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EL SUEÑO DE LOS DESPIERTOS

ALEJANDRO TOVAR

Para Nayeli Solorio y M.A. Tovar, ojos de imaginación en la niebla.

Cuando los hombres de la cámara desaparecen de este mundo, se llevan una historia que tiene el silencio de la belleza, dejan documentado un legado de sí mismos, porque su fotografía o video, no tienen el límite de las máquinas, sino el potencial de su imaginación en plena competencia. Son humanos con ojos retrovisores y con mirada extensa pues también juega el espíritu de su interior.

¿Camarógrafo, fotógrafo?. Con la tecnología avanzada y con los comunicadores intercambiando galones como quien reparte títulos de muertos en la guerra, debiera ser y con justicia, fotoperiodistas, pues el periodismo es ante todo un acto de servicio. Esos hombres y mujeres se ponen en el lugar de otro. Comprenden lo otro y muchas veces, incluso, ellos mismos son otros.

Militando con tantos amigos queridos que ya se fueron por el camino inevitable, sus actos le enseñan al reportero que desea aprender y tiene sensibilidad. Gente inolvidable como Jesús Frausto, Rodolfo Hernández, Joel López, Juanito González, Rigoberto Díaz, Mundo Isáis, gente que no competía con nadie, que no buscaba llegar a donde otro llegó y que luchaban por superar sus propios límites

Dejaban ahí su sello, como epitafios y había qué entenderlo pues más que palabras, educaban con los hechos. "El primero en pedir disculpas, es el más valiente". "El primero en perdonar es el más fuerte". "El primero en olvidar, es el más feliz". A su habilidad le abonaban y era parte de su combustible, un marcado sentido del humor, eran como fábricas de ideas para soñar y para reír.

Lupe Ferreira era un maestro. Conocía las virtudes e intuía lo que haría el Solitario en la noche de viernes estelar de la Arena México. En la tercera caída se puso enconchado en una esquina y cuando todo mundo esperaba el tope sobre la tercera cuerda, el hombre zurcó el aire por encima del poste y cayó encima del Dr. Wagner padre. Foto de portada, posters y premios internacionales.

Frausto ganó concursos con sus tomas espectaculares en el béisbol, inventó nuevas formas para capturar mayor estética en el golf, donde se hizo especialista, medio donde era popular, como un artista selectivo. Capturó y publicó las imágenes de cientos. Cuando se fue, luego de una larga y penosa enfermedad, en la sala de su sepelio había solo dos personas: Raúl Zugasti y el columnista.

Los fotoperiodistas profesionales, luchan por zafar la dictadura de la incompetencia, tienen siempre encima un traje de buena suerte y son enemigos, todos ellos, del cinismo. Suelen acudir a espacios donde solo habitan los sueños y han triunfado porque tienen conciencia de sus limitaciones. Se muestran igual en lugares de ensueño y placer que en el mismo campo minado.

Uno aprende con los años que la erudición de la fotografía radica en tenacidad, compromiso y empeño, con generosidad para competir siendo dueño de un estilo y que quisiera verlos de nuevo para charlar lo mucho que nos faltó, para recordar los grandes momentos vividos, porque el reportero suele conocerse a sí mismo mientras descubre a los demás en cada mirada especial.

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