Me habría gustado conocer a don Edelmiro Chaires
Era el abarrotero de su pueblo. Su padre lo destinaba a los trabajos del campo, pero él se hizo comerciante. Dijo que más ganancia -y con menor esfuerzo- deja un metro lineal de mostrador que 10 hectáreas cuadradas de tierras de temporal.
Don Edelmiro jamás estaba mano sobre mano. En nada se parecía a aquel colega suyo que se la pasaba sentado en un cómodo sillón. Cuando llegaba un cliente le decía:
-Espérate a que llegue por lo menos otro, pa' que me costee la levantada.
Don Edelmiro iba y venía de la tienda a la trastienda. Limpiaba los vasos y las tazas; hacía cucuruchos de papel de estraza o de periódico -alcatraces se llamaban en el pueblo-; lustraba una y otra vez con un trapo los vidrios del mostrador. Y es que en la escuela aprendió unos versitos que decían: "De la suerte nunca esperes / ni dinero ni ventura. / Trabaja, niño, si quieres / ser dueño de una fortuna".
Me habría gustado conocer a don Edelmiro Chaires. Creía en la buena suerte, pero sabía que siempre llega de la mano del trabajo.
¡Hasta mañana!...