Asumirá el próximo primero de diciembre la más alta responsabilidad a que puede aspirar todo ciudadano, como es la Presidencia de la República...
y la asumirá después de haber obtenido un triunfo electoral verdaderamente sorprendente y aterrador, lo cual le ha derivado en un poder omnímodo; porque además el partido que lo postuló ganó también la mayoría de los escaños en ambas cámaras legislativas del Congreso de la Unión, e igualmente se alzó con en el triunfo en las entidades federativas en las que hubo elecciones para renovar el Congreso local, e incluso ayuntamientos.
Esto quiere decir que el próximo presidente de la República llega con un poder absoluto. Lo que la ciudadanía espera es que lo ejerza democráticamente, con los pies bien plantados en la tierra; que su slogan de campaña "Juntos haremos historia", no se refleje en la práctica mediante la toma de decisiones que afecten negativamente a la población.
Tendrá que ser muy inteligente para no caer en la tentación de ejercerlo autoritariamente y con desplantes despóticos, pues la historia de México registra casos de titulares del ejecutivo que no resistieron la tentación de sentirse reyes o emperadores, eso sin tener el apoyo tan amplio y sólido de la base popular como la tiene el que va a entrar.
Es lógico y natural que la gente espere un ejercicio democrático en el que haya respeto a las diferentes corrientes y expresiones políticas, a las diversas manifestaciones académicas e intelectuales, porque él siempre propuso que acabaría con los errores y excesos en que incurrieron los que le antecedieron en el cargo.
Muchas veces le escuchamos decir: "acabaremos con la corrupción y con las mafias del poder". En tres ocasiones buscó la presidencia; en las dos anteriores, la elección no le favoreció, aunque él siempre dijo ser víctima del fraude, que había ganado la elección, pero que la mafia hizo trampa y no le reconoció el triunfo. En 2006, se autodenominó "el presidente legítimo", cuestionando que Felipe Calderón hubiese ganado.
Finalmente "la tercera fue la vencida", como se dice popularmente, y en la elección del pasado primero de julio, obtuvo un triunfo tan arrollador que le permite llegar al gobierno con un sólido apoyo popular. La inteligente campaña político- electoral que desarrolló, criticando agresivamente los errores de los gobiernos tanto priístas, como los panistas que hubo antes de Peña Nieto, dio como resultado un triunfo que muy pocos esperaban, y quienes sí lo percibían, no creían que sería tan contundente, como así fue.
Puso el dedo en las llagas de las acciones de gobierno. "No más corrupción, "acabaremos con las pensiones de los expresidentes, que reciben cinco millones de pesos al año sin que haya ley alguna que lo autorice, sólo es un acuerdo del presidente que va de salida; cuando yo termine, no caeré en el mismo error"; no usaré el avión presidencial, lo venderemos, pues es un avión tan caro que no lo tiene ni Obama, decía; no viviré en Los Pinos, éste espacio lo convertiremos en un museo, o en un recinto cultural; no más impunidad, no más corrupción", "no puede haber un gobierno rico, con un pueblo pobre". En los viajes que tenga que realizar dentro del territorio nacional o al extranjero, usaré las aerolíneas comerciales. Mi gobierno, será un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".
"Subiremos el sueldo de los policías, de los soldados, y bajaremos el de los secretarios, subsecretarios y directores. Haremos un gobierno de austeridad. Los trabajadores ganarán más. Daremos becas y prestaciones a los que no tienen empleo; los profesores tendrán mejores salarios. Distribuiremos becas a los estudiantes", etcétera, etcétera. Estos son sólo algunos ejemplos de una larga lista de promesas y ofrecimientos que fueron la esencia de su campaña; oferta política que tocó la sensible piel y la ya abierta conciencia del pueblo, que creyó en él. Un pueblo, harto y fastidiado de la violencia, la inseguridad, las corruptelas, la delincuencia, el bajo poder adquisitivo de los salarios y la falta de oportunidades para todos en un plano de igualdad. Votó por la opción de Morena, dando una lección a los partidos tradicionales sean de derecha, de izquierda o del centro.
No sólo él logró ganar tan arrolladoramente; los candidatos postulados por su partido a senadores y a diputados federales, también lograron un triunfo histórico. En la colaboración anterior, Encrucijada, se mencionó que en el diseño del sistema político que ha prevalecido durante casi 90 años, fue diseñado con la participación protagónica de un partido; sistema que con el tiempo se hizo añejo y corrupto.
Hoy se vislumbra en el futuro inmediato que el próximo ejecutivo federal contará con el apoyo irrestricto de una organización política que puede devenir hegemónica y actuar arbitrariamente, aún por encima de la Constitución y las leyes, lo cual sería lamentable, pues significaría retornar a etapas de la vida política de México que se consideran ya superadas.
Basta con ver la configuración de las cámaras legislativas federales para comprender de qué tamaño es el poder de este novedoso partido político: el Senado de la República, llamado también Cámara Alta, se compone por 128 miembros, de los cuales, cincuenta y cinco son de Morena, veinticinco del PAN, trece del PRI, el PES tiene nueve, ocho el PRD, siete el Movimiento Ciudadano, seis el PT y cinco el PVEM.
Las Comisiones Legislativas en este espacio del Congreso Federal, son 44; se distribuyen del modo siguiente: Morena, 20; PAN, 8; PRI, 5; Movimiento Ciudadano, 3; PT, PES, PVEM y PRD, 2 cada uno.
La Cámara de Diputados o Cámara Baja se integra por 500 miembros. Aquí lo que hay que resaltar es que el Partido Movimiento de Regeneración Nacional, tenía 247 curules, pero el Verde le regaló 5, para que alcanzara mayoría con 252, en una aberrante maniobra política, que analizaremos en un Enfoque posterior, cuyo claro objetivo era que Morena tuviese mayoría para presidir la Junta de Coordinación Política durante los tres años de la Legislatura, la Presidencia de la Mesa Directiva y la Comisión de Administración por un año.
Las Comisiones Legislativas dictaminadoras se redujeron de 56 a 45, quedando distribuidas de la siguiente manera: 22 Morena; 7 PAN; 4 PRI; 3 MC, PT y PES, cada uno; 2 PRD y PVEM 1.
Del análisis anterior, se desprende que es grande y fuerte la presencia Morenista en el escenario político de México; está integrada por una gran cantidad de senadores y diputados jóvenes, sin experiencia y sin malicia, pero también hay viejos lobos de mar, que han navegado en las procelosas aguas de los siete mares de la política, muchos de ellos renegados y detractores del viejo partido que los cobijó y catapultó; tienen pues, las "mañas" de los antiguos miembros del partido que aún persiste y sobrevive.
Recuerde el presidente electo quien próximamente tomará posesión del cargo, que el voto mayoritario que le otorgó la ciudadanía, lo hizo confiada en que cambiará las cosas para mejorar, para desarrollar una política de respeto a la persona, postulando los valores éticos como fórmula de vida, para impulsar la práctica de conductas de honestidad y honorabilidad, para mejorar el entorno social en todos los aspectos.
Que no lo maree el poder otorgado por el pueblo, ni lo haga perder el piso. Tenga presente en todo momento la sentencia de las tragedias griegas, las de Sófocles, Esquilo y Eurípides: "A quien los Dioses quieren destruir, primero le dan poder". Otros la expresan así: "Cuando los dioses piensan destruir a uno, primero lo vuelven loco".
Todo esto se dice atentos al momento que vive la sociedad mexicana y considerando el escenario político que tiene enfrente: que Morena, la esperanza de México, no se convierta en "Morena, la tragedia de México". Que su triunfo y su gobierno sea para bien de México.
