De una forma inesperada comencé a preguntarme sobre los espejos, qué uso se les da en el arte. Por sugerencia investigue su definición, lo cual me pareció gracioso porque mi primer reflexión fue que conozco su significado, ya que es una palabra simple, ese objeto doméstico usual en cualquier habitación, cotidiano como cualquier mañana.
Pero al leer la definición del diccionario me di cuenta que no sólo es ese objeto lustroso testigo de lo que tiene delante. También es cualquier reflejo o modelo, en su sentido metafórico.
Quizá el mismo espejo es reflejo de tantas cosas que nos intrigan y por ello podemos encontrarlo en versos, pinturas, esculturas, diseño o estudios de los más diversos campos del conocimiento.
¿No es para el pintor un aliado fiel cuando ha de hacerse un autorretrato? Quedando inmortal incluso en algunos casos el mismo espejo sobre el lienzo, que con arduo afán presencia la escena completa.
Dalí lo hizo con Gala mirando la cristalina superficie, Jan Van Eyck retrato en la intimidad de un dormitorio a una joven pareja siendo visitada, usando los pequeños detalles como herramienta para generar una narrativa en el cuadro. En este caso el espejo. En las meninas de Velázquez un pormenor genera una perspectiva más amplia de la imagen, los reyes de España siendo partícipes en un plano secundario. De nuevo el pequeño detalle que refleja una realidad más allá de lo que en un primer momento percibimos.
Quizá esto tiende más a la reflexión filosófica, pero que acaso ¿el arte no es eso, puesto sobre alguna materialidad? ¿Los autorretratos no fungen como ese intento de hacer permanente el instante en que el autor torno la mirada sobre sí mismo? Entonces llegan más preguntas que respuestas, son reflejos o copias o duplicados. Platón desestimaba las artes porque si la realidad era una sombra del mundo de las ideas, entonces cualquier intento de reproducirla era una copia de otra. Pero eso no ha hecho desistir a nadie, de seguir plagando versos o lienzos inspirados por él.
En las letras cuántas veces ha aparecido, Vicente Huibidoro habla del agua mediante un espejo que corre hasta estancarse en la firme y orgullosa intención de hacerse presente ante otro ser. Borges con “El espejo y la máscara” nos invita a entenderlo como una imitación de la realidad un duplicado.
Otro que no sólo nos permite vernos, sino que también aquello que deseamos profundamente es el espejo de Oesed, el alivio y la perdición de muchos incluyendo los que son capaces de manipular poderes sobrenaturales, pero que tienen las mismas seducciones de que los no magos. Probablemente como la suerte que corrió Narciso que en su vano enamoramiento pereció por tratar de tener algo que no era posible en su realidad.
Y si buscamos reflejos, no hay forma más poética que verse reflejado en los ojos de alguien. La ventana del alma, entonces tendríamos dos. Y si el alma como psique da cuenta de los sentimientos humanos coincide con algo que sucede con el arte. Podría mencionar como ejemplo cada uno de los cuadros de Van Gogh, que retratan su vida gráficamente, pero hay más que eso, una emocionalidad que rebasa el bastidor hasta tocar a quien ve la obra.
Esta circunstancia es estudiada y practicada por terapeutas –que a su vez son espejo de su paciente- entre ellos J.D.
Nasio quien explica que identificarse con esa emoción genera un impulso creador cuando se contacta con el sentimiento que movió al autor para crear la pieza.
Hay muchos reflejos, unos los buscamos otro no. Pero en la búsqueda esta aquel que nos muestre la realidad que recree aquello que incluso nos contenemos de ver.
