Como cada año, el Foro Económico Mundial publicó recientemente su Índice de Competitividad Global 2018. La novedad de esta edición (GCI 4.0) radica principalmente en que incluye nuevas variables asociadas al capital humano, agilidad, resiliencia e innovación, y se refiere a la competitividad con una visión holística, es decir, para aspirar a ser plenamente competitivo, son necesarias las 12 palancas que mide el índice. En ese sentido, contempla que la estabilidad macroeconómica no puede remediar una infraestructura deficiente, al igual que la adopción de las TIC no puede compensar la falta de un ecosistema propicio para la innovación.
Los países deben enfocar sus esfuerzos y recursos en estrategias dirigidas a mejorar en todas las vías, para ser plenamente competitivo no se puede dejar ninguna atrás.
Frente a las constantes olas de descontento por el orden social, político y económico global, uno de los aspectos que resalta el GCI 4.0 es que la globalización en la Cuarta Revolución Industrial va mucho más allá del libre mercado.
Sostiene que la apertura comercial sigue siendo un motor fundamental para la competitividad pues las economías más abiertas son más innovadoras y sus mercados más competitivos. Sin embargo, señala que el concepto de apertura debe incluir, además del libre comercio, la libertad de movimiento de personas y el intercambio de ideas. La colaboración entre países es particularmente crítica para un ecosistema favorable a la innovación. La competitividad entre países no es una ecuación de suma cero; mediante la cooperación, todos pueden aspirar a ser más competitivos y ganar.
En un mundo en el que los países se enfrentan constantemente a incertidumbres y riesgos de diversa índole como económicos, ambientales y de ciberseguridad, no sorprende que la edición 4,0 del Índice del WEF incluya por primera vez la variable resiliencia.
No cabe duda de que la necesidad de anticipar, entender, navegar y mitigar riesgos es indispensable para salir fortalecido ante shocks inesperados.
México obtuvo la posición 46 de 140 países, dos lugares abajo que el año anterior. Las variables más favorables fueron un entorno macroeconómico estable y un mercado interno dinámico.
Los rubros que obtuvieron el posicionamiento más bajo fueron el mercado laboral, principalmente por su rigidez, la dificultad para atraer y retener talento, y la debilidad institucional, que incluye las variables de seguridad, derechos de propiedad, capital social, controles y balances, transparencia y ética, desempeño del sector público y gobierno corporativo (es decir, legalidad), los cuales, como bien sabemos, continúan representando un verdadero lastre para la competitividad del país.
El índice nos deja dos lecciones de cara al nuevo gobierno. En primer lugar, claramente México debe aspirar a una mejor posición en este ranking global.
En segundo, la próxima administración debiera adoptar esta visión holística y articulada de la competitividad, pues sólo avanzaremos en la medida en la que los programas y políticas públicas alineen todos estos componentes para mejorar y ser sustentables en el tiempo.
No se puede aspirar a un desarrollo económico y social más inclusivo y de mayor bienestar, sin tener instituciones sólidas, y tampoco podremos tener un dinamismo empresarial adecuado si no tenemos gobiernos ágiles que respondan a las transformaciones y disrupciones características de la era en la que estamos viviendo.
Pareciera un equilibrio difícil de lograr pues se requiere un enfoque integral de largo plazo que combine todas las palancas de desarrollo, con una gobernanza eficaz que permita actuar con dinamismo y prontitud para adaptarse y aprovechar las oportunidades de los intensos cambios en la Cuarta Revolución Industrial.
El reto de México, por tanto, está en instrumentar soluciones alineadas a una visión de país más próspero y justo, que retomen aquello que ha probado movernos en la dirección correcta, e integren acciones innovadoras para vencer los obstáculos e inercias que por décadas han ensombrecido un crecimiento más dinámico y equitativo.
Presidente y director general de Laureate México y de UVM.
