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Joaquín Sabina y Jorge Drexler, una amistad añeja

JESÚS TORRES

En 1994, la película en que Tom Hanks consolidaba y reforzaba su calidad histriónica, Forrest Gump, obtenía el Oscar a mejor filme del año; el escritor Carlos Fuentes, por su parte, recibía uno de los honores máximos a la literatura hispanoparlante: el Premio Príncipe de Asturias, por su aporte artístico a la historia del arte universal con sus obras; y en América, a finales del año, en las antípodas de donde se celebró la Copa Mundial de Fútbol ese mismo año, Joaquín Sabina celebraba una gira mundial en pos del lanzamiento de su disco “Yo, mi, me, conmigo”.

“Y sin embargo”, “Contigo”, “Aves de paso” y “El Rocanrol del los idiotas” comenzaban su propia historia dentro de los fanáticos más fieles del Flaco de Úbeda, a la vez que otros temas afianzados en el repertorio del cantautor eran coreados en teatros de Chile, Argentina, Perú y Uruguay.

Dos años antes, en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República Oriental de Uruguay, un joven Jorge Drexler, lanzaba su birrete al aire para celebrar su finalización de estudios y convertirse profesionalmente en médico, y paralelamente a la profesión familiar, lanzaba su primer álbum “La luz que sabe robar”.

10 de diciembre de 1994; Montevideo, Uruguay; Teatro de Verano, las locaciones estaban agotadas para presenciar al artista español que ya tendría entre sus temas más pedidos “Y nos dieron las diez”, “Peor para el Sol” y “Con la frente marchita” , pero antes, un telonero local: recibe pacientes en su consultorio por las tardes, atiende malestares, y prescribe recetas durante las tardes, en sus fines de semana escribe letras y compone melodías para canciones, y esa noche va a cantarle a casi cinco mil personas.

Joaquín Sabina le escucha tras bambalinas y le agrada la música que recita el joven colega, le invita unas copas después del concierto, en el bar El Lobizón, en la capital uruguaya, y como el cantautor de orígenes alemanes recita en su canción “Pongamos que hablo de Martínez”, de su último álbum, Joaquín Sabina, después de entrar y salir, bebiendo y cantando de tres bares distintos la noche en que se conocieron, le pidió tomar su guitarra y sus canciones para probar suerte en la Madre Patria.

Veintidós años después, tras un Premio Goya, un Oscar, un par de Grammys Latino, y cuantiosas nominaciones al letrista y compositor latinoamericano, Jorge Drexler le agradece la confianza depositada y la amistad correspondida a Joaquín Sabina, celebrando hoy, doce de febrero, su cumpleaños número sesenta y nueve, con la canción, de la cual él mismo menciona: “ésta canción, más vale tarde que jamás, la escribo para agradecerte”.

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