Corre el agua por el arroyo del Potrero de Ábrego.
No ha dejado de llover ni un solo día desde hace más de 15, y el ancho cauce, seco casi siempre, ahora lleva agua de una orilla a la otra.
No ha habido daños, a Dios gracias, ni el torrente se ha llevado a algún cristiano o a algún animal, gracias a Dios. Lo único malo es que no hemos podido pasar a la otra orilla para ver cómo va la plantación nueva de ciruelos en la huerta Los Coyotes, o si han crecido los nogalitos que pusimos a lo largo de la acequia en Los Sirrales.
Por la noche escuchamos el rumor de la corriente. En la cocina se oye el borbollar de la olla donde hierve el agua para el té de menta o yerbanís. Agua afuera y agua adentro. Y mañana otra vez la lluvia, agua de Dios, sobre la tierra que por largos meses tuvo sed.
Los ancianos del rancho dicen que no recuerdan haber visto llover tanto como en estos días. Lo mismo dicen cada vez que llueve mucho.
Yo tampoco recuerdo haber visto llover tanto como en estos días.
Lo mismo digo cada vez que llueve mucho.
¡Hasta mañana!...