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Sangrienta revolución

Opinión - Jaque Mate

Sangrienta revolución

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SERGIO SARMIENTO

Unas 17 mil personas fueron ejecutadas en la guillotina. Otras 10 mil murieron de hambre, enfermedad y torturas en las cárceles sin llegar a ser juzgadas.

Este 14 de julio se celebra un nuevo aniversario de la Revolución francesa. La fecha sirve como fiesta nacional de la nación gala, pero es también un hito histórico para quienes sostienen que la mejor manera de cambiar el mundo es a través de revoluciones violentas.

Hay, sin embargo, buenas razones para cuestionar esta visión de la historia. La Revolución francesa fue un baño de sangre y representó un retroceso económico y social de varias décadas.

Francia, que era un país de 27.6 millones de personas en 1789, perdió 1.4 millones de vidas entre ese año y 1802. Esto incluye tanto el período mismo de la revolución, de 1789 a 1799, como el de las llamadas “guerras revolucionarias” de 1792 a 1802.

Estos movimientos se hacen siempre con las mejores intenciones. Buscan construir paraísos utópicos. El lema revolucionario, “Libertad, igualdad y fraternidad”, es ciertamente hermoso, pero la experiencia nos dice que estos propósitos se desmoronan para dar lugar a esclavitud, desigualdad y crueldad.

La Revolución francesa estalló como protesta por la incapacidad del gobierno del rey Luis XVI para enfrentar una compleja situación económica y social.

El monarca, influido por el pensamiento de la Ilustración, trató de hacer reformas administrativas, económicas y fiscales que, sin embargo, fueron rechazadas por la nobleza.

Una revuelta popular, en la que participaron muchos desertores del ejército, tomó la Bastilla, una fortaleza convertida en cárcel que era también símbolo del poder del régimen, el 14 de julio de 1789. Ése fue el inicio de un periodo sumamente violento y destructivo.

La idea de que la revolución traería consigo un mejor gobierno, más justo y equitativo, resultó falsa. Primero, la Asamblea Nacional se convirtió en gobernante de facto. El rey Luis XVI, que había aceptado quedarse en el trono, aunque despojado de poder, fue ejecutado en 1793.

Ante una creciente ingobernabilidad, otras instituciones y grupos, como la Convención y el Directorio, gobernaron a ratos. Durante el período de la Convención, un Comité de Salud Pública, encabezado por Maximilien Robespierre, tomó el poder y mantuvo una política conocida como el Terror. Unas 17 mil personas fueron ejecutadas en la guillotina. Otras 10 mil murieron de hambre, enfermedad y torturas en las cárceles sin llegar a ser juzgadas. Hubo otras 25 mil ejecuciones no oficiales en la provincia francesa. El propio Robespierre, quien se convirtió en un sangriento dictador, terminó siendo guillotinado en 1793.

La Revolución francesa no concluyó con el establecimiento de una república de libertad, igualdad y fraternidad. Napoleón Bonaparte, un general revolucionario, dio un golpe de estado y después de un tiempo se coronó emperador. Fue un monarca más autoritario que Luis XVI. Continuó con las guerras contra otros países de Europa hasta agotar económicamente a Francia. Al final, su régimen fue derrotado por las potencias extranjeras a las que había combatido. La monarquía fue restablecida, pero Francia había sufrido un retroceso económico y social de varias décadas.

Las lecciones de la historia no se han aprendido. Muchas otras revoluciones posteriores, como la mexicana, la rusa o la china, tuvieron también resultados muy negativos a pesar de las buenas intenciones con las que comenzaron. En muchos países, los gobiernos siguen festejando estas revoluciones, sin ninguna palabra o pensamiento por las numerosas víctimas.

Twitter: @SergioSarmiento

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