Cultura

Defensa apasionada de la buena crónica

Concurrida. Más de un centenar de laguneros acompañan a Saúl Rosales en su presentación.

Concurrida. Más de un centenar de laguneros acompañan a Saúl Rosales en su presentación.

IVÁN HERNÁNDEZ

La cita fue a las 19:00 horas del 21 de febrero en la Biblioteca José García de Letona. El escritor Jaime Muñoz a bordo del título en cuestión: Cronistas, historiadores y crónicas de Saúl Rosales. Una centena de personas acompaña al autor.

El editor de la obra y comentarista en acción reflexiona, en ocasiones hace otras cosas, a toda máquina y sobre la marcha va puliendo sus ya agudas impresiones. El tema lo amerita, es un género que causa problemas de indefinición.

La crónica que el autor define, defiende y practica, dice Jaime Muñoz, tiene menos que ver con los cronistas oficiales que con sus pares en la prensa tradicional y moderna.

Rosales Carrillo promueve y recomienda la observación atenta aplicada al registro de lo inmediato. El cronista ideal, según el retrato del editor, posee una vasta cultura y un estilo atractivo. Además, su olfato no deja escapar los detalles hilarantes.

Por ejemplo, el Miembro Correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua hace la crónica de una espera. El candidato oficial viene a la ciudad, pero su retraso agobia a la concurrencia. Los organizadores agotan todos los recursos a su alcance para mantener a la masa en sus lugares. Si un cronista oficial hiciera un texto similar al de Saúl, concluye Jaime Muñoz, perdería el trabajo.

Silvia Castro, directora del Museo de la Revolución, entra en escena. En las crónicas laguneras de Rosales abundan hallazgos como la "identidad de ladrillo" de la ciudad.

Para finalizar su participación recuerda la primera regla del género: al cronista se le pide contar lo que vio y no se le cierra la puerta a decir lo que opina.

Silvia Castro culpa, como hemos hecho muchos, al metrobús por su retraso. Felicita al autor por arrojar luz sobre ese género escurridizo. Retoma conceptos que Saúl ha dejado claros en su ideario sobre el mejor modo de tratar con lo inmediato, la calidad de testigo de vista, el escribir sobre lo que está ocurriendo.

La voz de la experiencia

La voz de Saúl Rosales suena distinta, cansada. La lucidez, como se ha cultivado con esmero, no ha perdido su luz. La crónica que le gusta es aquella que capta las peculiaridades de nuestra cotidianidad y es muy probable que sirva al historiador posteriormente y se convierta en Historia. Su receta para el oficio consiste en poner sentidos y entendimiento al servicio del lector para que éste perciba olores, sabores, ideas.

El platillo, una vez listo, es un texto interesante, rico. La televisión y la radio no son lugares propicios para él, son espacios demasiado fugaces. Su sitio ideal es la prensa, una que, por estos días, lucha con otro tipo de inmediatez y ofrece a comensales como el autor de Cronistas, historiadores y crónicas un menú de áspera objetividad. El nuevo libro de Saúl Rosales está disponible en la librería El Astillero a 150 pesos. Contiene 26 ladrillos para la historia de la Comarca Lagunera.

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Escrito en: Jaime Muñoz

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