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EL SíNDROME DE ESQUILO

¿CRONISTAS O HISTORIADORES?

VICENTE ALFONSO

¿De dónde proviene el gusto por llamar cronista al historiador y por qué el cronista no escribe crónica, sino historia? cuestiona Saúl Rosales en la introducción a Cronistas, Historiadores y Crónicas, libro publicado a fines de 2017. Al hacerlo da en el clavo en una cuestión muy arraigada en nuestra querida Comarca. Un equívoco: llamamos cronistas a quienes se internan en archivos y antiguos documentos a indagar asuntos del pasado, cuando en realidad son historiadores.

¿En qué se distinguen un cronista y un historiador? Para saberlo es preciso definir, antes, el objetivo de cada uno. En ese sentido, la dificultad para definir la crónica no es asunto nuevo: si bien la palabra es moneda de uso para comentaristas deportivos y reporteros de la nota roja, explicarla es muchas veces una tarea temible para maestros universitarios y jefes de redacción. Algunos utilizan como un mal sinónimo la expresión "nota de color". Otros responden lo mismo que San Agustín cuando le preguntaban qué era el tiempo: "Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé". Y es que la crónica incorpora toda clase de rasgos ajenos, quizá porque no ha quedado del todo establecido cuáles le son propios. ¿Cómo diferenciar entonces la crónica del reportaje, de la "nota de color", del testimonio, del ensayo o de la nota informativa?

Con 142 páginas, Cronistas, Historiadores y Crónicas se divide en dos partes: la primera es una introducción en donde Saúl Rosales se dedica a hacer precisiones acerca de ese escurridizo producto literario y periodístico. Comienza por aclarar que su concepto de crónica es fruto de la lectura de muchas crónicas publicadas en diarios, revistas y libros. Sostiene el autor de Memoria del Plomo: "Para mí la crónica no es la evocación histórica ni la recuperación escrita de hechos del pasado lejano o más o menos inmediato, sino la reseña del presente". Luego pone el dedo en la llaga: "es lástima que nosotros [en La Laguna] carezcamos de cronistas, aunque tengamos muchos y buenos historiadores".

El cronista es el relator de lo inmediato y no el gambusino de la historia, insiste Rosales, y para dejarlo en claro acude a una cita de Gonzalo Fernández de Oviedo, nombrado cronista general de indias en 1532. La cita es una joya, pues señala al menos dos de las características que un buen cronista debe tener: "No escribo con autoridad de algún historiador o poeta, sino como testigo de vista […] no dando en cosa alguna crédito a un solo testigo, sino a muchos, en aquellas cosas que por mi persona no hubiere experimentado". Así el primer rasgo, destacado por Rosales, es la inmediatez de los hechos relatados. El autor de una crónica es un "testigo de vista", alguien que relata el presente, su etorno. "Se debe cultivar la crónica para que el historiador tenga frutos qué cosechar", señala Rosales en la página 18 del libro, y así desvela el misterio en torno a ambos oficios: el cronista, testigo, consigna su tiempo. Ya vendrán luego los historiadores a hacer lo suyo. Queda incluso la posibilidad de que un cronista sea también historiador, pero ello ocurre cuando trabaja con elementos del pasado quizá recopilados por él mismo, como hizo Francisco Zarco: como cronista hizo una "Crónica del Congreso extraordinario constituyente de 1856 y 1857", y después la reelaboró como una "Historia del Congreso constituyente de 1857".

La segunda parte es un conjunto de crónicas, todas de la autoría de Rosales, "pizcadas al azar entre viejas cuartillas, recortes amarillentos y discos duros". Desfilan por estas páginas situaciones cotidianas: desde la crónica de un domingo en que la gente se pasea por la Morelos en las ya célebres domingos de "Morelear", hasta el paso de personajes destacados por La Laguna (entre ellos, en distintas crónicas, Andrés Manuel López Obrador y Carlos Monsiváis, el primero para un mitin político, el segundo para ofrecer una charla en la Universidad Iberoamericana).

Por último, aparecen en la introducción de este muy buen libro de Saúl Rosales algunas sugerencias que los lectores pueden pizcar al vuelo para profundizar en el tema de la crónica: el primero es la antología "A Ustedes Les Consta" preparada y prologada por Carlos Monsiváis para editorial Era. Como se sabe, esa antología (publicada originalmente en 1980, corregida y ampliada en 2006) reúne textos emblemáticos del género, desde aquellos publicados por Manuel Payno y Manuel Gutiérrez Nájera en el siglo XIX, hasta algunos ejemplos de los más destacados exponentes en el siglo XXI en nuestro país. El Segundo es la compilación "Safari Accidental", en donde Juan Villoro reúne algunos de sus magistrales textos. twitter:

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