La tensión entre las dos primeras potencias mundiales se ha elevado ahora por otras razones. (ARCHIVO)
Ya no es sólo la guerra comercial abierta por el presidente de Estados Unidos (EU), Donald Trump, contra China, o la presión del primero para que Pekín obligue a Corea del Norte a terminar con su programa nuclear. La tensión entre las dos primeras potencias mundiales se ha elevado ahora por otras razones.
El jueves, mismo día en el que Trump advirtió el despliegue de una nueva estrategia en el ciberespacio para disuadir intentos de China y Rusia para dañar infraestructura estadounidense, Washington aplicó por primera vez sanciones económicas a una empresa china por comprar aviones de combate y un sistema de misiles antiaéreos a Rusia.
La respuesta de Pekín no se hizo esperar. China exigió este viernes a EU retirar las sanciones o, de lo contrario, "sufrirá las consecuencias".
El gigante asiático expresó su "extrema indignación" por las sanciones que castigan su cooperación militar con Rusia, según lo ha afirmado este viernes en rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Exteriores del país, Geng Shuang.
Ayer mismo, el secretario de Estado de EU, Mike Pompeo, acusó a China de "diezmar" las creencias religiosas de la minoría étnica uigur, de confesión musulmana, y que habita en la provincia de Xinjang, en el noroeste del país.
El analista Carlos Yárnoz, en un texto publicado por el diario español El País, considera que los embates de Trump contra China van encaminados a frenar el ascenso del país asiático a la hegemonía mundial, pero advierte que pudiera tener un efecto búmeran al orillar a Pekín y Moscú a consolidar su alianza estratégica y obligar a la potencia asiática a acelerar su camino hacia el primer puesto de la economía mundial.
