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Crónica gomezpalatina

En Memoria de Horacio Torres Castillo, hombre de vocación de servicio y amor a México. Cronista

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

En las décadas anteriores a los años 40's, la oferta educativa de la región lagunera era muy escasa, mayormente en el municipio gomezpalatino, donde solamente unas cuantas escuelas daban servicio a los habitantes del municipio y en la mayoría de los casos, se trataba de escuelas particulares que atendían a los hijos de personas de mediana posición económica, únicos que podían sufragar los gastos que originaba la enseñanza. Pero cada vez más crecía la inquietud entre los habitantes de las ciudades comarcanas, de contar con instituciones que pudieran otorgarles educación de mejor calidad y en mejores condiciones de confort, conscientes de que solamente habría de llegar la superación para la gente de estas latitudes a través del conocimiento, mayor capacidad de razonamiento y poder de decisión, para alejar en forma definitiva el fantasma de la ignorancia y sus dramáticas consecuencias, la pobreza, la marginación y la desesperanza, en la única forma posible, a través de la educación como respuesta a los más caros anhelos, permitiendo para sus jóvenes una vida decorosa, digna y llena de esperanza.

Esa creciente preocupación y la aparición de personajes destacados que se interesaban en el progreso que traía consigo la escolaridad, a través del naciente apoyo gubernamental, se fueron abriendo centros de estudio de nivel medio y superior, dando margen al despliegue de la preparación inicial encendiendo el motor del avance incontenible de la preparación de la niñez de nuestra Patria y en consecuencia de nuestro terruño. En ese momento y de la mano de gentes tan visionarias como la ilustre mentora doña Blandina Ibarra viuda de Guerrero, impulsora y pionera de la educación media superior en Gómez Palacio, quien promovió la formación de la Escuela Secundaria Prevocacional "18 de Marzo", antecedente inmediato del Instituto Industrial "18 de Marzo", posteriormente convertido en el Instituto "18 de Marzo", con su nuevo y funcional edificio inaugurado a mediados de 1940, por su principal promotor el general Lázaro Cárdenas del Río Presidente de la República, de la mano del entonces gobernador de Durango Coronel Enrique R. Calderón, nativo de Gómez Palacio y gran impulsor del Instituto.

Se cumplía la primera etapa del sueño de una región, que deseaba para su juventud el acceso al horizonte del saber y a las grandes posibilidades de superación. Se destapaba el pomo de las esencias, las nuevas generaciones tenían la anhelada posibilidad de superarse y alcanzar metas de grandeza y la posibilidad de demostrar a la sociedad, que sabrían cumplir con esfuerzo y dedicación su parte del compromiso del aprendizaje, adquirido de manera voluntaria y decidida. En ese panorama, surgieron en las aulas de nuestro "glorioso Instituto", alumnos que eran sólidas promesas en todos los órdenes de la preparación a los cuales, el destino y la capacidad de cada uno de ellos los fue llevando a las metas trazadas en honor a su "alma mater", a la comunidad y a su ámbito familiar. Precisamente nos vamos a referir en esta crónica a un querido amigo nuestro ya desaparecido, el Lic. Horacio Torres Castillo, exalumno del plantel al que hacemos referencia y por el que tuvo tanto amor, respeto y agradecimiento, como siempre lo manifestó de hecho y de palabra, orgulloso de haber recibido su instrucción en esa casa del conocimiento. Para recordar múltiples pasajes de su camino, señalamos que desde pequeño manifestó el amor por su terruño y por la escuela que le dio formación y futuro, reiterando el paso determinante en su trayectoria profesional, política y educativa. Citaré a continuación partes del mensaje que expresó su hijo Horacio Torres Borrego en el reciente homenaje que se brindó el pasado 17 de marzo, en las afueras del Instituto ubicado frente al Parque Morelos de esta ciudad, en el primer aniversario luctuoso de su padre. Diciendo: "Señoras y señores, amigos y familiares, Comité Organizador de este acto. Gracias por estar aquí en la víspera de cumplirse un año de la partida de mi padre, es un honor compartir con ustedes memorias y emociones que resumen una vida intensa y ejemplar, justo a las puertas de la institución fundamental para entender la importancia histórica de Gómez Palacio, Durango. Para Horacio Torres Castillo, los homenajes eran sólo vanidad a menos que tuvieran algún beneficio para los demás o para la comunidad. Estas palabras intentan cumplir esa meta y de la forma que pienso a él le hubiera gustado, siendo su hijo mayor, entiendo claramente lo que me hubiera indicado que hoy les compartiera. Continúo el discurso, que él inició hace años y que conozco muy bien. Sabido es que creció en ésta tierra a la que amaba, ufanándose de sus calles y de su gente. Solía decir, cuando le preguntaban mientras vivía en la ciudad de México. ¿Cuándo regresas? Y él siempre respondía, yo nunca me he ido de Gómez Palacio".

Siguió manifestando su hijo: Hoy me queda claro que nadie se va, nadie se puede ir del lugar donde se encuentran los amigos de verdad, los afectos de todo corazón, los familiares a los que se ama por encima del tiempo y de la muerte. Es por eso que jamás dejó de mencionar y recordar con respeto a sus amigos que se fueron antes, como don Pablo Machuca y don Samuel Borrego. En su vida cotidiana siempre había anécdotas aleccionadoras que vivió con los amigos con los que compartió cada etapa de su vida, seguramente muchos de los presentes fueron mencionados más de una vez para demostrar las alegrías y maravillas de la amistad, la entrega honesta y el afecto sincero.

En las brillantes jornadas de oratoria destacó su palabra y ésta le ayudó a transformar su vida de la mejor manera, con ella su espíritu encontró el lenguaje ideal para hacer real y concretas las fuerzas interiores que lo mantenían siempre en vitalidad y con energía activa. Para Horacio el amor por Gómez Palacio, por su familia y por México era el mismo, comprendiendo cabalmente que no había diferencia, la pasión y el compromiso eran similares, en cualquier caso. Puedo testimoniar que cumplió siempre como lo hace la cabeza y el líder del clan, al apoyar en el camino a aquellos que lo necesitaban y protegiendo a los vulnerables para que pudieran seguir adelante. A su patria la amó siempre, pero con un amor profundo y consiente, sin reclamos, como lo hace quien comprende que México no está fuera de sí mismo, por el contrario, lo amó con la fuerza y claridad de quien entiende que nuestro país lo es todo y que se encuentra en cada corazón nacionalista. Ese amor lo llevó a interesarse en nosotros mismos, en nuestra historia, en los mexicanos del presente y del pasado, los abuelos que nos permiten encontrarnos aquí, para dejar a los que vendrán las huellas de nuestro paso genuino y limpio en estos tiempos.

Sabía que amar a México no es cuestión de temporadas es amar a la eternidad, al México eterno, por eso se sumergió en nuestra historia primera, nuestras culturas originales, nuestra raíz más pura, la que habitó desde tiempos inmemoriales estas tierras. En su trayectoria política tuvo la oportunidad de conocer la ferocidad de los enemigos de México y participar en la defensa de nuestros valores y nuestra cultura, advirtiendo siempre de los enemigos internos de la patria. Su recomendación era amar a México, pero para amarlo hay que conocerlo. Por eso para estos tiempos de desesperanza y amenazas el recurría a la historia de nuestros abuelos, pues las grandes culturas mexicanas, ya sabían de dificultades peores y aun así traspasaron los tiempos y nosotros somos la prueba.

Sólo debemos recordar que nuestro linaje, nuestra esencia, tiene en sí misma la misión de trascendencia, debemos llegar más lejos. Hoy se marca una nueva etapa que señala otro regreso, el inicio de su vuelta a la tierra que moldeó su alma con juventud permanente, con convicción honesta en la vida y en el amor a los demás, con la entrega, la tenacidad, la inteligencia y la sensibilidad natural de los laguneros, de los mexicanos. Hoy estaría muy contento de repartir los abrazos que siempre deseaba darles y reiría de nuevo con estruendosas carcajadas a nuestro lado, nomás de felicidad. Hoy…hoy sé que está con nosotros, en nosotros para siempre.

Su hermano Jorge Torres Castillo, quebrado hasta las lágrimas, hizo también patentes sus recuerdos de Horacio, cuando en 1981, en el Museo de Arte Moderno de nuestra Casa de la Cultura ante el candidato presidencial Miguel de la Madrid Hurtado, expuso su Teoría del Potencialismo Integral Mexicano. Su conclusión fue contundente cuando dijo: "La cultura náhuatl asume el conocimiento de los rumbos cardinales, haciéndolos parte sustancial de su esencia, en la secular peregrinación del pueblo Azteca. Descubre y ubica las potencias del mundo: fuego, tierra, viento y agua, identificándose en ellas de una manera integral a través de sus equivalentes potencias humanas. El México Azteca explicaba Horacio, conoció y vivió en medio de los equilibrios, armonía de integridades, fruto de su potencialismo integral y cuyas huellas fehacientes perduran hasta nuestros días, insuperadas e irredentas.

Fue claro al reconocer que el impacto de la conquista hizo perder a México sus equilibrios integrales y que sus esfuerzos posteriores se empeñarían en asimilar la civilización occidental, primero en la Guerra de Independencia, después en la organización del naciente Estado Nacional, la reconfiguración de la nueva nacionalidad y sin olvidar los cruentos procesos de la Reforma y la Revolución. Luego de una pausa su palabra se tornó en emocionado lamento cuando dijo: "¡Pero se habían perdido los equilibrios! y no se han vuelto a recuperar". Enseguida, con tono enérgico diría: Llegó el momento del balance histórico de México…en el que se ejercite el derecho hereditario a su cultura Azteca y náhuatl para recobrar su Potencialismo integral y para que recuperemos los equilibrios perdidos en los que quedaron plasmados los trazos vigorosos de nuestra identidad nacional y de los que el México actual ya siente nostalgia.

"Hoy se cumple un año de la partida de mi hermano "Lacho", el vacío que nos dejó ha sido doloroso pero su dignidad y su congruencia serán siempre inspiración y divisa de nuestra conducta cotidiana. La energía cósmica de nuestra raza se conserva en el esplendor de nuestras tradiciones y nos queda la vibrante proclama de la sentencia milenaria guardada por los dioses en el Recinto Sagrado del pueblo azteca: En tanto permanezca el mundo no acabará la fama ni la gloria de México-Tenochtitlan". Terminamos la crónica agradeciendo a los ya citados, por permitirnos retomar los conceptos vertidos en honor de su familiar y entrañable amigo nuestro, que es además Ciudadano Distinguido de Gómez Palacio.

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