El guajolote, pavo real del gallinero, pasea con aire de aristócrata entre el proletariado de patos y gallinas.
Lo miro, hinchado de sí mismo, y me pregunto por qué es tan vanidoso. En sus alardes de la primavera ni siquiera piensa que algún día llegará la Navidad.
El guajolote o pavo tiene muchos nombres. Se llama también cócono, pípilo, totol, chumpe o chumpipe, mulito, concho. Esos nombres los he recogido en mis andanzas por la República. Seguramente hay otros que no conozco aún. Quizá tener tantos y tan variados nombres es lo que ha hecho soberbio al guajolote, cócono, pípilo, totol, etcétera.
Dice un dicho del Potrero: "Aunque te llames pavo, guajolote, acabarás en mole". La sentencia se aplica a quienes son alzados y hacen jactancia de su buena fortuna sin pensar que algún día pueden caer.
Va y viene por el corral el guajolote con su majestad a cuestas. Despliega el abanico de la cola, arrastra las alas por el suelo como un manto real y dice su estentóreo grito como para que el mundo sepa que aquí está.
"Aunque te llames pavo.".
¡Hasta mañana!...