Siglo Nuevo

Roshell Terranova, cabaretera y activista

Las siglas de una mujer trans

Foto: Aída Moya

Foto: Aída Moya

Por Saúl Rodríguez

“No existe la familia Walt Disney con papá, mamá, hijita, hijito, su perro y su camioneta; no es verdad. Todas las familias son diversas: una abuela con sus nietos es una familia, dos mujeres hermanas con hijos o una pareja homosexual con hijos, etcétera. Esta voz de la sociedad que se opone a que la gente decida cómo formar su familia, a mí se me hace como tonta. Es tonto no permitir que la gente quiera vivir la vida como mejor le parezca”.

El 26 de julio de 1978 por la tarde, relata el politólogo Jordi Díez, una cuarentena de simpatizantes del movimiento lésbico-gay se adhirió a una marcha por la liberación de presos políticos en la Ciudad de México. Los representantes de la comunidad LG aprovecharon la ocasión para sacar pancartas en las que demandaban “dejar en libertad” a los homosexuales, el suyo era un grito contra el sistema que los oprimía. El atrevimiento fue objeto tanto de aplausos como de reprobación. Si bien en territorio mexicano la homosexualidad es legal desde 1871, este suceso marcó el inicio de la participación pública por parte de la minorías LGBTI en el país.

Antes de esa marcha, su esfera de acción estaba acotada. En las décadas de los treinta y cuarenta del siglo pasado, por ejemplo, se abrieron al público los primeros centros nocturnos de temática gay en la capital de la nación. En estos sitios, lesbianas, homosexuales, transexuales, transgéneros, travestis, transformistas, intersexuales, entre otros, encontraron un nicho que el conservadurismo de la sociedad les había negado.

Con el tiempo, bares y cafés gays capitalinos dieron el salto de meros espacios dedicados al ocio a lugares de expresión artística y reflexión política. También se constituyeron en cunas de un activismo de largo aliento enfocado en exigir respeto hacia su óptica del mundo y a hacer valer sus derechos como ciudadanos. No cejar en los empeños se ha visto traducido en logros como la legalización del matrimonio igualitario y la adopción infantil por parte de parejas homosexuales en la Ciudad de México.

Hace cuatro años, la cineasta chilena Camila José Donoso llegó a uno de los centros nocturnos del corte ya referido gracias a la invitación de una amistad. En ese domicilio de la calle Aragón de la colonia Álamos, Donoso encontró un microuniverso donde el compañerismo genera un oasis para la comunidad LGBTI. El paisaje social la cautivó tanto que decidió filmar una película al respecto.

Casa Roshell (2017) es una cinta que explora, sin detrimento de lo narrativo, el hemisferio emocional: entra y reconstruye una intimidad, hace de los clientes sus personajes, desnuda la realidad del cabaret y la convierte en ficción al tiempo que enfoca y retrata la esencia que sostiene a una casa club fundada hace 14 años por la cabaretera y activista Roshell Terranova.

Roshell, identificada como mujer transgénero y fanática de los coturnos griegos (los helénicos fueron pioneros en emplear el travestismo en sus obras teatrales), se revela como el rostro impulsor de esta iniciativa. Junto a Donoso, Terranova ha recorrido latitudes llevando su película como un dispositivo más dentro de su incesante lucha.

La cita con estas páginas se concreta en el vestíbulo de un hotel en la ciudad de Torreón. Roshell Terranova aparece acompañada de Liliana Alba, también chica trans e integrante del club. En la atmósfera viaja la música de un piano, un huésped intenta, sin mucho éxito, calmar el llanto de un infante, Roshell saluda, pasea las flores de su vestido y toma asiento. A unas horas de que Casa Roshell se proyecte en el Museo Arocena, la actriz comparte fragmentos de su anecdotario en materia de lucha social. Cada episodio le ha ayudado a concluir que la vida ni posee la uniformidad perfecta, ni es una historia de Walt Disney.

¿Cuál es tu definición de travestismo?

El travestismo tiene muchas vertientes porque es cambiar de ropa, la palabra significa eso. Puede ser, por ejemplo, un travestismo teatral, donde te puedes travestir de cualquier personaje y no nada más de mujer. En el argot LGBTI quiere decir que nosotras, las personas transgénero, nacimos con un género biológico. En mi caso y el de muchas de nosotras, nacimos siendo varones y hacemos ese travestismo para encontrar nuestra verdadera identidad, para ponernos los zapatos que nos corresponden. También está el hombre trans. Nace como mujer biológica y tiene que travestirse o incluso transgredir su género para tomar el rol que le corresponde en la vida y socialmente. Es estar de acuerdo con tu personalidad, adecuar tu cuerpo a tu cerebro. El travestismo va englobado con las tres tes de la comunidad LGBTI.

¿Cuándo y de qué forma te diste cuenta de que no eras Luis sino Roshell?

Yo me di cuenta que era diferente desde los cuatro años. Fue la típica historia de que no me gustaban los carritos, pero sí las muñecas. Veía a mis hermanas mayores (soy la menor de siete hermanos), veía sus ropas, sus maquillajes, sus pelucas y quería todo eso, y empecé a usar todo eso. En mi niñez y en mi primera adolescencia me asumía como un chico gay porque en mis tiempos (soy generación X) no estaba acuñada la palabra trans; entonces, los que nos sabíamos diferentes pensábamos que eramos solamente hombres gays, hombres homosexuales, pero no, me fui dando cuenta de que yo no era un chico homosexual. Creo que hasta los 28 años comprendí que era una mujer trans, aunque me empecé a travestir profesionalmente a los 18.

¿La actuación te ayudó a desentrañar tu identidad sexual?

Muchísimo. Empecé a estudiar actuación a los 14 años y me dio seguridad. A cualquier persona le recomiendo que estudie interpretación porque te hace más seguro para hablar en público y desarrollarte en la vida. A mí me dio herramientas en ese sentido y mi familia se acostumbró a que yo hiciera diferentes personajes. La primera vez que me vestí de mujer para un show a ellos no se les hizo extraño que tomara ese rol. Además, me ha traído muchas satisfacciones desde mi trinchera como una mujer de cabaret, que es lo que hacemos en Casa Club Roshell. Ese cabaret incide en el activismo, ahí podemos decir muchas cosas que nosotras y nosotros necesitamos. Necesitamos, desde ese foro, abrir la boca para ayudar a otras poblaciones.

/media/top5/Roshell02.jpg

Foto: Aída Moya

¿La necesidad de un foro la motivó a fundar Casa Club Roshell?

Tuve mi primera estética hace 25 años y empezó a llegar gente gay; me pedían que les ayudara en algún concurso de belleza, de esos tan comunes en nuestra comunidad. Después de hacerles la transformación, quisieron que les diera cursos de maquillaje. Luego, la gente que quería hacer la transición me pidió lockers para guardar sus cosas porque en sus casas no podían hacerlo. También había quienes no se atrevían a ir a comprar pelucas, ropa, etcétera; entonces tuve que poner una boutique travesti. Así se fueron dando las razones para que se conformara un espacio de la comunidad, libre de discriminación, un refugio, una trinchera de resistencia ante la vulnerabilidad que tendríamos en la calle y en la sociedad.

¿Qué papel juegan las artes en este espacio?

Uno muy importante porque también es un foro de visibilización para los artistas de nuestra comunidad. Igual se presenta un libro escrito por alguna de nosotras que un documental, hay gente que pinta y les organizamos exhibiciones. Se ha juntado mucho gente que hace cine, obras que abordan muchos géneros y temas. Ellos van y comulgan con este espacio, se sienten atraídos por esta magia que presenta la casa y es que también podemos formar redes de ayuda. Otra cosa, te cuento que nosotros, la comunidad LGBTI, somos artistas. La comunidad gay, en general, es muy artística. Tenemos muchas facultades para las artes.

¿Qué ha cambiado en la legislación mexicana respecto al ámbito LGBTI?

Si bien ha existido un gran avance desgraciadamente está muy centralizado. Es en la Ciudad de México donde en los últimos años el avance ha sido muy rápido. He vivido de cerca esos años, y los de antes, cuando era delito vestirse de mujer y salir a la calle, con todo el acoso social y político del que podíamos ser objeto en ese entonces. En lo personal, también me encontré a través de la lucha de activistas a los que me acerqué dentro de los movimientos de Sociedades de Convivencia, del Matrimonio Igualitario, de la Ley de Identidad, de la Ley de No Discriminación en la Ciudad de México, y de muchos protocolos que se han echado a andar junto a servidores públicos y que nos brindan más libertad. Además, se ha estado gestando, desde diciembre del año pasado, una coalición nacional LGBTI; estamos tejiendo redes por todo el país para que en todo México hablemos de los mismos derechos para todos.

¿A qué se debe esta centralización?

Hemos sido muy aguerridos desde el centro y lo que pasó en los sexenios pasados es que encontramos una puerta de avance a través del PRD. Nosotros hemos presentado iniciativas toda la vida, pero ahí hubo un asidero, pudimos colarnos y ellos (los perredistas), así lo creo, vieron la oportunidad de aprovechar el voto rosa y apoyarnos, porque era ganar-ganar para las dos partes. A ver qué sucede en el próximo sexenio. Ya estamos en comunicación con las nuevas instancias y esperemos seguir trabajando en conjunto con la coalición la agenda de nuestros derechos humanos, es algo que se le ha planteado a todas las fracciones partidistas. Con los avances que hemos tenido en la Ciudad de México hemos podido empoderarnos. Esto es bien difícil en otros estados de la república porque sigue estando muy arraigada la cuestión del machismo y hay un apego a la religión, cuyo argumento sigue siendo que la diversidad sexual es pecado y entonces hay que trabajar a partir de eso en ir liberando las mentes de las personas. Por fortuna, la gente joven viene más aguerrida, entre otras cosas porque viene con todo el trabajo de las generaciones anteriores. Pienso que estos jóvenes y las nuevas generaciones van a tener más y más recursos para luchar.

¿La adopción infantil por parte de parejas homosexuales se mantiene como un tabú?

El de la familia perfecta es uno de sus argumentos y es uno tonto. No existe la familia Walt Disney con papá, mamá, hijita, hijito, su perro y su camioneta; no es verdad. Todas las familias son diversas: una abuela con sus nietos es una familia, dos mujeres hermanas con hijos o una pareja homosexual con hijos, etcétera. Esta voz de la sociedad que se opone a que la gente decida cómo formar su familia, a mí se me hace como tonta. Es tonto no permitir que la gente quiera vivir la vida como mejor le parezca. El que exista tanto niño sin familia, sin padres y que la sociedad se niegue a que una pareja homosexual pueda brindar educación, techo y comida a esos niños que están en la calle se me hace lo más estúpido que puede haber en la vida. ¿Cómo es posible que pretendan o prefieran que esos niños sigan ahí en la calle?

/media/top5/Roshell01.jpg

Foto: Aída Moya

¿Qué destacas de la Casa Club Roshell?

Al interior de nuestra comunidad se maneja que es un espacio necesario y un refugio. Eso se convirtió en una película, otra herramienta más para que nos conozcan de cerca, sirve para luchar y seguir en este derrotero por los derechos humanos.

¿Cómo surgió la idea de la cinta? Y otra cosa, ¿es un documental?

Fíjate que no es un documental, la cineasta chilena Camila José Donoso la clasifica como “transficción”. En la película de Casa Roshell no contamos la historia de cómo se funda todo lo que he contado hasta ahora; es otra cosa, como si vieran a través de la cerradura lo que ocurre dentro un viernes por la noche, ven de cerca cómo somos: la cámara entra y se acerca a diferentes historias, por ejemplo, cómo están conformadas estas familias, o la problemática que tiene un hombre para mostrar su identidad femenina. Es una “transficción” porque es una sede real, un espacio real, sus historias son reales, pero se cuentan a través de una noche. También habla de cómo alguien llega a nuestra casa y quiere travestirse y lo hace; se traviste y al terminar la noche regresa a su vida cotidiana.

¿La “transficción” tiene qué ver con la aparición de actrices trans para representar las historias de las chicas de la casa que no quisieron salir a cuadro?

Hay gente que se prestó, decidieron mostrarse y se autointerpretaron como nosotras. Para otros, sobre todo los varones que son transformistas, otra de las “t” que faltan en las etiquetas, resultó imposible mostrar sus rostros porque tienen una vida de varón, están casados, tienen hijos y una vida laboral, social y familiar, por ello los interpretaron las actrices.

¿Qué aporta el cine en esta lucha por los derechos LGBTI?

Juega un papel crucial porque, al mostrarnos y darnos la oportunidad de la visibilización, nos permite educar a la gente, que nos vean de cerca, que conozcan nuestras historias. Es un foro que nos expone de diferentes maneras: con historias crueles, con historias empoderadas, nos acerca a la gente, a una sociedad que tal vez no tenga nada que ver con nuestra diversidad. Permite esa visibilidad ante grandes masas. Considero que ya es una herramienta más porque, al conocernos, la película le ha parecido conmovedora a la gente. Conmovedora porque atestiguan cómo personas que no pueden tener su verdadera identidad pasan por esta catarsis.

¿Hay relación de la comunidad LGBTI con movimientos sociales como el feminismo?

Participamos en varias ocasiones en diversos movimientos. Finalmente todos estamos en la lucha por los derechos. En el caso del feminismo al principio fue difícil porque el mismo movimiento feminista no nos quería aceptar como mujeres, es un movimiento de mujeres biológicas. Sin embargo, entendieron que nosotras somos mujeres trans, pero mujeres en sí. Hemos podido coincidir y vamos a tener que seguir luchando juntas.

¿Tu vaticinio respecto al futuro de este tipo de movimientos que combaten al machismo?

El hecho de que la gente nos vea, las nuevas generaciones, que vean esta película o que vean material con contenido LGBTI o de diversidad sexual, ayuda a que vayan cayendo los grandes tabúes y el machismo. Siempre que vamos a conferencias en universidades me encanta decirle a los jóvenes que ellos son los nuevos padres, los nuevos educadores, y que están acercándose a nosotros y comprendiendo el porqué y el cómo somos; eso va a ayudar a que a sus hijos no los eduquen de la misma manera que los educaron a ellos con ese no respeto hacia todo. Podemos ser negros, blancos, amarillos, LGBTI, mujeres, hombres, pero al final somos humanos. Creo que la parte medular de todo es la educación y, con ella, el respeto.

Twitter: @BeatsoulRdz

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Foto: Aída Moya

Clasificados

ID: 1509458

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx