Siglo Nuevo

Norma Muñoz Ledo

Entrevista

Foto: ALR / Conaculta

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Todas las cosas tienen su propio despertar, el de una librería posee algo de fabuloso, porque casi puede sentirse el bostezo de las letras, el de las palabras, el de las historias y los temas; un íntimo suspiro los vuelve a su posición. Como la rosa de El Principito acicalan sus portadas y despiertan el antojo. En esta descripción encaja perfectamente la frescura de Norma Muñoz Ledo, sus modos y su literatura. En la nacida en la ciudad de México en 1967 no se agota el disfrute de sus personajes, eso se revela mientras va respondiendo entre risas y sonrisas.

Estudió la licenciatura en Pedagogía en la Universidad Panamericana y la maestría en Literatura Infantil en la Universidad de Warwick en Reino Unido. Ha sido guionista para un programa de televisión infantil en México. En su vida profesional combina tres aspectos: la creación literaria, el trabajo escolar con pequeños y la investigación en literatura infantil. También tiene publicados nueve títulos para niños y jóvenes. Editorial Norma publicó su novela Moldavita en la colección Torre de Papel-Amarilla.

¿Qué diferencias encuentra entre los seres fantásticos de nuestra cultura y los de otras partes del mundo?

Carl Jung decía que la fantasía, el folclor, es el ADN de un pueblo, entonces, la cuestión sí es preocupante. La risa que causa esta idea pareciera despojarla de seriedad, pero no cae lejos de la realidad. En general, los seres fantásticos de México son muy muy hostiles hacia los humanos. No son seres benignos, ni son neutrales. Hay muy pocos seres que pueden darte regalos o que puedan ayudarte en un momento dado. Si te encuentras con ellos a veces es una cuestión de vida o muerte. Pero hay que ver que los orígenes de estos seres, en cualquier cultura, son muy antiguos, se pueden rastrear casi hasta los orígenes del lenguaje, por tanto, son previos a cualquier concepto moral y religioso.

Estos seres representan una manera amoral de ver la vida. Nosotros los interpretamos como que nos molestan, nos pierden cosas, nos comen o nos matan. No les importamos y si pueden hacernos daño, lo hacen. También hay otros que pueden darte bienes materiales o buena suerte, incluso te pueden decir tu futuro, pero en general, no son haditas, ni espíritus. Las crónicas que la gente hace de ellos nos dejan saber que son seres descriptibles, monstruosos por lo regular.

Ha recuperado gran parte de la tradición oral de México, pero, literariamente, en el país no existe ese interés.

Sí, no existe una tradición como la de los hermanos Grimm o Perrault. Creo que los seres de las culturas hegemónicas han sido los dominantes. A veces los niños están más familiarizados con seres de la mitología celta o de la mitología nórdica, son los más conocidos en el mundo entero: las hadas, los elfos, los troles… No sé por qué no ha habido más interés.

Hay muchas recopilaciones desde el punto de vista antropológico o lingüístico; aunque tienen poco valor estético resultan muy valiosas antropológicamente. Sin embargo, hacen transcripciones del testigo, no pasan por el filtro literario. En mis libros, la historia de El señor Escolopendra o las historias de Supernaturalia están muy trabajadas, ahí está la historia original, pero muy trabajada. Todos estos seres son materia prima, son portadores de un enorme significado y simbolismo, cuando llegas a ellos buscando ese simbolismo, obviamente son materia para hacer muchas historias.

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Foto: ALR / Conaculta

¿En El señor Escolopendra, cuáles serían ese significado y simbolismo?

Pues mira, en primer lugar es un ser sabio. Tiene siete cabezas mayas, entonces imagínate lo que no sabe. Es un ser muy fuerte, es un ser invencible, pero al mismo tiempo no te hace sentir su poder como otros seres que te dicen: eres mi desayuno y se acabó. Éste me gusta mucho porque te da una oportunidad y prueba tu inteligencia y tu valentía. Imagínate ver a un ciempiés gigantesco, a cualquiera se le va el corazón al suelo y ahí se queda.

Otra cosa importante es recuperar la voz de los abuelos porque una de las cosas que ha pasado en México es la migración. Los padres jóvenes que pudieran saber estas historias, porque se las contaron sus padres, que son los abuelos, se van y ya no hay quien las conserve.

Además hay una influencia muy grande de la cultura gringa, que permea en muchas capas de la sociedad. Lo ves, por ejemplo, con esta película Frozen. La historia ha sido de las más taquilleras en los últimos años y los personajes son supuestamente nórdicos. En ella puedes ver loncheras, camisetas en los pueblitos más lejanos, son personajes que no tienen nada que ver con su cultura; el muñequito de nieve, los troles… puedes ver la influencia de la cultura hegemónica. Tampoco se trata de ponerse chauvinista, pero la cultura propia es de una gran riqueza.

¿Siguen estas historias haciendo sentido en la región donde se originan?

Siguen haciendo sentido para ellos. En México, el mito está vivo, la tradición se vive. Lo ves en los rituales, lo ves el 3 de mayo, que se celebra la Santa Cruz. Está la parte religiosa y está la parte que es el ritual, el creer. Hay fiestas muy antiguas, como la de los graniceros en el Estado de México y en Morelos y que son personas que hacen rituales para atraer la lluvia en abril, para la siembra y luego hacen otra fiesta en agosto para pedirles a las lluvias que ya se retiren, que no siempre las lluvias les hacen caso, pero…

El miedo en los niños como tema. En el momento en que tú piensas en escribir esta historia la planeas justamente en torno a este tema.

Hay que hablar con los niños acerca del miedo un poco, o un mucho. Yo creo que todos somos susceptibles de sentir miedo, la función de éste es protegerte, pero cuando se le pasa la mano te atrapa y te paraliza, entonces tiene que sentirse, permitir que esté y también enfrentarlo. Para saber de qué estás hecho y a qué le temes realmente.

Son historias previas a la cultura religiosa actual, ¿hay moraleja en ellas?

No me gusta recargarme en la moraleja, cuando los niños me preguntan ¿cuál es la moraleja?, les digo que ninguna. Porque creo que la interpretación de todo libro es personal.

Cuando escribes para niños y jóvenes sí tienes que partir, aunque sea de una manera empírica, de un cierto humanismo, porque es un público sensible, pero de ahí a señalar: esta es la moraleja, no. Que cada quién encuentre el significado que quiera.

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Foto: Gonzálo García

¿Falta en México una tradición literaria infantil?

Falta consolidarla. Todavía no puede hablarse en México de un número de autores para niños como en países de habla inglesa o como en Argentina. En esos países hay menos miedo a escribir, no sé por qué razón, escriben a veces cosas mucho más fuertes de lo que escribimos por acá.

¿Son más naturales?

Desde hace mucho tiempo tienen un acercamiento mucho más fuerte a la literatura para niños y jóvenes, se dicen muchas más cosas. Aquí sí hay autores que están hablando de temas fuertes, porque debe haber de todo, los chavos lo están viviendo. Yo digo mucho que ésta ya no es una infancia pasteurizada. Los adultos, los editores sí tuvimos una infancia pasteurizada, las cosas se hablaban a puerta cerrada, había muchos filtros. Ahora, por miles de razones, los niños ya no viven así. Además, sobre todo en las sociedades urbanas, están muy solos. Siendo así, a mí me saca de onda que algunas editoriales todavía te digan que no uses groserías.

No se trata de tener una boca de carretonera, pero los que dicen eso parece que no han estado en el patio de una escuela a la hora del recreo. Por otro lado, entre los niños y sus libros existen muchos filtros, están los papás, están los promotores, están los editores, las escuelas, no hay un trato directo. Estos intermediarios aconsejan qué temas no tratar. Le quita fuerza y es pasteurizar. Hay que avanzar en ese sentido para poder decir cualquier cosa. En México no existe la cultura de ir a la librería a escoger un libro, un porcentaje alto de compras de libros se realiza a través de las escuelas y las editoriales hacen sus prescripciones, deciden qué libros deben leerse desde primaria hasta secundaria. Por esta razón están muy limitados los temas y el lenguaje.

Cómo abordas el tema del abandono de los jóvenes en el libro Serendipias.

Ese es un tema que noto en la gente, además de que la historia me impactó mucho (las historias de Serendipias son todas reales), es una cuestión que viene siempre de muy atrás, el abandono en la infancia. Es algo muy serio porque te marca para toda la vida y está muy presente en esta sociedad. Como creadora me dio gusto darle al personaje la posibilidad de enfrentarlo.

El padre está ausente en dos de tus historias…

Porque México es una sociedad de mucha mamá y poco papá. Aunque en una de las historias es el abandono de la madre. También hay mujeres que tienen que abandonar, que tienen que decidir.

¿Entonces cómo puede, en esta historia tan dolorosa, haber una serendipia, en el sentido de ser un descubrimiento dichoso?

Porque era algo que él necesitaba encontrar. Resuelve algo en su vida, se da cuenta de que el amor es algo que eliges dar. Esta historia tiene una hermana que está en el libro De paseo por otros mundos, que pronto saldrá; es también una historia de abandono y se titula Anick. Escribir la historia de Félix fue algo muy intenso, además terminé de escribirla durante las vacaciones de diciembre, lo cual la hizo más dolorosa. Me sentía como si hubiera subido al Everest, me dejó cansadísima.

Existe una carga muy fuerte de prejuicio contra la literatura juvenil, como si no implicara los grandes temas o escribirla no significara un gran trabajo...

Existe, y suma un prejuicio contra los jóvenes porque no son adultos y se les desestima. Viven en una era de mucha soledad, de muchas cosas por procesar. Mi literatura es abrir una puerta que toma en cuenta su inteligencia y su sensibilidad, que dice “aquí estoy para lo que quieras hablar”.

Con respuestas así, Norma regresa al eje rector de las tres historias contenidas en Serendipias, esos eventos que ocurres cuando estás buscando otra cosa y, sin embargo, nos llaman a atrevernos.

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