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El infravalorado trabajo del hogar

Una ocupación con nula protección

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REDACCIÓN SIGLO NUEVO

En conclusión, cerca de ocho de cada diez trabajadores domésticos son mujeres. La OIT señala otro aspecto de esta labor que denota vulnerabilidad: provee ingresos que representan alrededor del 40 por ciento de los salarios promedios.

Es una de las ocupaciones con menor cobertura de los sistemas de seguridad social a nivel mundial y sus indicadores en cuanto a salarios, jornadas de trabajo y condiciones laborales son de los menos positivos.

Tal es la descripción inicial que se hace del empleo doméstico en el estudio El trabajo del hogar remunerado en México, que tiene por subtítulo Situación actual y propuesta para su formalización laboral, publicado en agosto pasado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.

Al presentar su investigación, el autor, Francisco Rodríguez Padrón, comenta que la meta es “lograr trabajos decentes para todos”.

El empleo en cuestión consiste en prestar servicios de aseo, asistencia y demás propios o inherentes al hogar de una persona o familia.

El concepto de trabajo decente, introducido en 1999 por Juan Somavía, entonces director general de la Organización Internacional del Trabajo, hace referencia a un trabajo productivo en el que se protegen los derechos del asalariado, lo cual engendra ingresos adecuados con una protección social apropiada. También significa que haya trabajo suficiente porque “todos deberían tener pleno acceso a las oportunidades de obtención de ingresos”.

La decencia de un empleo se mide a partir de elementos como las remuneraciones, la duración de la jornada laboral y el acceso a la seguridad social.

En 2013, la OIT estimó que había 67 millones de personas trabajadoras del hogar y de esa cantidad, 17.9 millones se ubicaban en América Latina y el Caribe. A nivel global se registró “un incremento de casi 28 por ciento de la población ocupada” en ese ámbito. En la región al sur del río Bravo, sin embargo, se consignó una disminución ya que en 2010 hubo 19.59 millones de individuos que se dedicaron a esa actividad.

BRECHAS

Para Rodríguez Padrón, el empleo doméstico en el planeta ha crecido por factores como el crecimiento de la población, el desarrollo económico, el incremento de la desigualdad y la urbanización.

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Foto: Depositphotos

También advierte que, en todas las regiones, las tasas de participación de mujeres ocupadas en el trabajo del hogar son sensiblemente mayores a las de los varones. Destaca los casos de América Latina y el Caribe y de Medio Oriente. En el primero, en 2013, la tasa de participación con respecto a la Población Económicamente Activa fue de 12.5 por ciento para las mujeres contra el 1.3 por ciento de los hombres. En Medio Oriente, las trabajadoras del hogar representaban el 24.9 por ciento de la PEA, contra el 4 por ciento del grupo varonil.

Las economías industrializadas no se salvan de la existencia de una brecha importante. En 2013, la tasa de féminas económicamente activas inscritas en la ocupación vulnerable fue cinco veces mayor a la estimada para los varones.

En conclusión, cerca de ocho de cada diez trabajadores domésticos son mujeres. La OIT señala otro aspecto de esta labor que denota vulnerabilidad: provee ingresos que representan alrededor del 40 por ciento de los salarios promedios. Además, las diferencias de un país a otro, así estén en una misma región son llamativas. En México, en 2011, el trabajo en casa ajena arrojó un pago equivalente al 51.7 por ciento de la remuneración salarial, mientras que en Botsuana (África), a mediados de la década pasada, equivalía a un 14 por ciento.

Las raíces de la disparidad se encuentran en que los domésticos usualmente tienen menos años de escolaridad y menores cualificaciones para trabajar. Además, casi ningún país ha establecido salarios mínimos para esta ocupación, esto se traduce en nula protección social. Otro factor que contribuye a la brecha con respecto a otros ámbitos laborales es la percepción social ya que se trata de un puesto infravalorado en términos pecunarios. Es visto como de bajo valor y estatus tanto por otros asalariados como por los empleadores, no se reconoce debidamente su valor económico y social. Es una actividad expuesta, según la OIT, “a un riesgo extremadamente alto de bajos salarios”. Tampoco ayuda que suele ser desempeñada por grupos de población desfavorecidos históricamente.

No es raro que los trabajadores del hogar, especialmente los alojados en el domicilio del empleador, tengan jornadas laborales más largas e impredecibles que pongan en riesgo su bienestar.

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8.9 por ciento de los empleados domésticos en México son hombres. Foto: Karla G. Cepeda

En el trato con ellos no se estila reconocer el límite de ocho horas diarias de jornada, se argumenta que sus tareas son distintas a las de empleos de oficina o en fábricas; en la práctica, las necesidades de los patrones no suelen tener límites definidos o, en algunos casos, estos exigen servicio a toda hora.

Las horas en que los empleados domésticos no dispongan libremente de su tiempo y estén a disposición de sus empleadores deben considerarse como parte de la jornada laboral. Sin embargo, remarca el investigador, el salario no suele estar en función de las horas de trabajo.

Más de la mitad de los trabajadores del hogar carece de previsión legal para limitar su horario de labores; alrededor del 45 por ciento no tiene derecho al descanso semanal o a vacaciones anuales pagadas.

AVANCES

Los logros de mayor calado en la protección de los asalariados en hogar ajeno, según Rodríguez Padrón, se observan en América Latina y el Caribe, África y en naciones industrializados. Las mejoras más leves se encuentran en Medio Oriente y Asia.

El maestro en Políticas Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México dedica un capítulo de la obra a recomendar que se implemente un modelo de regulación con instrumentos sobre tiempo de trabajo, descanso y vacaciones.

Temas prioritarios son, según el investigador, el reconocimiento legal del valor del trabajo del doméstico y que la vida familiar y privada del asalariado no se vea afectada por la decisión de tener un empleo en el ámbito hogareño.

Se estima que el 90 por ciento de los trabajadores del hogar a nivel mundial no cuentan con acceso a la seguridad social, es decir, más de 60 millones de personas.

En la nación mexicana, con cifras correspondientes al tercer trimestre de 2017, existen 2.2 millones de personas ocupadas en casa ajena, de las cuales 2.9 millones son mujeres (91.1 por ciento) y 200 mil son hombres (8.9 por ciento). Laborar en el domicilio de alguien más representa un bajo ingreso, 2 mil 637 pesos mensuales, cerca de 800 pesos menos que los trabajadores por cuenta propia (3 mil 405 pesos) y más de 2 mil 200 pesos por debajo del trabajo subordinado y remunerado promedio (4 mil 896 pesos).

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Foto: Red Latinas

Los empleados formales en hogares mexicanos permanecen en sus puestos, en promedio, 42.7 horas a la semana, mientras que los informales laboran 32.3 horas semanales.

Desde 2014 el porcentaje de hogares mexicanos que contratan a personas para que se encarguen de las actividades caseras es menor al 5 por ciento.

SEGURIDAD

Lograr una mayor cobertura efectiva de seguridad social de las personas con esta ocupación es un proceso complejo, en el que deben superarse las características propias de cada sistema: tipo de afiliación, ramas cubiertas de la seguridad social, financiamiento, entre otros. Además, son determinantes acciones como regular las horas de trabajo, establecer políticas salariales, promover la organización sindical, y reconocer la relación asimétrica surgida al pactar las condiciones laborales.

Para cambiar la situación de quienes se ganan la vida de este modo se requieren ajustes tendientes a mejorar sus condiciones. Una señal de voluntad por parte de los Estados sería ratificar instrumentos internacionales vinculantes cuyos objetivos son atender la problemática del trabajo del hogar de manera que pueda ser calificado como decente (según la definición de la OIT), y obligar a los gobiernos a implementar medidas para la satisfacción de los derechos de los empleados en casa ajena en condiciones no menos favorables respecto a otras ocupaciones.

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