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MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

LO QUE CUENTA AL FINAL

Comienzo con una confesión. En siete minutos se cumple el plazo para enviar mi colaboración semanal, y apenas estoy sentándome a prepararla. La mañana se me fue en una labor original, divertida y entrañable, una serie de ensayos-errores hasta que quedó lo que esperaba. Resulta que es cumpleaños de mi hija, sus amigos la festejan, y me piden que le escriba algo. Esta primera parte no me costó mayor trabajo, tantos años en el oficio de escribir proporcionan habilidad para expresar aquello que queremos, en un tiempo relativamente breve. El problema fue cuando me solicitaron que grabara el escrito en una nota de voz, ahí empezaron las complicaciones técnicas: Buscar una música de fondo, grabar desde mi celular, seguir al pie de la letra lo que acababa de escribir. Colocar el celular en "modo avión", descolgar momentáneamente el teléfono de casa, además de pedir al cielo que el perro de enfrente no ladrara en esos 5 minutos y que nadie tocara la puerta. Esto último fue atendido de inmediato, comenzó a llover, el perro se guareció y las calles se vaciaron; el único ruido intrusivo fue el golpeteo de las gotas de lluvia en la ventana, que se integró como parte del fondo musical. Claro, lo que aquí cuento en cinco líneas, me llevó toda la mañana, subir la música, luego bajarla para que entrara la voz, mantener el nivel del sonido, hablar pausadamente, pero sin demorarme demasiado para empatar con la música, y al final, cuando la voz termina, subir el volumen de la música y finalmente irlo bajando hasta que desapareciera. Esto último me llevó dos ensayos. Así que terminé en la raya, con el tiempo encima, pero feliz de haber participado a la distancia en el festejo de mi hija.

Lo anterior me llevó a una reflexión que no por ordinaria es ociosa. En estas semanas, se me juntan la mayor parte de las fechas familiares más significativas, nacimientos, defunciones y demás. Es buen momento para recordar que al final del día lo que nos llevamos de este mundo es aquello que hayamos trabajado desde el corazón. Que todo lo demás podrá ser útil en algún momento dado, pero caduca con el tiempo, y una vez que hemos partido de este mundo, deja de tener significado por completo. Comprar carro, conocer lugares exóticos, estrenar guardarropa cada temporada. Son elementos que nos proveen de cierta satisfacción temporal, pero que a la larga pasan, y en el balance final poco cuentan.

La doctora Feggy Ostrosky, reconocida psiquiatra y psicoanalista, habla de la búsqueda de la satisfacción vital por diversas rutas: Habla de la ruta hedónica, que genera un placer inmenso de inmediato, pero por su carácter representa un riesgo de adicciones. La segunda ruta es la de la gratificación, esto es, aplicamos nuestras habilidades para construir algo que vaya más allá de nosotros mismos. La tercera vía es la del altruismo, emprender acciones encaminadas al bienestar de los demás, hacer algo por una causa, sin esperar reconocimiento alguno.

Para actuar nos rigen tanto la razón como el corazón; la primera aplica las matemáticas, hace cálculos de riesgo-beneficio y decide. El segundo actúa por convicción profunda, sin esperar nada a cambio. Sé que cada día es más difícil que encontremos personajes de esta talla, habrá que decir que sí los hay, pero muchas veces se cuidan precisamente de eso, de dar a conocer lo que hacen, pues son ajenos a la búsqueda de reconocimiento.

Ahora que estamos en temporada electoral, caemos en lo de cada seis años, escuchamos de parte de los candidatos promesas que no tienen manera de cumplirse, al menos no sin desestabilizar a toda la nación. Atendemos el discurso de uno y de otro, aunque dentro de nosotros sabemos que ninguno es totalmente sincero, ya que si lo fuera, no estaría prometiendo todo aquello. A ratos, hasta parece que nos contagiamos y comenzamos a actuar en nuestra propia vida como candidatos en campaña, anunciando lo que simplemente no podemos cumplir.

Vaya con esto una exhortación a ser más leales a las causas que seguimos, con la mirada puesta en lo que finalmente nos lleva a trascender. No perdernos en promesas vanas, no disgregarnos en la búsqueda de aquello que, al final del camino, nada habrá representado para nuestra vida.

Pido a Dios que me permita apasionarme de otras cosas como hoy hice en la elaboración de la nota de voz para mi hija, al grado de perder la noción del tiempo y apurarme a escribir en 15 minutos lo que habitualmente me lleva un par de horas. Que con ese mismo entusiasmo pueda yo actuar en otros aspectos de mi vida, aplicarme para vencer nuevos retos y apurar la copa saboreando el dulce sabor de la victoria, en este caso, la conseguida frente a la tecnología. ¡Para este reto, mate a la reina!

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