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Nacer tras las rejas

LA ORGANIZACIÓN SOCIAL REINSERTA TRABAJAN CON HIJOS DE RECLUSAS PARA QUE TENGAN UN MEJOR DESARROLLO

Para crecer. El Reclusorio Femenil Tepozanes es uno de los pocos que cuenta con las instalaciones necesarias para albergar a niños que viven con sus madres encarceladas. Ahí habitan siete pequeños, quienes tienen acceso a áreas lúdicas y educativas, además de que su celda está adaptada a sus necesidades.  (EL UNIVERSAL)

Para crecer. El Reclusorio Femenil Tepozanes es uno de los pocos que cuenta con las instalaciones necesarias para albergar a niños que viven con sus madres encarceladas. Ahí habitan siete pequeños, quienes tienen acceso a áreas lúdicas y educativas, además de que su celda está adaptada a sus necesidades. (EL UNIVERSAL)

AGENCIAS

El regalo que recibió Esveidi el Día del Niño fue conocer la calle por primera vez. Hace un mes la sacaron del Reclusorio Femenil Tepozanes y le mostraron un pedacito de realidad. La pequeña, con casi dos años, no conocía perros, gatos ni árboles. Mucho menos sabía que afuera de la fortaleza donde vivía había tantas mujeres y hombres.

Su destino se decidió dos años atrás, cuando la policía capturó a su mamá. Carolina había robado algunos autos y debía pagar. Un par de días después supo de su embarazo y tomó la decisión de inmediato: "Quise quedarme con Esveidi porque no quería estar sola".

La niña apenas balbucea unas cuantas palabras, pero durante su visita al exterior no dejaba de pronunciar: "Pa, pa, pa". ¿Habría posibilidad de que alguno fuera su padre?

Los miembros de la organización social Reinserta fueron quienes sacaron a Esveidi y a otros seis pequeños de su encierro. Los llevaron al Papalote Museo del Niño, pero después los regresaron a sus celdas. Con el fin de alejarlos del ambiente carcelario, la sicóloga y directora de la fundación, Saskia Niño de Rivera, intervino la prisión de Tepozanes creando un área materno-infantil, una guardería, una sala de juegos y celdas especiales para los menores.

Las autoridades de esta cárcel contactaron a Reinserta cuando el edificio estaba en obra negra. Querían cumplir con la Ley Nacional de Ejecución Penal, la cual obliga a las prisiones del país a modificar sus instalaciones si hay niños viviendo allí, para fomentar el desarrollo de los pequeños en sus primeros años.

En noviembre próximo es la fecha límite para acatar lo dictado por la ley, pero especialistas aseguran que son pocas las cárceles que cumplieron el mandato, aunque el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) contabilizó a 542 menores de seis años viviendo con sus madres reclusas hasta 2016. Esos menores de edad residen en 214 prisiones, es decir, en más de 50% de las cárceles de México, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Reinserta ha recorrido distintos centros de reclusión en la República, pero Saskia Niño de Rivera asegura sólo haber encontrado voluntad de crear espacios infantiles en la CDMX, Estado de México, Guerrero y Sinaloa.

Sofía Cobo, investigadora del Instituto Nacional de Ciencias Penales, añade que "se deben formar grupos de trabajo entre las instituciones corresponsables, sociedad civil e instituciones privadas para hacer cumplir la ley.

"El hecho de que los niños vivan en prisión ha generado muchas controversias. Por un lado son considerados víctimas, pero también se piensa, es un derecho de los niños vivir con sus madres en prisión", explica.

Carolina así lo pensó y decidió tener a su hija en el penal: "Antes yo estaba en las drogas, pero cuando te conviertes en madre te vuelves más responsable".

Vivir en la cárcel con un hijo es una simulación de la realidad. Carolina cuenta que despierta todos los días, baña a Esveidi y le dice: "Vente, vámonos, ya es hora de ir a la escuela". Después la deja en la guardería del penal y cuando por fin le regresan a su pequeña, la lleva a su celda para esperar la hora de la comida.

Las reclusas tienen derecho a la custodia de sus hijos hasta cierta edad, la CDMX permite a las madres tener a sus pequeños hasta los seis años, pero desde noviembre abandonarán las cárceles a sus 36 meses. Sólo quienes padezcan una discapacidad podrán permanecer más tiempo. El resto, cuando el tiempo expire, deberá irse con un familiar, a una casa hogar o al DIF.

Carolina ahora piensa que el exterior es un mejor mundo para su niña: "A mí sí me gusta la idea de que a los tres años los niños deben salir. Ellos son inocentes, no deberían estar aquí".

Ella dice estar lista para el momento en el que su hija deba salir: "Cuando pase eso quiero enseñarle a mi hija que estudie, que sea alguien en la vida. Trabajaré duro para darle lo que me pida. Tal vez mi hija no será la gran cosa en el futuro, pero quiero sacarla de aquí".

 TRES AÑOS: LA MEJOR EDAD

Es casi mediodía en el Reclusorio Femenil Tepozanes. Los menores de edad en este centro penitenciario están en el taller de desarrollo con sus madres, quienes colorean. Están en un cuarto colorido que podría ser de cualquier guardería, pero las rejas y el personal de seguridad están ahí para recordar que la libertad está lejos.

En ese salón se encuentra Tábata, quien cumplirá tres años y por ley abandonará la prisión. Se irá con algún familiar a seguir su vida en libertad.

Saskia Niño de Rivera, experta en derechos de los niños en reclusión, explica que los tres años es la edad indicada para sacarlos de los centros penitenciarios. "La cárcel se vuelve limitada en las necesidades del menor de edad. También se evita el trauma de un niño por haber nacido en una cárcel, así como los efectos sicológicos que puede generar la violencia en su mente.

"Los niños que viven en penales necesitan talleres. También debe hacerse entender a la madre que dejará ir a su hijo y no podrá incidir en la educación del menor", explica Niño de Rivera.

Agrega que las actividades infantiles "dan herramientas a los pequeños para que cuando se integren a la sociedad no tengan rezagos".

La planeación de las áreas infantiles en el Reclusorio Femenil de Tepozanes tomó semanas. "Las áreas lúdicas, la bebeteca, las celdas, todo tiene su razón de ser. Los colores de estas áreas nunca los podría conocer un niño aquí porque no son comunes en las cárceles. Los juegos se enfocan en huecos de desarrollo que van a tener", dice Saskia.

La experta resalta la importancia de crear estos espacios, puesto que ha encontrado niños caminando entre reclusos drogados e incluso están expuestos a escenas sexuales, lo cual genera estímulos prematuros con daños sicológicos.

"Tuvimos un problema con un niño que salió para cursar la primaria. Estaba en su primer año e inventó una historia donde él iba a prostituir a sus compañeras. Ese discurso no es propio de alguien de su edad", relata.

Sofía Cobo, doctora en Derecho, añade que "nuestro sistema penitenciario es violento. Si reconocemos a los niños y niñas como sujetos de derecho, debemos darles la garantía plena de sus derechos de salud, alimentarios y educativos".

La investigadora del Inacipe aseguró que los espacios educativos y lúdicos no son suficientes si no hay personal para atender a los niños: "La ley no resuelve problemas. Para que se respeten los derechos de esos niños debe haber un esfuerzo para generar políticas públicas y programas que impulsen las normas".

También la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se ha pronunciado. Después de dar seguimiento a las 214 cárceles habitadas por niños, concluyó: "Hay condiciones que dificultan una vida digna y segura, así como situaciones que vulneran sus derechos humanos", haciendo énfasis en la escasez alimentaria, educativa y en la falta de zonas recreativas para su desarrollo.

 RIESGO EN CENTROS PENITENCIARIOS

El hacinamiento y el autogobierno de las cárceles mexicanas son un riesgo para los niños que viven con sus madres, aseguran expertos. Por ese motivo piden la creación de espacios y celdas especiales para separar a los niños y sus mamás del resto de la población penitenciaria.

"Antes de meter a un niño a la cárcel con su madre se debe valorar si existen condiciones para que tenga un desarrollo libre de violencia, como si viviera en el exterior. Si tienes un penal donde no hay área de maternidad, los pequeños enfrentarán problemas fuertísimos como consumo de drogas, motines y un ambiente tenso", señala Niño de Rivera.

Reinserta nombró "niños invisibles" a los menores que habitan las cárceles. La organización social argumenta que no se les ha prestado la suficiente atención, ni siquiera para contarlos. Si bien el Inegi detectó alrededor de 500 casos en esta situación, la organización de Saskia tiene conocimiento de 700. Y la CNDH, por su parte, asegura que hasta hace tres años había 618 niños en 30 estados de la República.

Tábata, la niña que recientemente abandonó el Reclusorio Femenil de Tepozanes, sólo salió en dos ocasiones al exterior mientras estuvo en prisión. Primero a sus nueve meses, cuando fue el cumpleaños de su abuelito. Y después la sacaron al Papalote Museo del Niño con Esveidi y sus compañeros.

7NIÑOS viven junto a sus madres en la prisión de Tepozanes.

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Nuestro sistema penitenciario es violento. Si reconocemos a los niños y niñas como sujetos de derecho, debemos darles la garantía plena de sus derechos de salud, alimentarios y educativos”. — SOFÍA COBO, doctora en Derecho

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