A principios de la década de los años 40 del siglo pasado, quizá la época de mayor esplendor y gloria en la historia de la Comarca, la pasión beisbolera estaba muy por encima de la que ahora, en buena medida producto de la manipulación, se observa por otro deporte. Sin duda aquélla era más natural y espontánea, en las ciudades y en el campo, en todas las clases sociales, en contraste con la actual artificiosa y mercadológica.
El club de casa, Unión Laguna, dirigido por el maestro Martín Dihigo, se coronó campeón en la temporada 1942 de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB).
Un año después, también bajo la dirección de Dihigo, en la recta final de la temporada 1943, el 1o de octubre Unión Laguna amaneció empatado en el primer lugar del standing con el equipo de Monterrey. Un día antes, en su casa, Monterrey nos había vencido apenas por 1 carrera a 0. Tremendo duelo de pitcheo. Ahora estaban iguales los dos equipos en victorias y derrotas. Se enfrentarían de nuevo ambos conjuntos el sábado 2 y el domingo 3 de ese mes de octubre. Después a los regios ya sólo les faltarían tres juegos más, también en su casa, y a Laguna cuatro, contra Puebla, en el estadio de la Revolución del jueves 7 al domingo 10 de octubre, de ese lejano 1943.
Fueron diez días que la región lagunera estuvo literalmente estremecida y en vilo. Jornadas cardiacas, saturadas de emoción y nerviosismo. Juegos suspendidos por lluvia e intentonas de llevar a cabo su reanudación. Apoyada por Neptuno, que no cesó de dejar caer agua sobre La Laguna, Puebla se fugó y dejó un par de juegos pendientes. Sin embargo, Laguna tenía la suficiente puntuación para coronarse de nuevo campeón en 1943.
Luego vino lo increíble: A Laguna le dan por cancelado de manera definitiva un juego que en julio le había ganado precisamente a Puebla, por el hecho de haber lanzado Terry Mc Duffie, quien tenía prohibido por la Liga pitchar en juegos nocturnos por la "endiablada velocidad" que tenía y la deficiente iluminación de entonces. Pero a Dihigo nunca se lo informaron. De esa manera y apenas por medio juego de diferencia, Laguna perdió ese año, en "la mesa", como se dice, el bicampeonato de la LMB.
Personaje central de esta historia, y de muchas otras en el ancho mundo del beisbol, fue Martín Dihigo. La región lo quería, como nunca jamás ha querido a deportista alguno. Era el gran ídolo. Ya entonces leyenda. Personaje singular, carismático, fuera de serie. Como pelotero, muchos dicen (decimos) que el mejor y más completo en toda la historia del rey de los deportes. Miembro del Salón de la Fama del beisbol de EUA, sin haber jugado en las Grandes Ligas, por la barrera del color entonces existente.
Cuando en ese 1943 todo terminó, la noche del 13 de octubre la directiva de Unión Laguna ofreció a los peloteros un banquete en el Centro Campestre Lagunero de Gómez Palacio. En esa memorable ocasión Martín Dihigo pronunció un soberbio discurso que El Siglo recogió en sus páginas prácticamente íntegro. Vale la pena algún día reproducirlo, junto con su contexto. Fue donde dijo aquella famosa frase: "Yo prefiero un segundo lugar ganado y no un campeonato robado".
Lo anterior viene a propósito de que mañana jueves se presentará en el auditorio del Museo Regional de La Laguna, interior del Bosque Venustiano Carranza, con el apoyo del ayuntamiento de Torreón y el Instituto Municipal de Cultura y Educación, a las 7:30 pm, el libro Mi Padre "El Inmortal", escrito por el periodista deportivo Gilberto Dihigo, quien estará presente.
Participarán también en la presentación del libro el periodista Aarón Arguijo, el contador Gregorio Tapia, pelotero aficionado y generoso promotor del beisbol, y el autor de estas líneas. Como maestro de ceremonias intervendrá, como él sabe hacerlo, Martín Infante y de la Riva. Ahí nos vemos.
