Esto que entre risas se cuenta en la familia se cuenta porque el tío Taviano lo contó.
-No seas hablador, Octaviano -lo amonestó su esposa. Pero el tío Taviano era hablador, y habló.
Contó que en la noche de bodas su mujer, Lacha -así le decíamos a la tía Blasa-, se metió en el baño para vestirse. Así le dijo: para vestirse. Pero cuando salió, sonriente y provocativa, iba como Dios la trajo al mundo, o sea sin nada encima.
-Lo único que traía era un moñito en la cabeza -relataba el tío, que disfrutaba oyendo las carcajadas de quienes lo escuchábamos. Y su señora:
-No seas hablador, Octaviano.
Decía él que cuando le preguntó a Lacha por qué traía ese moñito ella le explicó:
-Es que mi mamá me dijo que aunque fuera ya mujer casada nunca perdiera mi pudor; que jamás me presentara ante ti sin nada encima.
Y volvían a resonar las carcajadas, y otra vez la tía:
-No seas hablador, Octaviano.
¡Hasta mañana!...