Desde el 14 de diciembre del año pasado comenzamos a fletarnos los casi dieciocho millones de spots de radio y televisión de los que disponen los partidos políticos y las autoridades electorales para promover, unos a sus candidatos, y otros la participación ciudadana durante el proceso electoral de 2018.
Estos espacios de publicidad en medios de comunicación tienen el objetivo de informar a militantes de los partidos las propuestas de los precandidatos para convertirse en candidatos a la presidencia de la República. Sin embargo, lo que escuchamos mañana, tarde y noche en radio y TV es, esencialmente, marketing político diseñado para promover a los candidatos y no propuestas o plataformas que nos den idea de cuáles son los ejes temáticos de sus campañas, sus prioridades, su visión de México y las problemáticas que nos aquejan. El mensaje, aunque así versa al final de cada spot, no está dirigido esencialmente a militantes, y se está ejerciendo un recurso público que estaba destinado para ello.
En redes sociales tampoco se ha elevado el nivel del contenido: los estrategas detrás de las caras presidenciables han apostado por la construcción de perfiles, en lugar de las propuestas económicas, políticas o sociales. Ricardo Anaya llevando a su hijo al colegio marcó tendencia, por ejemplo, o Andrés Manuel López Obrador haciéndose un corte de pelo, y la esposa de José Antonio Meade en el supermercado, claro.
¿Qué mensaje subyace en las precampañas y seguramente prevalecerá una vez que empiecen las campañas en forma? ¿Qué buscan los precandidatos y las coaliciones incompatibles que nos piden el voto este 2018 a los mexicanos? ¿No deberíamos exigir un mínimo de decencia y recato frente al descaro de una lucha política que ni siquiera intentan disfrazar de lo que debería de ser un interés genuino por servir y trabajar? ¿Acaso los spots son un reflejo del comportamiento de la militancia partidista en nuestro país, que compite denostando y se identifica sobajando a los oponentes electorales?
Ni los mensajes de buenos deseos por el año nuevo, la esperanza en "ya sabes quién", ni las promesas de cambios profundos y unidad, parecieran augurar un incremento en la calidad de las campañas, una vez que hayan arrancado "en serio". No hemos visto al interior de los partidos debates por alcanzar las candidaturas, ni a una institución electoral que los ordene o proponga. Incluso los que se perfilan como candidatos independientes han dado muestra del bajísimo nivel de calidad en la propaganda y sus eventos para recaudar firmas, comparando uno a su esposa con un caballo, y otra sin un discurso que logre separarla del horror del gobierno de su marido.
Como asociación civil, PC29 le seguirá apostando a la participación ciudadana, en las urnas y fuera de ellas, promoviendo el voto y la observación el día de la jornada electoral. Pero poco contribuyen a elevar el número de votantes estos mensajes inocuos y campañas lejanas a la realidad y los sueños de los mexicanos. Esperemos, aunque la fe ya casi no nos alcance, que este llamado y todos los que han surgido y seguirán, llegue a los coordinadores de campaña, a los partidos, a los candidatos mismos, para comenzar a reflexionar como nación sobre un rumbo o los distintos rumbos posibles, a partir de ideas claras y propuestas concretas, y no de promesas de desarrollo y prosperidad basadas en ilusiones o liderazgos mágicos.
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