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STEFON Y MARCUS

ALEJANDRO TOVAR

Con la ingenua melancolía de las añoranzas de niño y de joven, uno necio al fin, contacta con el soccer pensando que éste no muere y tiene las 7 vidas del gato pero los hombres tostados y sonrosados de la cancha, nunca confiesan dudas y secretos, son sólo maestros de la rutina que prolongan los años de la angustia, mientras que la imaginación del televidente hace todo el resto.

Es pues que en representación de todas las víctimas se accede a la NFL para estacionarse, no solo porque la poesía es la otra cara del orgullo, sino porque el tiempo descubre siempre la verdad y acá la misma tv deja sin opciones a los vendedores de nostalgias pues son espectáculos donde el estilo y la materia encuentran su camino, con gente que cuenta con talento, sus propias historias.

Case Keenum el QB de los Vikings llegó para cerrar el partido con un minutos y centavos del final. Su brazo derecho estaba revestido de la potencia de CY Young y dejaba entrever en su mirada esperanzadora, que de la contradicción también nacen la vida y el arte mismo. Creíamos que era un aprendiz de mago y vino para aprovechar la zona ciega que no se detecta en el retrovisor.

El cacique azul, inteligente y apto, como Robert Taylor en "El Puente de Waterloo", siempre vio lo distinto donde los demás solo vemos lo obvio y si la demora de una esperanza se autoabastece de un privilegio deseado, sabiendo que los enemigos permiten descubrir tus virtudes, procedió a esforzarse por escuchar su yo interior, esa pequeña voz de la conciencia, que lo hizo gigante.

Cuando la destreza se convierte en malabarismo y pirotecnia, se da un talento que tiene recompensas inmediatas y ahí fue viajando el ovoide en busca de Stefon Diggs a quien Marcus Williams, dicen, no quiso tocar para no cometer infracción. Cayeron ambos pero Diggs tomó el camino hacia la tierra prometida con impulso ciclónico. Llevaba un sello de vida y de muerte.

Los periodistas que hoy buscan a Williams tal vez lo encuentren en el fondo del mar pero a Stefon sí lo ubican fácilmente, aunque el exceso de admiración también alarma a algunos espíritus angustiados, porque la maestría se hace rutinaria cundo se descubre su originalidad secreta.

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