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Inequidad para enfermar

Brechas sanitarias en el entorno

La falta de acceso a la atención médica forma parte de la pobreza. Foto: EFE/Anatoly Maltsev

La falta de acceso a la atención médica forma parte de la pobreza. Foto: EFE/Anatoly Maltsev

FABIO PÉREZ VÁZQUEZ

Las condiciones sociales y económicas, y sus efectos en la vida de la gente, determinan tanto el riesgo de enfermar como las medidas que se adoptan para prevenir las afecciones o administrar los tratamientos.

Para entender los determinantes sociales de la salud hay que verlos como las circunstancias en que las personas nacen, se desarrollan, se dedican a algunas actividades y envejecen. Una de ellas es el sistema sanitario disponible; en su conjunto, las circunstancias son resultado de la distribución de poder, dinero y recursos en una comunidad, en un país y en todo el mundo, lo que depende a su vez de las políticas implementadas a escala local y global.

En ese entorno se encajan las inequidades sanitarias, también conocidas como desigualdades evitables en materia de salud, las cuales se dan ya sea entre grupos de un mismo país o entre poblaciones nacionales. Las inequidades son resultado de brechas que se abren en el seno de una sociedad y también entre sociedades.

Las condiciones sociales y económicas, y sus efectos en la vida de la gente, determinan tanto el riesgo de enfermar como las medidas que se adoptan para prevenir las afecciones o administrar los tratamientos.

Una muestra de inequidad sanitaria es, con datos de la Organización Mundial de la Salud, que la esperanza de vida de las mujeres japonesas sea de 86 años mientas que en las de Zambia sea de exactamente la mitad, 43 años.

La tasa mortalidad infantil, entendida como la defunción de un bebé entre el nacimiento y su primer cumpleaños, es otro ejemplo de manual: en Islandia es de apenas dos casos por cada 1 mil nacidos vivos, en Mozambique es de 120 por cada 1 mil nacidos vivos.

Como se comentó líneas arriba, la inequidad se da entre países, pero también al interior de un mismo Estado. En Bolivia, la tasa de mortalidad infantil de los bebés de madres sin estudios supera la centena por cada 1 mil nacidos vivos, mientras que en el caso de progenitoras que han alcanzado al menos la secundaria es inferior a 40 por cada 1 mil nacidos vivos.

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La mortalidad infantil es un indicador del acceso a servicios de salud de una población. Foto: EFE/Hao Qy

LA PEOR SALUD

En la comunidad médica existe el consenso de que, en todo el mundo, los más pobres entre los pobres son también los que tienen peor salud. La correlación es bastante simple de explicar: a más baja situación socioeconómica de una persona, peor salud tendrá.

Los determinantes de la salud están configurados por fuerzas económicas, sociales, normativas y políticas, entre otras.

Las sociedades son afectadas por el contexto mundial, éste influye en el modo en que prosperan o no, en las normas y políticas nacionales que a su vez dan lugar a la forma en que se organiza el funcionamiento interno de las sociedades, a escala nacional y local.

La organización resultante favorece el surgimiento de posiciones sociales y jerarquías que se establecen en función de factores como los ingresos, la educación, la ocupación, el género, la raza y demás criterios.

En relación directa con el lugar que se ocupa en la jerarquía social se encuentra el modo en que se verán condicionados el crecimiento, el aprendizaje, el trabajo y el envejecimiento de las personas, así como la vulnerabilidad ante una salud precaria y las consecuencias de una determinada afección.

La equidad sanitaria depende de la capacidad de acción y decisión de los individuos para afrontar y cambiar la distribución de los recursos sociales. Se enfrenta, sin embargo, a la inequidad de poder, una que interacciona en las esferas política, económica, social y cultural, y da lugar a procesos de inclusión o exclusión de grupos en diversos grados.

PRIMER CONTACTO

Cualquier aspecto, incluso el más pequeño, de la actuación gubernamental y de la economía puede afectar el bienestar de las personas y la prestación de servicios de sanidad de un modo igualitario.

Aunque garantizar la salud no sea el objetivo principal de las políticas de los sectores de finanzas o educación, por ejemplo, esos dos, junto a la vivienda, el empleo o el transporte, por mencionar algunos, están estrechamente vinculados con la equidad sanitaria.

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Los más pobres son los que tienen peor salud. Foto: EFE/Abir Abdullah

Una correspondencia entre las políticas es esencial ya que, por ejemplo, una de tipo comercial que promueve la producción, el comercio y el consumo de alimentos ricos en grasas y azúcares en detrimento de las frutas y verduras está en contradicción con la de salud.

Nivaldo Linares-Pérez y Olivia López-Arellano, del Centro de Estudios de la Salud, en el documento “Inequidades en la salud en México”, señalan que la equidad en materia salutífera debe ser entendida “como una expresión de justicia social en múltiples dimensiones”. Observan que evaluar inequidades requiere medir lo que es injusto en una sociedad.

Incidir en las desigualdades requiere documentarlas, identificar la magnitud y relevancia relativa de cada tipo de desigualdad.

En México, en 2016, se conformó el Observatorio Nacional de Inequidades en Salud (ONIS) cuya misión es monitorizar las desigualdades entre personas y grupos que experimentan distintas realidades socioeconómicas.

Se espera que este órgano contribuya a alcanzar la meta de eliminar las brechas en el acceso y en los resultados en salud que aún se presentan en el país, empezando porque todavía no se consigue una cobertura universal, esto agudiza las diferencias en oportunidades, estado de salud y acceso a la asistencia.

Entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la nación mexicana es la segunda con el mayor porcentaje en “gasto de bolsillo” destinado a salud.

Este concepto involucra todos los gastos destinados a solventar las necesidades de atención médica de los integrantes de los hogares, cosas como honorarios del galeno, compra de medicamentos y facturas de hospitalización. Esto se puede traducir como sigue: de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal, el acceso a servicios sanitarios y a medicamentos en México depende en poco más del 40 por ciento de la capacidad privada de compra de los hogares, un reflejo de los problemas de inequidad persistentes en el acceso efectivo a la atención médica.

El panorama, desde luego, puede empeorar, y es que la salud cada vez es más costosa, las poblaciones se multiplican, la esperanza de vida aumenta, los tratamientos, con todas sus novedades de diseño y tecnología, se encarecen. Esto puede conducir a una mayor inequidad para los pacientes. Así se configura un reto de consideración que debe estar presente en los pensamientos de la sociedad.

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