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Pedir peras al olmo

Un grito en la oscuridad de la sinrazón; la voz que clama en el desierto de la incongruencia; así parecen ser los llamados que hace Ricardo Anaya al presidente Peña Nieto, a quien acusa de tener las manos metidas en el proceso electoral, por medio de la PGR, una institución “política y politizada, manipulada y manipulable”, en palabras de Denise Dresser.

Difícil es soltar el poder, cuando se está enquistado en él, cuando se ha vivido (¡Y bien!) del erario público la mitad de su vida, y algunos políticos más aún.

Difícil es cambiar un statu quo cuando las herramientas y medios de producción están en manos de una minoría enriquecida desmesuradamente y que en el camino se ha despojado de escrúpulos moralistas, adoptando por biblia la obra cumbre de Nicolás Maquiavelo: “El Príncipe”; han cambiado una ideología humanista por otra que satisface su megalomanía.

El peor presidente de México en las últimas décadas se rehúsa a dejar el poder en manos que no sean de su equipo élite; aunque sorprende que haya apuntado sus baterías al Joven Maravilla, cuyo pecado no es diferente al de muchos otros políticos; y si ponemos todos los delitos en una tabla rasa, bajo la premisa de que tan ladrón es el que roba un peso, como el que hurta un millón, entonces tan culpable es el que oculta información valiosa para las mayorías como los autores del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios), y también José Antonio Meade Kuribreña que aumentó dicho impuesto para las gasolinas.

Si Anaya es culpable de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, también en el gabinete peñanietista, en las cámaras del congreso y en algunas gubernaturas del país, hay servidores públicos con nombre y apellido que han cometido ésos y otros delitos; y si de sobornos y cohechos hablamos, la lista sería muy larga. Quizás por ello la PGR ha optado por archivar los expedientes y trabajar con diligencia en el desprestigio del candidato que supera en preferencia electoral a Meade. Tal vez ésa sea la razón por la que no se ha vinculado a proceso a ninguno de los que intervinieron en la estafa maestra, (Rosario Robles y Meade, entre muchos otros),ni se ha llamado a declarar al exgobernador Rubén Moreira, ni tampoco a quienes fueron sobornados por la empresa Odebrecht, Emilio Lozoya, por ejemplo.

Bajo una sombra gris se ve la silueta de Peña Nieto, pero sus reformas están hoy más que nunca bajo los reflectores del mundo, sobre todo la Energética, esa reforma que está exprimiendo los bolsillos de los mexicanos. La gallina de los huevos de oro (Pemex) ha sido desplumada viva. Pero Pemex como empresa no quebró sola, la quebraron sus malos administradores, y Lozoya fue uno de ellos; la quebró el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana: cientos de “aviadores” y trabajadores con sueldos millonarios bajo el mando de Romero Deschamps. ¿Cómo no iba a quebrar una empresa así? ¡No!, no fue ineficiencia, negligencia o ineptitud de los trabajadores; fue robo descarado, fue maldad pura, en contubernio con la élite del poder. ¡Y Meade, como secretario de Hacienda con Calderón y con Peña, también pertenece a ese grupo! ¡Y ahora habla de castigo a los corruptos! De tanto que ha hablado de combate a la corrupción y a la impunidad, de tanto morderse la lengua va a terminar sin ella.

Lo que no sabe el PRI-gobierno es que lo que no mata, fortalece; y lo que se ha hecho es victimizar a uno de los que aplaudieron las reformas: Debería saber la PGR que hacer una mártir a un adversario político más que matarlo es vivificarlo.

¿Y a AMLO, qué le tendrán preparado?

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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