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EL SÍNDROME DE ESQUILO

CAMPBELL Y LA MÁQUINA DE ESCRIBIR

VICENTE ALONSO

“Era un hombre de máquina de escribir, no de pluma”, escribe Campbell en La clave Morse, novela que inicia con un episodio de su infancia: la intempestiva renuncia de su padre al telégrafo luego de treinta años de servicio.

Tras meses sin trabajar, el hombre sale un día de su casa cargando una máquina Smith Corona negra.

Afuera del telégrafo, en una mesita, abre un escritorio público en donde redacta, por unas monedas, cartas y telegramas a quien lo necesite. “No sé si alguna vez se imaginó que la vieja máquina negra le daría de comer”, dice el narrador en esa magistral novela.

De su padre, telegrafista, Campbell heredó la precisión y la velocidad en el uso de la palabra. De su madre, maestra, aprendió la paciencia y el rigor frente al idioma.

Y fue su madre quien años después compró una Olivetti en abonos y se la regaló al joven Federico, que migró de Tijuana a la capital con esa máquina bajo el brazo.

No sé si imaginó alguna vez que la Olivetti color plomo le permitiría convertirse en reportero y además le serviría para escribir cuatro novelas, decenas de cuentos, cinco volúmenes de ensayo, dos libros de entrevistas, un diario literario y un manual de periodismo.

El caso es que Campbell pasó la mayor parte de su vida frente a una máquina de escribir y así se ganó, cuartilla tras cuartilla, su lugar en el mundo. Tal vez por eso en 1977, cuando renunció a su empleo y decidió fundar con su finiquito una pequeña editorial independiente, no dudó en el nombre que ésta debía llevar: La Máquina de Escribir.

Así pues, mucho antes de que estuvieran de moda las cartoneras y las editoriales “indies”, Campbell ya impulsaba ese esquema.

La meta de aquella modesta editorial era formar una colección con lo más valioso entre lo que estaban escribiendo los jóvenes a fines de los setenta.

Muchas veces utilizó la palabra marginal para definir aquellas modestas ediciones fuera de comercio, al margen del mercado.

No obstante, las apuestas de entonces son hoy grandes figuras de nuestras letras: David Huerta, Juan Villoro, Carmen Boullosa, Fabio Morábito, Esther Seligson, Coral Bracho, Jorge Aguilar Mora, Álvaro Uribe, Adolfo Castañón, Margo Glantz… Y aunque a aquel esfuerzo le llegó la hora de cierre, Federico jamás dejó de apoyar a los colegas en los que creía.

Fue Campbell el primero en apostar por Un asesino solitario, la opera prima de un autor que es ya un clásico en nuestra lengua: Élmer Mendoza.

Fue Campbell el primero en reseñar Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, de Daniel Sada. Y hablaba con auténtico fervor de Los minutos negros, la tremenda novela de Martín Solares. La lista de sus entusiasmos podría seguir por varias páginas.

A cuatro años de la muerte de Federico Campbell, con la complicidad de varios de sus amigos, se me ocurrió armar una plaqueta a modo de homenaje al escritor, al editor, al periodista, al maestro y al amigo.

Al plan se sumó con entusiasmo el entrañable y talentoso Jaime Muñoz Vargas, quien además de permitirme reproducir un lúcido texto sobre La invención del poder, aportó su experiencia como editor para que el libro quedara impecable.

Así, gracias a la generosidad de todos los autores involucrados, hemos podido armar un cuadernillo que evoca el formato que tenían los de La Máquina de Escribir.

Esta edición fuera de comercio contiene recuerdos de tres autores que vieron sus primeras obras en aquella colección: Carmen Boullosa, David Huerta y Juan Villoro. Hay también remembranzas que provienen de las máquinas de Élmer Mendoza y de Martín Solares, además de una entrevista que le hizo su traductora al italiano, Elena Trapanese.

Un testimonio de su sobrino, Eduardo Flores Campbell, así como ensayos de Iliana Olmedo y del ya mencionado Jaime Muñoz Vargas. Daniel Salinas Basave da cuenta de sus encuentros con el autor de Transpeninsular.

Yo, como alumno de Campbell, incluyo un texto sobre lo que significó acompañarlo en la corrección de sus libros y en un taller de sastrería literaria que duró casi una década. El libro puede descargarse sin costo en esta liga: https://www.dropbox.com/ s/rc83w690m7monrm/Camp bell%20maquina%20de%20escribir%20VA1.pdf ?dl=0

“Por alguna enigmática razón sólo el trabajo de la memoria trastocada en narración nos da la idea de quiénes somos: atañe esta labor narrativa a nuestra identidad personal. ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy para mí mismo? ¿Cómo soy para los demás?”, escribió Federico Campbell en Padre y memoria.

Es probable que quienes le conocimos respondamos de distinta forma a esas preguntas.

Pero esas diferentes lecturas sin duda coinciden en la admiración que su obra y su persona despertarán siempre en nosotros.

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