La dinámica de cualquier grupo humano genera situaciones complejas; los valores, circunstancias o intereses pueden desencadenar reacciones sociales que trasformen las vivencias de los involucrados. Quizá las mejores intenciones terminen en funestas consecuencias o quienes defienden sus propias conveniencias únicamente pasen a ser percibidos como defensores naturales de la tradición y el genuino consenso del pueblo.
Quizá con esas palabras suene exagerado, pero son meras descripciones de una obra teatral que data del año 1883, pero quitando fechas quizá podamos encontrar ejemplos actuales de los mismos personajes, que con su definida personalidad impactan la vida de un pequeño, pero próspero y en desarrollo pueblo. Mismo lugar que llena de orgullo a sus habitantes, primero por las aguas que sirven como balneario y generan un gran dinamismo económico en su beneficio. De entre esas personas, alguien con mucho amor a su pueblo y deseo auténtico de conocimiento encuentra evidencia de que las propiedades que describen como curativas del agua, son en realidad un potencial riesgo de salubridad, además de una segura catástrofe en la economía local.
Si bien la trama gira en torno a esa problemática, los personajes ofrecen soporte a las ideas que cada uno cree más convenientes para el bien común; El presidente naturalmente prefiere una sociedad económicamente activa, el científico que se sepa la verdad de las aguas ante incredulidad que se torna hostil, el periodista que se mueve del compartir ético de la realidad social y la conveniente influencia que éste ofrece y el que funge como mediador que promueve ser "moderados", ya que a ser parcialmente conciente de la situación, pero depender de los balnearios está poniendo en riesgo más de lo que imagina.
El 28 de julio pasado, la obra "Un enemigo del pueblo" del Noruego Henrik Ibsen fue presentada en el Teatro Nazas, bajo un contexto que desde el inicio puso a la expectativa a los asistentes. Sentados a la misma mesa que los personajes siendo espectador y pueblo.
Media luz, música en vivo que contrastaba con las tensiones que se presentaban a lo largo de la historia, personajes que podían tener nombres latinos, conocidos y hasta locales. Resonaron como eco mientras trascurrían los cinco actos de los que estaba conformada la puesta en escena. Pero no todo tuvo como centro la habilidad histriónica de los actores, hubo una interrelación entre ellos y las herramientas tecnológicas que abrieron panoramas entre el suelo del escenario y el de las calles de la ciudad, del mismo modo que fueron conjunto de rítmicas secuencias que hipnotizaban mientras en el fondo se apreciaba el gran debate sobre quién tenía la mejor opción sobre el futuro del pueblo. Y al mismo tiempo buscando quién cargue las culpas de esta irrupción en el funcionamiento del lugar, aunque eso implique sacrificar socialmente a uno de sus miembros.
Después, saber el veredicto del pueblo y las consecuencias que fueron peor de funestas que la situación del propio lago, hasta el salir del recinto no había más que preguntas que generaban otras sobre la real situación de que había sido realmente el enemigo del pueblo. Realmente el conjunto social podríamos ser peor que una catástrofe natural, si bien la reflexión viene después de percibir todos estos detalles y es contrastante que problemáticas plasmadas hace más de cien años, se ven tan vigentes.
