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La enfermedad del miedo

Huir o luchar, he ahí el dilema

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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JUAN EUSEBIO VALDEZ VILLALOBOS

Resulta imposible encontrar a alguien que no lo haya sentido. Podemos definirlo como el estado primitivo que se activa de forma automática a consecuencia de una amenaza inminente. Su función es protegernos.

"…No quiero morir. Tampoco me entusiasma la vida.

Antes de enamorarme. Estoy preparándome para dejarla.

Me asusto hasta morir. Por eso sigo corriendo.

Antes de llegar. Puedo verme venir…"

Fragmento de la canción Feel, Robbie Williams

El mundo que nos describe Robbie Williams, artista británico, es uno muy particular, está empapado de sentimiento y terror ante la fugacidad del mundo, de una ligereza que nos deja vacíos y nos acerca más a la inminente muerte. Es un lugar donde al parecer nada se puede hacer ante la vida que nos tocó. Ahora imagina tener esa sensación en cada actividad que realizas. ¿Qué prefieres? ¿Evitar a enfrentar a lo que sucede a tu alrededor?

El acto de esperar se convierte en una actividad digna de un círculo del infierno. Estar a solas con los propios pensamientos es como entrar a un juicio donde todo el mundo sabe que eres culpable. Entrar en ese nuevo salón de clases, sala de juntas, tomar esa calle desconocida, etcétera, es imaginar cómo el mundo se termina y tú, impotente, sólo te dedicas a observar. La ansiedad ante la velocidad de la vida hace que tu aire se acorte y tu mente se nuble. Miedo. La única respuesta es huir.

Todos hablan de un miedo natural a lo desconocido y pronostican que el intimidante lapso va a pasar. En el momento en que emprendas esa actividad nueva, afirman, desaparecerán esos temores y seguirás con tu vida. Las preocupaciones, cierto, parecen estar a la orden del día: las crisis económicas, los desastres naturales, la vida misma. Situaciones dignas de temer bailan ante ti, paralizándote. Aunque todo apunte hacia el lado oscuro, se conserva la esperanza de que va a pasar y todo tendrá una solución favorable.

Pero, ¿qué ocurre cuando esos sentimientos no se van, ocasionando que tu calidad de vida sea mutilada y no quede sino conformarse con medio vivir? ¿Qué pasa cuando tienes un ataque de angustia o cuando has vivido por mucho tiempo con un trastorno de ansiedad?

MIEDO VS ANSIEDAD

Como todas las emociones, el miedo es un producto innato. Resulta imposible encontrar a alguien que no lo haya sentido. Podemos definirlo como el estado primitivo que se activa de forma automática a consecuencia de una amenaza inminente. Su función es protegernos.

La ansiedad, según Beck, psicólogo cognitivo, es un sistema complejo de respuesta conductual, fisiológica, afectiva y cognitiva que se activa al anticipar sucesos o circunstancias que se juzgan como muy aversivos (desagradables) porque se perciben como acontecimientos imprevisibles, incontrolables que potencialmente podrían amenazar los intereses vitales de un individuo.

¿Cuál es la diferencia? En pocas palabras, el miedo es el motor de la ansiedad. Ahora, es común en nuestras vidas toparnos con ambos, por tanto, cabe preguntarse ¿cuándo empiezan a ser un problema?

Esa relación causa-efecto parece ser fiel reflejo de la cultura actual. La eterna anticipación es frecuente, ver en nuestra mente todos los desastres de nuestras decisiones, dejar que nuestro cuerpo active un miedo que nos pone en estado de alerta.

Ahora hablemos de un trastorno ocasionado por la ansiedad, esto se presenta cuando el miedo se vuelve incapacitante, ya sea en nuestra esfera laboral o académica. Se trata ni más ni menos que de la enfermedad mental más frecuente en el mundo. Es un padecimiento de interés para la salud pública. En Estados Unidos, en los primeros años de este siglo se gastaban más de 44 billones de dólares anuales en ansiolíticos y antidepresivos.

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Foto: Archivo Siglo Nuevo

SÍNTOMAS FISIOLÓGICOS

Para hacer una detección temprana es indispensable conocer los síntomas: se presenta un aumento del ritmo cardiaco, el aire no llega y se cortan las respiraciones, lo que ocasiona fatiga e inmovilidad. La falta de acción suele degenerar en dolores de cabeza y de estómago sin causa física aparente. El cuerpo, como si no pudiera ni con su alma, tiembla, se marea y se duerme. Todas estas acciones son realizadas mientras se espera la consumación de un peligro inminente.

SÍNTOMAS COGNITIVOS

Cuando estas alteraciones aparecen es como si la presa que contiene nuestros temores se rompiera, dejándolos salir. Se presentan el temor a perder el control y el terror a enloquecer. Las inseguridades ejecutan una exitosa invasión de nuestro ser. El mundo parece inhabitable, las emociones que te inundan no dejan que tu mente encuentre una solución. Se dificultan incluso las acciones más cotidianas, como ir a la escuela o la rutina laboral. No hay razonamiento.

CONDUCTUALES Y AFECTIVOS

Incapaces de encontrar una solución y sin opciones de ver de forma objetiva la situación, lo único razonable por hacer es huir, alejarse rápido de la situación percibida como amenazante. Imagina esa entrevista de trabajo o esa declaración de amor en la que tu cuerpo no responde y no deja de moverse, pero con mayor potencia. Las piernas inquietas aparecen. Ahora imagina percibir todos los días como una constante evaluación.

La idea de no poder enfrentar la situación genera en nosotros una desesperanza que se transforma en nerviosismo al mismo tiempo que el terror nos invade. Es así como surge una acumulación de efectos que derrumban nuestra autoestima.

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Foto: Archivo Siglo Nuevo

CONCLUSIÓN

El miedo, como cualquier otra emoción, tiene un sentido y una función: alejarnos del peligro. Cuando se convierte en estilo de vida y domina las mayorías de las decisiones, es un hecho que sofoca las opciones y corta la calidad de vida.

Lo ideal sería detectar el trastorno desde los primeros síntomas, esto incide directamente en el pronóstico de salud. En el caso de identificar alguno de los síntomas mencionados, acudir con el médico o con un profesional de la psique es un gran primer paso.

El trastorno de ansiedad es el terror a no ser capaces de vivir nuestra propia vida. Es el pensamiento que nos devuelve los errores forjados con nuestras inseguridades. Es la necesidad de contención ante un camino en apariencia sin salida. Es el temor que surge desde nuestros adentros dejándonos en descontrol.

Sí, el monstruo nos visita desde profundidades internas y allí mismo está la clave. Es ahí donde radica el poder para dominarlo, desde la esperanza que nos traslada a la posibilidad de una mejor vida, desde la voluntad de tener nuestro destino en las manos. La solución es el encuentro con nuestra fuerza interior que nos brinda la luz del cambio.

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