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El caso de Luis Alberto Pérez, ortopedista pediatra acusado en Oaxaca por el delito de homicidio con dolo eventual es un claro ejemplo de las inconsistencias del sistema. El niño es llevado a un hospital del Sector Salud donde no cuentan con lo necesario para la cirugía requerida. Lo movilizan a un nosocomio particular, entra a cirugía, durante la misma surge una reacción alérgica grave y el niño fallece.

Desde prisión el doctor Pérez publicó una carta a través de la cual él hace un recorrido literario de lo que fue su preparación profesional, desde que aspiraba a ingresar a la carrera de Medicina. La leí y me identifiqué con cada etapa de su formación, los años de estudio en aula; el pregrado; el servicio social: los años de especialidad. Me hizo recordar además, un episodio de mi vida en el que yo también fui #Luis, aunque en mi caso las cosas no avanzaron a los niveles que padeció el compañero.

Durante un par de años ocupé la Dirección Médica del Hospital General de Zona y la Unidad de Medicina Familiar del IMSS en Piedras Negras. Mis dos hijos eran muy pequeños entonces, y la responsabilidad del puesto no me permitía atenderlos como se requería, así que regresé a ocupar mi base de pediatra. Poco tiempo después, ocurrió un accidente en la sala de Pediatría. Un niño al que la auxiliar de Enfermería iba a bañar activó la palanca del agua caliente y se quemó parte del cuerpo. Siendo yo responsable de la sala, hablé con la mamá, le expliqué lo que había sucedido y le detallé el manejo hospitalario que daríamos a las quemaduras. Esto ocurrió en el verano; el cubículo del paciente se sentía muy caliente, en particular por las tardes, de modo que la madre me pidió que le autorizara llevarse al niño a casa. Tras un par de días, terminados los antibióticos intravenosos, accedí a darlo de alta con medicamento oral, vendajes en las áreas de las quemaduras, y el firme compromiso por parte de la madre de llevarlo diariamente a curación.

En cuanto la madre salió del hospital con su niño, se fue a los medios de comunicación a señalarnos a la enfermera y a mí de criminales. Días después me llegó un citatorio para comparecer ante Ministerio Público. Un abogado -buen amigo- se ofreció acompañarme. Tomaron mi declaración, expliqué en qué términos había dado de alta al paciente, lo que -para mi fortuna- estaba documentado en el expediente médico. En seguida me pidieron esperar afuera de aquella oficina, lo que se prolongó toda la tarde; en un par de ocasiones asomó la cabeza el amigo abogado para decirme que insistían en fincar cargos en mi contra. En esos tiempos el MP estaba a la entrada de la antigua cárcel municipal, de modo que durante aquella larga espera la imaginación me jugaba chanzas, ya me veía yo ocupando una de aquellas celdas y mis hijos preguntando a su papá por qué mami no había vuelto a casa. Más delante pude enterarme que detrás de aquel procedimiento judicial manido había otro tipo de intereses en juego. La acusación finalmente no progresó, y pude regresar a casa a las 9 de la noche.

Desde esa perspectiva autobiográfica entiendo muy bien lo que pasó el doctor Luis Alberto, quien afortunadamente ya sigue su proceso en libertad. Él obró con la mejor voluntad para resolver un problema quirúrgico urgente. Es terrible que una criminalización como esa suceda a un profesional médico, en tanto las grandes carencias en el área de la salud están desatendidas. Se exige que el profesional de la salud trabaje al 100%, sacando adelante la atención de los pacientes, cuando tantas veces no hay suficiencia en instalaciones, equipos o insumos. ¿Cómo es posible que la ley funcione de un modo para unos asuntos y de otro modo para los restantes? Por ningún concepto se justifica considerar bajo el término "negligencia médica" deficiencias en la atención de pacientes por causas ajenas a la actuación médica. Por otra parte, no es posible criminalizar a los profesionales de la salud por eventos cuya aparición escapa totalmente de la voluntad de quienes participan en un procedimiento médico.

Se requieren modificaciones para tipificar los delitos de la práctica médica por la vía civil -y no penal--, como está normado en otros países. No es posible que el médico arriesgue todo en el desempeño de su práctica profesional, mientras que las instituciones actúan engañosamente, escatimando recursos indispensables para la atención de los pacientes. En este caso concreto, cuando el accidente del helicóptero del gobernador Murat, el doctor no dudó por un momento en atender a los heridos fuera de su horario de trabajo. ¿Y así es como le pagan?...

México necesita un saneamiento exhaustivo de sus instituciones. Este es buen momento para comenzar a hacerlo.

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  Por: María del Carmen Maqueo Garza

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