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YA SE ME ROMPIÓ EL BANCO

Ya se me rompió el bancoYa se me rompió el banco

Hace algunos siglos, si lo que querías era guardar tu dinerito en un lugar realmente seguro, tu opción no era el banco, principalmente porque no existían. Donde podías guardar tu dinero para que estuviera seguro era en los templos. El tesoro público - o sea, el dinero de la gente, del pueblo - se guardaba en los templos y en ellos no había peligro de robos ni asaltos. Luego, los templos se dieron cuenta de que podían ampliar su "cartera de servicios" y empezaron, además de recibir y contar el dinero, a hacer préstamos e intercambiar tipos de moneda.

Ya me imagino las colas -bueno, las filas - que se hacían en los templos, mucho peor que las actuales en los bancos, porque eran movimientos de dinero que la gente necesitaba hacer todos los días. Como no había cajeros automáticos, ni chequeras, ni tarjetas de crédito, tales operaciones se realizaban en una mesa baja o banca.

La palabra banca proviene del latín bancus y de ahí proceden lógicamente las palabras banco y banquero, con el significado que le aplicamos hoy en día.

Transportémonos a la Edad Media, donde ya había una gran cantidad de mercaderes - los "empresarios" de esa época -, quienes compraban, vendían y producían los bienes que movían la economía de ese tiempo. Como es una posibilidad real de que cuando tienes dinero puedes perderlo, resulta que a algunos de estos mercaderes no les iba muy bien y perdían todo el dinero, así que ir a al templo a hacer operaciones, pues ¿ya para qué? Así que en la banca del tal desafortunado señor ya nadie se sentaba, porque se decía que se había roto - la banca, no el señor -. Decir que está su banca rota es que ya no puede usarla, y es así como se le llama actualmente a la quiebra financiera: la bancarrota.

Entonces, como que la cosa no ha cambiado mucho hasta nuestros días, ¿no cree? "Debo no niego, pago no tengo", con esa conocida frase saldrá tal vez alguno de los empresarios de hoy cuando se queda sin dinero. Sin embargo, sí ha cambiado un poco en el hecho de que ahora es más difícil que una empresa o un empresario se declare en bancarrota porque requiere de un proceso de investigación más a fondo y pasar diferentes "candados" para evitar fraudes.

Los asuntos monetarios son los que tienen que ver con la moneda, aunque en la vida real lo que menos usamos es la moneda - en su sentido literal -, porque ahora tenemos billetes, cheques, tarjetas de crédito y débito y una gran cantidad de instrumentos para intercambiar dinero de manera virtual a través de medios electrónicos.

Sin embargo, es interesante saber el origen de la moneda, al menos el de la palabra. Le platico: los romanos veneraban a la diosa Juno Moneta, que era la encargada de "echar aguas", es decir, que su función era estar "ojo de chícharo" para avisar cuando había un peligro que amenazaba a la población. Era la "veladora", la vigilante que siempre estaba "moneando", o como se dice hoy en día: "estaba monitoreando" lo que sucedía alrededor, aunque en su época no había monitores de cámaras de seguridad.

En el templo dedicado a Juno Moneta, los romanos acuñaban unas piezas metálicas que usaban para hacer tratos comerciales y a las que llamaban moneas. Yo te vendo estos animalitos por tantas moneas y el otro, no, pero hazme precio y te compro todo el rebaño. Usted sabe, el regateo natural al hacer operaciones de compra y venta.

A las moneas, los italianos con el tiempo las convirtieron en monetas que luego para los franceses fueron monnaie, luego para los ingleses fueron money y llegaron a nosotros siendo monedas.

Y como no se puede ser "monedita de oro", antes de que otra cosa suceda, me despido de usted.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios: [email protected]. Twitter: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA:

Gaby Longoria: ¿Existe la palabra "achichinque"?

LE RESPONDO:

En el Diccionario de Mexicanismos aparece la palabra achichinque como una forma despectiva de señalar al que acompaña a un personaje importante y ejecuta sus órdenes ciegamente.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA:

Dijo Pablo Neruda: La felicidad es interior, por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.

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