, mujer joven y guapa, fue a confesarse con el nuevo párroco. "Me acuso, padre -le dijo avergonzada-, de que estoy teniendo una relación carnal con el cura de la parroquia vecina". "¡Insensata! -clamó con iracundia el sacerdote-. "¡Eres una descarada, una infame, una desvergonzada! ¡Perteneces a mi parroquia, grandísima bribona! ¡Esa relación la deberías tener conmigo!". FIN.

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