La exatleta mexicana Enriqueta Basilio participó ayer durante una reunión con exatletas olímpicos de 1968, en Ciudad de México.
Convencida de que hace medio siglo encendió algo más que el pebetero olímpico del estadio de Ciudad Universitaria, Enriqueta Basilio está lista para ascender hoy, de nueva cuenta, la eterna escalinata para rememorar el épico momento en el que el deporte femenino rompió con muchas barreras.
Han sido semanas de emociones y recuerdos, casi sin respiro, pero a Basilio nada la rinde: "En 1968 no sólo encendí el pebetero, también encendí el corazón de las mujeres para encontrar libertad y mejores oportunidades".
Son 50 años, se dice fácil, "pero fue algo muy importante en mi vida, lo veo a la distancia como una misión que me tocó emprender desde que estudiaba, ser parte de esa magia es algo maravilloso. Es pureza y alegría".
Volverá a subir más de noventa escalones y acepta que ahora será más duro. "Se sale el corazón del orgullo de volver a ese lugar. Soy la misma y se lo transmito a mis hijos, esos valores que representó luchar por México".
Queta firmó ayer una tarjeta conmemorativa de México 68 y el viernes encabezará un día mágico que empezará en el Comité Olímpico Mexicano y alcanzará su clímax en Ciudad Universitaria.
Con el lanzamiento de un boleto del Metro y una tarjeta del Metrobús, alusivos a los Juegos Olímpicos de México 68, arrancó la etapa final de los festejos por los 50 años de la justa.
A la cita acudieron, además de Basilio, los medallistas olímpicos mexicanos Felipe Muñoz, Ricardo Delgado, Agustín Zaragoza y Toño Roldán.
También estuvieron el keniano Keino Kipchoge; el clavadista italiano Klaus Dibiasi; el fondista estadounidense Michael Burton y el boxeador brasileño Servilio Sebastiao de Oliveira.
