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Enfoque

México y su circunstancia

RAÚL MUÑÓZ DE LEÓN

Damos una ligera variante en la línea que nos hemos propuesto en esta columna, que cumple el próximo 1º de mayo dos años y medio de publicarse semanalmente cada domingo...

Gracias a la gentileza de los editores de El Siglo de Torreón, que nos han proporcionado un espacio en sus acreditadas páginas para abordar temas de diversa índole.

Enfoque apareció por primera vez el día 1º de noviembre de 2015, entonces con el título de Enfoque Regional Urbano. Hoy trataremos un asunto de importancia vital, pues Enfoque no puede sustraerse al momento que vive México, y no resistimos la tentación de exponer este modesto punto de vista, todo con el propósito de aportar lo que convenga al país, pues creemos que nada sobra ni resulta inútil.

El sistema político mexicano está en crisis; comenzando por el desorden que hay en los partidos políticos, en todos, con divisiones, con luchas internas, disputándose los líderes candidaturas y posiciones en las listas plurinominales; alianzas de partidos, históricamente rivales y con plataformas ideológicas contradictorias, imposibles de pensar en acuerdos, que se unen sólo en ambición del poder por el poder mismo, y no para servir.

Consideramos que la reflexión que requiere el ciudadano mexicano en este momento electoral, debe partir de la clara concepción de entender que la política y su consecuencia, el poder público, deben ser un instrumento de servicio y de transformación. Hacer una valoración con ánimo crítico y bien sustentado de quienes aspiran a la presidencia de la República, pues es necesario reconocer la importancia de preservar y defender los valores nacionalistas de justicia social, paz y libertad, y rescatar nuestra tradición liberal, laica, promoviendo la participación de los grupos más vulnerables de la sociedad, en el diseño de programas y políticas públicas que los beneficien.

Fijemos nuestra atención e intención en el candidato que proponga conocer y reconocer nuestro pasado y la actual circunstancia de México, que implica trabajar en un proceso de modernización que incluya rescatar los valores fundamentales para lograr cohesión e identidad en esta etapa crítica, aportando ideas nuevas que enriquezcan y den a México perspectiva de futuro.

El ciudadano mexicano tiene en este momento la oportunidad de combatir en las urnas y no con las armas, a una postura enfermiza y anquilosada, a una tendencia obsesiva y esquizofrénica, y a candidatos anodinos e indefinidos, que hoy se presentan con el traje de un partido y mañana con las vestiduras de otro; que sistemáticamente se oponen a un proyecto nacional incluyente, de oportunidades y de justicia, un proyecto que reconozca la libertad de los individuos y que valore a la comunidad y el trabajo colectivo de la sociedad.

El candidato que tenga una propuesta ideológica de avanzada, producto de una intensa reflexión que la enriquezca y actualice, que responda a la demanda ciudadana de educación, salud, vivienda, trabajo, justicia, estado de derecho, respeto a las minorías, alternativas de futuro para los jóvenes, equidad de género y progreso sostenido. Quien ofrezca esto y diga cómo hacerlo, es por el que debe votar el mexicano.

El aspirante que logre la adhesión de las mujeres y los jóvenes, mediante una propuesta fresca, realista y sensata, seguramente se alzará con el triunfo, pues bien sabido es que el padrón electoral está compuesto mayoritariamente por mujeres que se han ganado el reconocimiento y el respeto de la población, y por una generación nueva inteligente, informada y con un alto sentido crítico de la realidad política mexicana.

Cuidado con la equivocación. Rescatemos con dignidad el valor de lo realizado, las instituciones creadas; tengamos imaginación para valorar nuevos esquemas de participación y de trabajo. Que el voto sea para quien tenga inteligencia y capacidad técnica que le permita plantear políticas públicas coherentes e integrales que ofrezcan expectativas reales de bienestar.

Esta es una hora crucial para México. Tenemos un patrimonio histórico que preservar y proteger. Que se otorgue el voto para el que presente un proyecto político para el país, que permita ofrecerle a la sociedad un México próspero, justo y democrático donde la autoridad rinda cuentas y se fortalezca la participación ciudadana.

México votará por un proyecto que resuelva con imaginación la incorporación de la variable ecológica al modelo de desarrollo, que impulse la integración de todas las regiones del país, un proyecto que permita generar una dinámica de crecimiento continuo que se traduzca en calidad de vida y bienestar personal y familiar.

No dejemos que nos engañen el discurso político, los rostros, las sonrisas y los ropajes. Identifiquemos a los simuladores y a los falsos profetas. No lloremos mañana lo que no supimos defender hoy. México necesita de todos nosotros, de sus hombres, de sus mujeres y de sus jóvenes. De sus técnicos y profesionistas, de sus médicos y sus abogados, de sus arquitectos y de sus profesores, de los que hacen planes y de quienes los ejecutan. El futuro del país está en juego. Participemos acertadamente para ofrecerles a los que hoy son niños un México fuerte, unido y progresista.

Nuestra historia es rica en ejemplos de mexicanas y mexicanos que han luchado con valentía y decisión en los momentos difíciles y complicados para salir de las crisis y llevar a México adelante, para hacer de él el país que hoy tenemos y disfrutamos, a pesar de los errores, los vicios y defectos de quienes lo han gobernado.

Hay quienes ofrecen el paraíso con todas sus delicias y placeres, y prometen la luna, incluyendo las estrellas, con tal de ganar la voluntad popular y obtener el voto; una vez conseguido se olvidan de lo que prometieron y hasta se mofan cuando algún ingenuo ciudadano les recuerda y reclama su oferta política, que no fue sino una engañosa plataforma de campaña. ¡Aguas, mexicanos!

A propósito, circula en redes sociales un cuento que viene al caso: "Un mexicano al fallecer, comparece ante San Pedro, quien le da a escoger entre el cielo y el infierno. Al verlo indeciso, el portero celestial le dice: para ayudarte a decidir, te voy a enviar 24 horas al infierno y luego 24 horas al cielo. En efecto, de repente, el mexicano se ve en un lugar agradable, con clima artificial, donde hay bellas mujeres, vino, música y abundante comida; las mujeres lo atienden espléndidamente y le satisfacen todos sus deseos y necesidades, y el mariachi le complace con todas sus canciones. El individuo goza placenteramente a sus anchas. Es el infierno. Termina el tiempo de su estancia, y ¡zas! ahora está en un lugar triste, aburrido; pequeños angelitos van de nube en nube tocando la lira. No hay bebidas, ni mujeres, ni comida, ni música. Es el cielo. Después de estas experiencias San Pedro le pregunta: ¿ya decidiste a dónde quieres ir? Sin vacilar, el mexicano contesta apresuradamente: pues al infierno! San Pedro le cumple, y nuevamente lo envía al primero de los lugares visitados. Pero al llegar se encuentra con un panorama totalmente diferente: ahora hay fuego y el calor es insoportable, no hay damas complacientes, sino diablesas que lo someten a trabajos pesados, no hay agua siquiera para mitigar la sed. En fin, un tormento. Desconcertado, el mexicano pregunta al encargado del lugar: ¿Qué pasó aquí, este no es el lugar que yo conocí? Contestándole el diablo vigilante, sonriendo maléficamente: lo que pasa es que cuando viniste, andábamos en campaña, y queríamos ganar adeptos. Tú fuiste uno de ellos".

Quizá como nunca, hoy es fundamental una definición acertada que permita saltar al futuro. Es tarea urgente y compartida que tendrá que despejarse el próximo 1º de julio. ¡Ahí nos vemos!

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