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ARTURO MACÍAS PEDROZA

LOS NIÑOS, PRIMAVERA DE LA FAMILIA Y DE LA SOCIEDAD

Me llamo Cipriano. Tengo 7 años, trabajador en una mina y voy a la escuela. Soy parte de los 3.6 millones de niños mexicanos entre 5 y 17 años que trabajamos. Soy pequeño pero ya grande. Llevo algunos pesitos a la casa para que mi mamá compre frijoles. Me levanto todas las mañanas para ir a la escuela. Después de clase, voy a trabajar. Baja a ese gran agujero negro que siempre me da miedo; como soy pequeño, paso fácilmente entre las galerías y transporto pesadas cargas de mineral. Respiro mal a causa del polvo, pero debo continuar para llevar algo de dinero a la casa y algún día cambiaremos de casa y tendremos agua de la llave. Regreso cansado a casa. No pude hacer la tarea, llegué tarde a clase y me quedé dormido sobre la banca de la escuela. Mi papá dice que no tiene caso que continúe yendo a la escuela. Si voy más tiempo a la mina ganaré más pesos, "pero yo quiero seguir yendo a la escuela" Le respondo, y me golpea como lo hace frecuentemente. Entonces triste me voy a dormir y sueño en la tarea que debería haber hecho: sobre un papel escribo algo relacionado con los derechos del niño:

1. Soy pequeño, mi papá y mi mamá me protegen.

2. Como tres comidas al día.

3. No trabajo porque soy pequeño.

4. Todos los niños vamos a la escuela.

5. No golpear a los niños.

6. En todos los países de la tierra, los niños somos todos iguales.

7. Seré grande hasta que tenga 18 años.

En los niños se fragua el futuro de la humanidad. La solicitud por el niño, desde el primer momento de su concepción y en los años de la infancia y la juventud, es la verificación primaria y fundamental de la relación del hombre con el hombre. La acogida, el amor, la estima, el servicio (material, afectivo, educativo, espiritual) a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de toda la sociedad, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos.

Esto vale respecto a todo niño, especialmente si es pequeño y necesita de todo, está enfermo o delicado.

El valor sagrado de la vida humana puede ser descubierto por todo aquel que se abre sinceramente a la verdad y al bien, y afirmar el derecho de cada ser humano a ser respetado. Hoy, una gran multitud de niños, están siendo atropellados en su derecho fundamental a nacer. Desde que es concebido, el niño tiene derecho a ser cuidado, esperado, respetado en su integridad y en su vida y amado.

El día del niño es una oportunidad de recordar que hay que amar efectivamente y concretamente a niños que necesitan de toda la sociedad para vivir en plenitud su infancia, de hacer ver el valor de la vida a todos los que la rechazan, desperdician o destruyen (no sólo por la violencia de las armas sino de las mil formas en que es atacada la vida: abortos, rechazo de los minusválidos, marginación, discriminación por diversas causas, violencia intrafamiliar, corrupción, injusticia, etc.). El niño aún espera no sólo que le tutelen sus derechos sino incluso que los identifiquen, que se los reconozcan, porque erróneamente son considerados "personas incompletas". La necesidad primordial es la misma de los adultos. La necesidad de ser formados. De crecer en SER.

Ante la necesidad de cambiar la economía, la política y la educación nacional, que traería verdaderos beneficios a la niñez, muchas de las celebraciones de día del niño han quedado en evasivas hipócritas. Un regalo barato dado de parte de quienes deberíamos ofrecerles un mejor país y no lo estamos haciendo es una burla para ellos. Sería mucho mejor que sus padres tuviesen un trabajo digno con salario justo y una educación de calidad; programas y políticas que tuvieran en cuenta sus necesidades. El dispendio, la corrupción y la ineficiencia repercuten directamente en ellos que son los más débiles. Las transformaciones estructurales están quedando pendientes, ya que a quienes nos toca hacer esos cambios, nos mueven más bien intereses mezquinos, particulares o de grupo.

La padres son los primero y principales educadores de sus hijos. Este derecho-deber es esencial, original y primario, insustituible e inalienable y, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros (aunque pueden compartir y dejarse ayudar por otras personas e instituciones). El amor paterno y materno es el elemento primordial que guía la acción educativa concreta. El estado tienen el deber de dar a las familias todas las ayudas posibles para ejercer su función educativa y su servicio a la vida y a la sociedad.

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