Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. Hizo un crucero a la Antártida, y por primera vez los pingüinos tuvieron frío. Una noche su esposo, don Frustracio, le pidió que lo recibiera en su lecho. "¿Otra vez?" -se molestó la gélida señora. "Mujer -rogó el marido-. La última ocasión en que lo hicimos fue cuando el CCXI aniversario del natalicio de don Benito Juárez, y eso fue el año pasado". "¿Y ya quieres de nuevo? -bufó doña Frigidia-. ¡Eres un maniático sexual!". El pobre don Frustracio estaba urgido de sedar sus rijos de varón, pues a causa de su forzada continencia andaba nervioso y desasosegado. Semen retentum venenum est. Así, con vivas instancias repitió su ruego. Tras una serie de empecinadas negativas la señora cedió por fin. No se dio del todo, sin embargo, pues en el curso del acto conyugal se puso a leer "Rosas en flor", revista del corazón. Llegó a la última página en el preciso instante en que su esposo alcanzaba el clímax de la unión. "¿Ya ves? -le dijo doña Frigidia a don Frustracio-. Terminamos los dos al mismo tiempo. ¡Y dices que no tenemos compatibilidad sexual!". El Conde Naddo pertenecía a la nobleza más rancia. De ahí el olor que despedía. Era duro de oído -de oído nada más, decía la condesa-, y confundía las palabras y sonidos. Una noche él y su esposa cenaron con el general Store en el Casino Militar. Sonó de pronto el fuerte cañonazo con que se saludaba a la bandera al ser arriada. El señor conde se irritó. Le dijo a Store: "General: eso aires no se dejan salir en presencia de una dama, y menos de manera tan ruidosa". Cierto día llegó el conde a su casa. El mayordomo, confiado en la sordera del conde, lo saludó como hacía siempre para divertir a las mucamas: "¿Cómo le fue al pendejete e idiota del señor conde?". Respondió Naddo: "Muy bien, cabrón e hijo de la chingada. Me compré un aparato para la sordera y ahora lo oigo todo". La hermana Sister es organista de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite el adulterio a sus fieles a condición de que previamente se arrepientan). Una mañana acudió ante el reverendo Rocko Fages, el guía espiritual de la congregación, y entre lágrimas le confesó que estaba fornicando con Amaz Ingrace, el pastor de la iglesia vecina. "¡Ah, pecadora! -clamó Fages, que era experto en clamores-. ¡Hasta el infierno te seguirá la ira de Dios! ¿Cómo es posible que hayas ido a la iglesia vecina a fornicar con ese pastor? ¡Ésta es tu iglesia, desdichada! ¡Debes fornicar conmigo!". La esposa de Babalucas le pidió que fueran a buscar conchitas en la playa. En eso estaban cuando de pronto la señora exclamó, jubilosa: "¡Mira, Baba! ¡Un Rolex!". "Déjalo donde está -le ordenó el tonto roque-. Venimos a buscar conchitas, no relojes". Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, tenía un perico que le gritaba de continuo: "¡Tráeme una cotorra pa' follármela! ¡Tráeme una cotorra pa' follármela!". Preocupada por eso doña Panoplia llevó al loro con un veterinario. El facultativo le indicó: "Su perico necesita con urgencia una hembra. Tengo aquí una periquita. Por mil 500 pesos su perico podrá desfogar con ella sus impulsos". Doña Panoplia aceptó. El médico puso al loro con la periquita y cubrió la jaula con un lienzo a fin de dar privacidad a la pareja. En eso se oyeron gritos angustiados de la cotorrita, y una lluvia de plumas salió de la jaula. Acudió a toda prisa el veterinario. El salaz perico estaba desplumando a la asustada cotorra al tiempo que le decía con siniestra sonrisa de lubricidad: "¡Por mil 500 pesos te quiero encueradita, chula!". FIN.

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