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Han pasado 10 días desde que se llevó a cabo el México Metal Fest y sus ecos aún retumban en mi cabeza. Y, seguramente, los que fueron al otro festival también han de andar por las mismas; ¡nada como el rock en directo!

En la columna de la semana pasada (porque no hay que olvidar que este espacio es una columna de opinión, no un reportaje ni una noticia, es una maldita opinión de quien la escribe) se agotó el espacio al hablar de lo que no vi, pero que se hizo latente. Es justo hablar ahora de lo que sí vi... y me gustaría volver a ver.

La tercera edición del México Metal Fest fue un éxito rotundo; a la fecha, no he escuchado una sola queja. Bueno, el único comentario de “no me gustó” fue sobre las largas filas para entrar y la bronca de los “boletitos” para cambiar las chelas que incluía un paquete. Y nada más.

Aún así, me dicen que los que más tardaron en entrar fue un tiempo de hora y media o dos horas. A mí me ha tocado tardarme eso o más en otros eventos. Por ejemplo, en el Hell and Heaven anterior (no el de este año, el 2016), pudimos accesar alrededor de las 6:00 de la tarde (hicimos fila de 6 horas), y si me esperé es porque viajé desde Saltillo hasta la Ciudad de México.

Entramos justo para ver a Amon Amarth, que era quizá el grupo que más me interesaba y por poco y me lo pierdo. Pero bueno, eso ya quedó atrás. En el MMF, en Monterrey, tuve suerte y pasé rápido cargando una silla. Fui a dar hasta donde las estrellas, Phil Anselmo, David Vincent, “Barney” Greenway y así. Y por boletos de cerveza, tampoco sufrí; probé el primer trago ya entrada la noche.

Se trataba de disfrutar la música. Este festival tiene una logística tan especial que no es necesario sacrificar ninguna de las bandas “fuertes”. Y que sí por ahí, hay alguna que no te gusta, tienes la opción de ir a un tercer escenario, con grupos nacionales o de menos trayectoria, pero también con talento.

En lo personal, preferí no moverme mucho de los escenarios principales; se trato de un verdadero desfile de leyendas del metal, con mucha esencia de lo que los que saben conocen como ‘old school’. Un cartel difícil de repetir.

Y entre todo el ruidero y saludar a los amigos (tanto los que viajan del mismo punto como los de otras partes del país), irrumpe el ‘heavy’ clásico de Accept. ¡Que delicia! Me atrevo a decir que fue el clímax, el punto donde la mayoría de las 17 mil almas reunidas esa noche coincidieron. Un auténtico recital de éxitos interpretados con maestría y coreados por el desbordante ánimo de los presentes. Obituary y Napalm Death, a mi gusto, completarían lo mejor de la jornada. La fecha del 6 de octubre no se olvidará para muchos. Pasado el gran momento, solo nos queda la esperanza de lo que será la edición IV en 2019.

Vaya un saludo cálido para el buen Jhair (siempre presente en los mejores eventos), el jefe Alan Necro, al Gabriel, Montaño, Emilio Román, Juanito Kessel, el señor Fratti, el Ismael, mi “Ruso” filoso, a Hugo Enrique Royale, al “Nazi”, Carlos Campos y a todos esos aferrados que hacen más entretenido este mundo enfermo. Seguimos al aire: La Música del Dihablo [Facebook]. Y como dijo “Barney”: “Amor y paz”... ¡y heavy metal!

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