Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

LA NORMALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA QUE SE EJERCE CONTRA LA MUJER

MARÍA DEL SOCORRO HERNÁNDEZ MANZANO

Recientemente circuló en redes sociales un video que muestra cómo el fisiculturista Paul Bashi atacó a su novia Kristine Perry a golpes y patadas, le arrojó muebles y velas encendidas y hasta llegó a apuñalarla con varios cuchillos. Según los fiscales del Estado de Michigan, que obtuvieron el vídeo por las cámaras de seguridad del domicilio, el ataque duró alrededor de cuarenta minutos. Posteriormente, los vecinos encontraron a Perry fuera de la vivienda y la llevaron a un hospital cercano, en donde estuvo varios días en coma. Una vez que Kristine recuperó el sentido acudió a la Corte a solicitar la liberación de su novio culpándose de lo ocurrido. La fiscalía se negó a retirar los cargos y Bashi está actualmente preso y procesado por homicidio en grado de tentativa.

Según los datos del Instituto de la Mujer en México, en más del 70% de los casos, la mujer maltratada permanece en una relación de abuso durante años sufriendo las consecuencias aversivas y traumáticas de la violencia ejercida. Pudiera inferirse en primer término, que la mujer asume la violencia por la dependencia económica que tiene hacia el agresor; sin embargo, también son numerosos los casos donde las mujeres que gozan de una independencia económica continúan en relaciones íntimas en las que sufren este tipo de violencia. Estas mujeres, que desarrollan actividades sociales o profesionales, parecen sin embargo incapaces de denunciar a sus agresores o de abandonar la relación.

Algunas investigaciones han tratado de arrojar luz sobre la ocurrencia de estos vínculos paradójicos entre víctima y agresor, apelando a las claves afectivas o emocionales que aparecen en el contexto del entorno traumático. En algún caso, se han utilizado descripciones similares a las propuestas para el denominado "Síndrome de Estocolmo" que se refiere a un conjunto de mecanismos psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores, pero, sobre todo, a la asunción por parte de los rehenes de las ideas, creencias, motivos o razones que esgrimen sus secuestradores para llevar a cabo la acción de privación de libertad.

La violencia de género está tan firmemente interiorizada y sus modos de socialización son tan perfectos que la fuerte coacción estructural en que se desarrolla la vida de las mujeres, la hace parecer normal y parte de lo cotidiano y por tanto sus decisiones parecieran deseadas y elegidas. Es importante que las mujeres lleguen a deslegitimar dentro y fuera de ellas mismas un sistema que se ha construido sobre el supuesto de su inferioridad y subordinación a lo masculino. Será necesario afrontar la transformación, compleja sin duda, de los fundamentos estructurales y culturales que la sostienen: modificar las relaciones de género, la posición de las mujeres en la sociedad y en las relaciones familiares y las definiciones tradicionales de lo que es ser hombre o mujer.

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