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Dicker y un misterio vestido de rojo

Los varios planos del caso Quebert

Foto: sky.com

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Minerva Anaid Turriza

A su favor puede decirse que la prosa es correcta y muy ágil, es una de esas narraciones con aire cinematográfico, tanto así que este año saldrá una miniserie en la que Patrick Dempsey encarna a Quebert.

La verdad sobre el caso Harry Quebert toca tres planos temporales. En ocasiones aparecen capítulos fechados para ubicar al lector en la dimensión espacio-tiempo correspondiente; en otros casos se recurre a narraciones o diálogos en que uno o más de los personajes rememoran episodios del pasado tratando de desembrollar los sucesos y atrapar “los verdaderos” hechos.

1998

Marcus Goldman es un joven con ínfulas de superioridad y grandes pretensiones: convertirse en un escritor brillante y famoso. Cuando se encuentra con dos cartas de aceptación de universidades de la Ivy League, nada menos que Harvard y Yale, desdeña la oportunidad y decide entrar a la pequeña universidad de Burrows en Massachusetts.

Marcus ha pasado los años previos al ingreso universitario construyendo un personaje a la altura de sus aspiraciones. Durante sus años formativos en el instituto Felton High de su ciudad natal, Montclair en Nueva Jersey, fue un alumno tan (aparentemente) excepcional y sobresaliente que sus “hazañas” le granjearon el mote de “el formidable”. Consiguió ser premiado en las categorías de deportes, ciencias y camaradería, aunque en realidad solía truquear o manipular los resultados para lucir mucho mejor de lo que realmente era en múltiples maneras, desde autocomprarse boletos en una rifa escolar para romper el récord hasta provocarse una lesión incapacitante en mitad de una competencia deportiva.

El Marcus de Felton High es, esencialmente, un pez que parece grande porque habita una pecera muy pequeña. Buena parte de su grandeza es tan solo un espejismo, una farsa bien calculada, “[…] comprendí que para ser formidable bastaba con soslayar las relaciones con los demás; al final todo no era más que una cuestión de falsas apariencias”. Eso sí, se trata de un juego ilusorio orquestado con habilidad y método, rehuyendo cualquier escenario que pueda llevar a su derrota, con la consecuencia del derrumbe de su fachada y la exposición de su medianía.

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Burrows resultará ser la elección correcta. Ahí, Goldman conocerá al profesor Harry Quebert, escritor afamado, “la pluma de América”, autor de una obra maestra llamada Los orígenes del mal y el único capaz de desmontar a “el formidable”, haciéndole ver que posee auténtico talento y potencial, pero el camino recorrido conduce a un callejón sin salida porque “su trabajo es una chapuza y en consecuencia no vale nada”. Una fuerte amistad crecerá entre ambos y devendrán figuras cardinales en sus respectivas existencias.

1975

Durante el verano, el joven escritor neoyorkino Harry Quebert se instala en una suntuosa casa playera en Aurora, New Hampshire, un pueblo pequeño y tranquilo, en busca de las condiciones óptimas para escribir su próximo libro. Harry es toda una sensación en el lugar aunque, más que admirarlo a él, la gente admira lo que representa su imagen de citadino apuesto, atlético, interesante y exitoso. A lo largo de unos cuantos meses se exploran las relaciones que los habitantes mantienen entre sí y con el célebre visitante.

Así llegamos hasta un día clave para la vida de la pequeña ciudad, un día que queda marcado en la memoria colectiva y que será fuente de múltiples dudas y angustias venideras. El sábado 30 de agosto una anciana que vive en los linderos del bosque, la señora Deborah Cooper, hace una llamada a los servicios de emergencia informando que vio a una joven, con un vestido rojo y la cara ensangrentada, correr hacia los árboles, internándose en la espesura, perseguida por un hombre. Después hace una segunda llamada informando que la chica, Nola Kellergan, hija quinceañera del pastor local, está refugiada en su casa.

Unas horas después, la señora Cooper aparece en la cocina, muerta de un disparo y ni rastro de Nola. Rápidamente se pone en marcha un operativo en toda regla, con cierre de carreteras, vigilancia policial, cooperación entre dependencias y una búsqueda por el bosque, de la que participan casi todos los habitantes de Aurora, con la esperanza de encontrar a la chica. El tiempo pasa sin resultados favorables y tres semanas después la policía estatal ordena suspender la investigación y el caso acaba archivado ante la falta de pistas. Doble misterio sin solución: el homicidio de una anciana y la desaparición de una adolescente.

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New Hampshire. Foto: gettyimage

2006-2008

En el otoño de 2006, con apenas veintiocho años, Marcus Goldman está en vías de cumplir su sueño, ha escrito su primera novela y es saludado como la nueva promesa de la literatura. No tarda en subir al tren de la gloria y la fama, se muda a Nueva York, firma contrato con una gran editorial para escribir cinco libros más, pasa el tiempo en fiestas, sale con una actriz y disfruta las mieles de la vida.

Entre 2007 y 2008 la implacable realidad se impone. Es necesario que produzca un nuevo éxito, el agobiante plazo se aproxima incesantemente y el joven Goldman se encuentra aquejado por “la enfermedad del escritor”. El bloqueo literario le hace sentirse incapaz de repetir la hazaña de escribir una buena obra. El tiempo corre, las presiones del editor aumentan rápidamente. Tras año y medio sin producir ni una línea llega el ultimátum, le ofrecen seis meses para entregar la obra prometida o será llevado a juicio por incumplir los términos del contrato con lo que su incipiente carrera quedará arruinada. Desesperado, Marcus acude a su único amigo, Harry, quien inmediatamente le ofrece ayuda, apoyo moral y hospedarlo en Aurora para que pueda concentrarse y trabajar como es debido, lejos del bullicio distractor de la Gran Manzana.

A principios de marzo de 2008 el joven sigue sin recibir la visita de las musas y abusando de la confianza de su anfitrión descubre una caja que esconde un oscuro secreto: la evidencia de que Harry, en el fatídico verano del 75, cuando tenía treinta y cuatro años, mantuvo una relación amorosa con Nola.

En junio del mismo año, con Goldman de regreso en Nueva York y sin avances que mostrarle al editor, llega una impactante noticia: un esqueleto con jirones de vestido rojo y un bolso de cuero que contiene un ejemplar mecanografiado de Los orígenes del mal fue desenterrado en el jardín del sexagenario profesor Quebert, que se encuentra detenido bajo sospecha de homicidio. Su joven protegido se traslada a New Hampshire, decidido a conducir su propia investigación con la esperanza de descubrir una verdad que exonere a su amigo; al mismo tiempo su editor le propone anular el contrato anterior a condición de que escriba sobre el caso que interesa y conmociona a toda la nación.

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Joël Dicker. Foto: editimage

La verdad sobre el caso Harry Quebert, publicada en 2012 por Alfaguara, es la segunda novela de Joël Dicker, un autor suizo, multipremiado y jovencísimo —este año cumplió los treinta y tres años de edad— que está haciendo las delicias del mercado en virtud de los millones de ejemplares vendidos.

Esta novela resulta bastante atractiva. Un policíaco con buena intriga, sin más pretensiones o quizá algunas, pues si bien la narración contiene lecciones y consejos sobre cómo “se debe” escribir, puestas en boca de Harry Quebert no resultan chocantes; lo que sí choca es que el lector deba cruzar más de 600 páginas para descubrir un final más bien flojo y con huecos e inconsistencias narrativas, unas más grandes que otras pero inconsistencias al fin.

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La promesa de encontrar en este libro una historia que combine a Stieg Larsson, Vladimir Nabokov y Philip Roth le queda muy grande. También le juegan en contra unos personajes tan estereotipados que se sienten acartonados, los femeninos resultan especialmente cansinos y planos. Las vueltas de tuerca son tantas que acaban perdiendo efecto. Tampoco es el mejor dialoguista.

A su favor puede decirse que la prosa es correcta y muy ágil, es una de esas narraciones con aire cinematográfico, tanto así que este año saldrá una miniserie en la que Patrick Dempsey encarna a Quebert. Además, cuenta con un planteamiento lo suficientemente interesante como para mantener el interés del lector por averiguar quién mató a Nola Kellergan.

Sólo queda esperar que en su cuarta y más reciente novela, La desaparición de Stephanie Mailer, demuestre haber aprendido de los fallos anteriores. Ya se leerá.

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