Me gustaría haber conocido a ese hombre. En el cerro llamado del Judío, que señorea sobre Real del Monte, se encuentra el viejo cementerio donde descansan los ingleses venidos en busca de la plata. Están ahí esas tumbas del pasado siglo cuyas lápidas ostentan los nombres de los aventureros que cambiaron las brumas de su país natal por la neblina que se hace hilos en El Hiloche, hermoso bosque umbrío entre las minas.
Todas las tumbas están orientadas hacia la misma dirección: miran a Inglaterra. Todas, menos una. Sucede que llegó un payaso inglés a Real del Monte. Venía en el circo de Ricardo Bell. Ahí contrajo unas calenturas perniciosas. Ya en la agonía de la muerte pidió con débil voz que lo enterraran en el Panteón de los Ingleses.
-Pero no quiero -dijo- que mi tumba se oriente hacia Inglaterra. Quiero que apunte hacia la dirección contraria.
-¿Por qué? -le preguntaron los presentes, imaginando alguna historia trágica. Y respondió él con su última sonrisa:
-Por payaso.
Me habría gustado conocer a ese hombre. Sabía él que incluso en la presencia de la muerte se puede sonreír.
¡Hasta mañana!...