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Un popote menos, grandes efectos

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LAURA PUENTES

Muy pocos se sabe del origen del popote, pero con el paso de los años se ha convertido en un utensilio indispensable para beber nuestros líquidos,  sin embargo estos fueron bautizados con ese nombre en México a partir de una derivación del náhuatl popotl, como se le nombra al tallo que se usa para hacer escobas. En cambio en otros países se les conoce como cañas, pajillas o tubitos, y el término en inglés drinking straw también remite a pajilla.

El popote está hecho de un compuesto llamado prolipopileno, que es un polímero termoplástico utilizado en una amplia variedad de aplicaciones incluyendo el embalaje, industria textil (por ejemplo, cuerdas, ropa interior térmica y alfombras), artículos de papelería, partes de plástico y envases reutilizables de varios tipos, equipos de laboratorio, componentes de automoción, e incluso la industria de la construcción.

En México se producen cada año 22 mil 351 toneladas de popotes. Así lo señala el estudio "Residuos de plástico, generación y oportunidades de manejo, popotes de plástico en México", elaborado por Comisión de la Industria del Plástico, Responsabilidad y Desarrollo Sustentable (CIPRES) de la Asociación Nacional de la Industria Química (ANIQ).

Del total de popotes residuales, 14 mil 594 toneladas (65.3 por ciento) terminan en rellenos sanitarios, mientras que 453 toneladas acaban en zonas costeras.

Aunque el popote tiene un aspecto inofensivo y pareciera que es un simple accesorio que nos facilita la forma en que ingerimos líquidos, la realidad es diferente, la razón es que no son biodegradables y pueden perdurar en el ambiente hasta 100 años.

Pequeñas acciones

No es nuevo escuchar a diversas asociaciones y grupos ambientales hablar sobre campañas en contra del uso del popote, principalmente en los restaurantes donde lo que se pretende es disminuirlo. Particularmente en Torreón, la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en coordinación con instituciones educativas y medios de comunicación, se encuentran actualmente trabajando en una campaña para lograr este cometido.

Sin embargo, las campañas no son la única forma en la que se trata de erradicar la generación de basura a base de estos, también existen proyectos que plantean la creación de pajillas biodegradables o hasta comestibles. Tal es el caso de Lolistrawe, una iniciativa que busca atacar esta problemática por medio de popotes comestibles, hechos a base de algas marinas que desintegran en el agua, no transgénicos y 100 por ciento libres de plástico.

La idea surgió gracias a Chelsea Briganti y Leigh Ann Tucker, diseñadoras industriales y fundadoras de Loliware, una compañía que elabora vasos comestibles de distintos sabores desde 2015.

Otra idea innovadora fue la generada por la mexicana Valeria Lozano Fernández, quien en el 2017 creó la compañía Bambú, la cual produce popotes de bambú 100 por ciento natural.

Los popotes nos han facilitado la forma en que ingerimos nuestras bebidas, pero actualmente ya existen alternativas que nos ayudan a mantener nuestro planeta y los seres vivos que lo habitan en las mejores condiciones.

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Escrito en: Popotes Cuidado Ambiental

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