La biografía del virtuoso compositor y violinista Niccolò Paganini es definitivamente digna de una película hollywoodense. "El violinista del diablo" es probablemente una de las películas más famosas basada en su interesante vida, más no es la única que ha tratado de capturar la confabulada personalidad de uno de los personajes más importantes en la historia del violín y sus técnicas.
Paganini representa sin duda una figura trascendental y polémica en la música clásica, pues el tamaño de su talento fue quizá, solamente superado por ese de su mala reputación, ya que a finales del siglo dieciocho se creía que era el hijo del mismísimo chamuco. No es que tuviera un carácter tétrico, pero su talento como intérprete del violín fue tan extraordinario que los chismosos (o envidiosos) del pueblo emprendieron el rumor de que, un talento tan magnánimo solo se hubiera podido conseguir haciendo trueques con el diablo.
Lo chusco de la situación, es que a Paganini no le molestaba en lo mas mínimo: ¡Al contrario! Pareciera que también fuera un genio de la mercadotecnia, pues combinó su talento con su reputación, montando espectáculos sumamente polémicos en los que rompía cuerdas del violín mientras hacía trucos técnicos con el instrumento. Acá entre nos, seguramente debilitaba las cuerdas antes de salir a escena para asegurar que se rompieran, pero la gente siempre salía de sus espectáculos con mucho de que hablar.
No cabe duda de que, en vez de ser una figura malévola, el violinista más bien tomó ventaja del famoso "que dirán", pero es también cierto que tuvo su lado oscuro. Su fama de mujeriego y su adicción a las apuestas por poco acaban con su carrera profesional. ¡Hubo incluso una época en su vida en donde lo había perdido todo apostando, quedándose sin la posibilidad de comprar un violín nuevo!
Paganini es un modelo ejemplar de cómo la publicidad y la reputación de alguien supera muchos límites. Cualquier director de marketing diría que "toda publicidad es buena publicidad", en la creencia de que es mejor estar en boca de todos, que de nadie. La reputación de Paganini, la cual se alimentaba del morbo humano ayudó sin duda a vender miles de entradas y llenar salas de conciertos. Su asociación con el demonio, sin embargo, evitó que sus restos pudiesen ser enterrados en una iglesia, tomándole a su hijo un periodo de 36 años para enterrarlo.
