Adán se mortificaba porque Eva era indiferente a las bellezas que Dios había creado.
El hombre se arrobaba ante el cielo lleno de estrellas, y Eva ni siquiera las miraba.
Se extasiaba él viendo un hermoso amanecer, y ella bostezaba.
A Adán lo emocionaba la inmensidad del mar, y Eva decía con desgano: "Demasiada agua".
Un día, sin embargo, el hombre se asombró al ver que su mujer caía de rodillas ante una nueva creación del Augusto.
Le preguntó al Señor:
-¿Qué hiciste, Padre, que Eva se arrodilla ante tu obra?
Respondió el creador:
-Para ti y para mí lo que hice es un lago. Para ella es un espejo.
¡Hasta mañana!...