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La rebelión de los desposeídos

Descendientes del poderoso imperio azteca, han estado siempre entre las garras de depredadores tanto coterráneos como del extranjero.

Todo empezó con la pérdida de su independencia mediante el uso de la cruz y el arcabuz, para ser colonia de la madre patria durante 300 años, hasta que en 1821 consiguió con sangre su libertad; pero los caudillos y caciques polarizaron el país en conservadores y liberales y México siguió su viacrucis durante medio siglo, hasta que alguien se coló en la presidencia e impuso la paz y la modernización del país, a costa de los grupos más vulnerables, que quedaron como peones de hacienda. El siglo XX trajo consigo la segunda rebelión armada, ahora en contra de la dictadura porfirista; los cacicazgos se fortalecieron y la ambición por el poder trajo una cruenta lucha en la que las traiciones y las asonadas fueron el pan de cada día, hasta que se organizó el primer partido político que empezó a institucionalizar el país, y poco tiempo después surgió otro (opuesto al primero, en ideología). El primer partido cambió sus siglas de Partido Nacional Revolucionario a Partido de la Revolución Mexicana, y ahora es conocido como Partido Revolucionario Institucional; partido que ha mantuvo su hegemonía política hasta el año 2000 fecha en que el PAN alternó durante dos sexenios consecutivos, retomando la presidencia el PRI en 2012, con Peña Nieto.

Desde el primer día de diciembre de 1988 asumió el poder Carlos Salinas de Gortari, quien implementó acciones de concesión de recursos a la iniciativa privada, incluyendo a empresas extranjeras. Siguió Ernesto Zedillo, quien privatizó puertos, aeropuertos, ferrocarriles, satélites, producción de energía, exploración petrolera y el negocio del gas. Se concesionó también la prestación de servicios públicos como los sistemas de agua potable, de limpia, tratamiento de aguas residuales; y la distribución de gas natural. Se permitieron los onerosos rescates de la banca, de las aerolíneas, de los ingenios azucareros y de las carreteras, entre otros, luego Vicente Fox privatizó la electricidad y la petroquímica; enseguida Felipe Calderón que entregó las minas mexicanas a empresarios canadienses y reformó la ley del IMSS, y finalmente Peña Nieto entregó Pemex a empresas extranjeras y privatizó el agua.

La política entreguista y privatizadora, aunada a la carencia de patriotismo, de valores éticos y morales, desde Salinas hasta Peña Nieto han provocado graves y grandes problemas políticos, sociales y económicos, y con ello, el descontento general de la ciudadanía; sentimiento que AMLO, el político tabasqueño, otrora calificado como peligro para México recogió y capitalizó con la oferta de luchar contra la corrupción y la impunidad, signo distintivo de estas últimas administraciones.

Hay sublevaciones armadas y las hay también pacíficas, y estamos en un momento histórico en el que somos testigos y partícipes de una sublevación abierta y decidida, en la que la única arma es el voto.

Es una sublevación organizada y liderada por AMLO, pero nacida del hartazgo contra un sistema corrupto ineficaz e ineficiente que ha malbaratado los bienes y recursos naturales de la nación, ha encarecido la vida, ha propiciado el aumento de la delincuencia organizada, llegando al colmo del cinismo y de la ambición desmedida al convertirse los propios funcionarios en delincuentes desviando grandes sumas de dinero de los erario público a sus cuentas personales. Ha acentuado la desigualdad y abierto más la brecha entre las clases sociales, aumentando la pobreza extrema.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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