El Señor hizo un leve movimiento de su mano. La bóveda del cielo, inmensamente azul, se colmó de nubes como en un lienzo de blancura; las nubes se llenaron igual que el vientre de una mujer que va a ser madre, y luego de las nubes cayó por vez primera el don precioso de la lluvia.
Adán y Eva estaban extasiados mirando aquel estreno. Le dijeron al Señor:
-¡Qué hermoso regalo das al mundo! La lluvia caerá sobre los campos. Brotarán las semillas; crecerán las plantas y los árboles, y la tierra se llenará de flores y de frutos. ¡Gracias, Señor, por el milagro de la lluvia!
-Gracias por darme gracias -contestó Él-. Pero la verdad es que jamás pensé que la lluvia pudiera servir para todo eso. Yo la hice para que los niños jueguen a saltar los charcos y pongan a navegar en el agua sus barquitos de papel.
¡Hasta mañana!...