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Activarse al bienestar

Quedarse quietos nos juega en contra

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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Fabio Pérez Vázquez

A los adultos, desde los 18 hasta los 64 años de edad, se les pide acumular, por semana, un mínimo de 150 minutos de movilización moderada o al menos 75 minutos de ejercicio intenso. Cuando se alcanzan los 300 minutos semanales el cuerpo lo agradece.

Combatir el sedentarismo, mover las piernas, estirar los brazos, salir a ejercitarse, es fuente de salud para mente y cuerpo.

El estarse quieto, con el riesgo de herrumbrarse, acarrea numerosos perjuicios, de los que se hablará en las próximas líneas. Pero vayamos por partes. Lo primero es la actividad física, cuya definición técnica, en el diccionario sanitario, es: cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Trabajar, jugar, viajar, realizar las tareas domésticas, dedicar una parte del día a actividades recreativas, son acciones que entran en esa definición.

La actividad física y el ejercicio no son sinónimos. Éste es una rama de aquella, participa del objetivo esencial de mejorarnos o mantenernos en buenas condiciones. El simple hecho de moverse de un lugar a otro, ya sea en los momentos de ocio o como parte del trabajo, es beneficioso para la salud

La activación de la masa corporal se divide en moderada e intensa. Los moderados son aquellos que caminan, montan en bicicleta, cosas así. La comunidad médica ha determinado que en el caso de niños y adolescentes entre los cinco y los 17 años de edad lo recomendable es tener al menos una hora de descarga energética diaria en cualquiera de sus modalidades. A partir de esos 60 minutos los beneficios son mayores, más cuando se llevan a cabo actividades que fortalecen músculos y huesos al menos tres veces por semana.

A los adultos, desde los 18 hasta los 64 años de edad, se les pide acumular, por semana, un mínimo de 150 minutos de movilización moderada o al menos 75 minutos de ejercicio intenso. Cuando se alcanzan los 300 minutos semanales el cuerpo lo agradece.

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BENEFICIOS

La intensidad a la hora de animar el físico varía de una persona a otra, mas en la comunidad sanitaria existe el consenso de, para ayudar a la salud cardiorrespiratoria, toda acción debe realizarse en periodos de al menos 10 minutos sin interrupción.

Echar a andar la estructura corporal no sólo remedia también previene, así sucede, por ejemplo, con posibles daños provocados por accidentes.

Los estados muscular y cardiorrespiratorio salen ganando, así como la salud ósea y funcional; se disminuyen las opciones de padecer hipertensión, cardiopatía coronaria, un accidente cerebrovascular, diabetes, algunos tipos de cáncer (como el de mama o el de cólon) y depresión. Además, minimizamos el riesgo de sufrir caídas y fracturas vertebrales o de cadera, con lo fundamentales que son para el equilibrio energético y el control de peso.

RIESGOS

La inactividad se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo de mortalidad a nivel mundial. Va al alza en muchos países y suele asociarse a un aumento en la carga de enfermedades no transmisibles. El riesgo de mortalidad entre quienes no se ejercitan lo suficiente es entre un 20 y un 30 por ciento superior al de quienes sí cumplen con los mínimos de activación recomendados.

En 2010, a nivel mundial, 23 de cada 100 adultos no se llevaron con la actividad, la negativa a expresiones moderadas o intensas se presentó más en mujeres (27 por ciento) que en hombres (20 por ciento). Además, 81 de cada 100 adolescentes de 11 a 17 años de edad no registraron suficiente activos.

En los países de ingresos altos las tasas son mayores: el 26 por ciento de los varones y el 35 por ciento de las féminas evitan esfuerzos de movilidad; en naciones de ingresos bajos, 12 de cada 100 hombres y 24 de cada 100 mujeres no se deciden por animar los músculos.

En la Organización Mundial de la Salud han observado que los niveles bajos o decrecientes de actividad física suelen corresponderse con un Producto Interno Bruto elevado o creciente. La mengua se debe, en parte, a la inacción durante los ratos de ocio y al sedentarismo en el trabajo y el hogar. Los modos de transporte “pasivos” tampoco ayudan.

En la OMS celebran que el 56 por ciento de los Estados miembro ha lanzado políticas para paliar la inactividad física. Hay una meta que consiste en mermar en un 10 por ciento, para 2025, las huestes de los sedentarios a ultranza. Dicho objetivo viene contenido en un acuerdo adoptado en 2013 por la Asamblea Mundial de la Salud.

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TRABAJO EN EQUIPOS

Los esfuerzos del sector sanitario no son suficientes. Factores ambientales, circunstancias sociales y temas de urbanización pueden desalentar a la gente, son cosas como el miedo a ser víctimas de la delincuencia, el tráfico denso, la mala calidad del aire, la falta de espacios públicos para desarrollar actividades físicas.

A países como México se les recomienda brindar a las personas más oportunidades de mover el cuerpo: promover la adopción de dinámicas saludables en la vida cotidiana, facilitar formas activas de transporte, como caminar o andar en velocípedo, que sean accesibles y seguras.

Según datos del INEGI, del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico, difundidos a principios del año pasado, el 58.2 por ciento de la población mexicana de 18 y más años es inactiva físicamente.

En el desglose por sexo, 63 por ciento de la población femenina no tiene entre sus hábitos diarios una movilidad ni intensa ni moderada, la misma descripción aplica para el 52 por ciento de los varones mexicanos.

El nivel de escolaridad juega en la distribución del tiempo y las opciones de ejercitarse. Sólo el 30 por ciento de quienes no concluyeron la educación básica tiene la costumbre de practicar alguna actividad físico-deportiva. El indicador se sitúa en el 55 por ciento entre quienes estudiaron al menos un grado de educación superior.

La mayoría de los individuos que practican algún deporte o ejercicio físico en el tiempo libre lo hacen por su salud (62 por ciento). La segunda causa más mentada fue la diversión (19 por ciento), mientras que la finalidad estética, “para verse mejor”, ocupó el tercer puesto (15 por ciento).

Los mayores de edad que abandonaron la práctica deportiva o que declararon nunca haberla realizado, revelaron que sus motivos fueron: falta de tiempo, cansancio por el trabajo y problemas de salud.

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