El país entero suda y se acongoja. La República sufre bochornos igual que señora en climaterio. Andamos acalorados como si viviéramos en las proximidades del infierno, y la temperatura es el tema principal de las conversaciones.
A todas partes voy de este país. Acabo de estar en Durango, Tampico y León. Calor, calor en todas partes, y en todas partes quejas porque el clima ya no es como era antes, ni llueve como llovía en aquellos tiempos.
Regreso a Saltillo, mi ciudad y encuentro ahí también esas temperaturas altas. Pero viene la noche, y baja de la sierra un aire montañés que nos alivia. El jardín de la casa se embalsama con aromas de madreselva; agita sus ramas el nogal como abanico rumoroso.
Se olvida el cuerpo de sí mismo y sale el alma a caminar por la frescura de la noche.
Mañana hará calor otra vez, seguramente.
Pero mañana será otro día.
¡Hasta mañana!...