México atípico
A lo largo de la historia, hemos tenido escritores de gran valía, merecedores de premios internacionales en el ámbito de la literatura, como fue el caso del poeta, ensayista y diplomático Octavio Paz, quien en su “Laberinto de la soledad”, la prosa ensayística más importante del siglo XX, hace una interpretación histórica y una descripción de actitudes del pueblo mexicano. Por esa misma línea, pero contemporáneamente, han salido al mercado algunas obras como “México Bizarro”, de Alejandro Rosas y Julio Patán, en el que describen al México surrealista con anécdotas breves e irreverentes, que retratan al México atípico con fragmentos de la historia oficial, que el mismo sistema puso bajo la alfombra.
Cabe aclarar que el concepto “Bizarro” tiene, como todas las palabras, varías acepciones, y la que se usa en la referida obra es la actual, la que se refiere al comportamiento atípico, anormal, raro o extravagante; y en ese sentido y en cuanto a la política se refiere, México sigue siendo bizarro.
Si bizarro se considera que un fiscal haya contratado una vidente para resolver un homicidio, y el exótico cortejo fúnebre a la pierna de Santa Anna; entonces seguimos siendo bizarros al permitir por omisión que no se castiguen los delitos de corrupción, aunque las evidencias sean abrumadoras, como en el caso de Emilio Lozoya y sus nexos con la empresa Odebrecht, tema en el que la Auditoría Superior de la Federación y la Secretaría de la Función Pública dan fe con santo y seña, en números y fechas, y no hay seguimiento del caso.
Resulta bizarro el hecho de ser un país con una de las Constituciones mejor elaboradas, pero más violada en sus principios básicos, o más remendada convenientemente para ciertos grupúsculos en el poder.
Hoy tenemos en el espíritu de su letra, una Ley General del Sistema Nacional Anticorrupción que a más de un año de haber sido decretada, no hay un Fiscal Nacional anticorrupción, ni fiscales estales en la mayoría de las entidades; bueno, ni siquiera tenemos un Procurador General de la República; y el que quedó de encargado como subprocurador, cesó del cargo al fiscal de la Fepade, Santiago Nieto, dizque por hacer público un caso de investigación; violación al código de conducta de la PGR que él mismo (Alberto Elías) cometió cuando en entrevista televisiva con Carlos Loret de Mola habló sobre la detención del ex gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge.
Bizarra fue también la candidatura de Humberto Moreira a diputado, después de haber sido gobernador acusado de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito, encubrimiento, cohecho, fraude y peculado, ¡De todo, exonerado por la PGR! ¡Eso es bizarro!
Rubén Moreira es bizarro de los pies a la cabeza, pero no tiene un pelo de tonto, y bizarra es la ciudadanía silenciosa (¿o silenciada?) que admite, por razones personales, por apatía o por abulia, todo tipo de tropelías legislativas, y todavía aplaude y acepta como gobernador al candidato que impuso: Miguel Riquelme, a pesar del “cochinero” de elecciones.
A nivel federal, igual que nivel estatal, se viven a diario situaciones atípicas que sólo en México se ven. Corrijo: también en Venezuela, Cuba, Ecuador y en muchos otros países latinoamericanos; pero llama la atención que de 16 países evaluados por Transparencia Internacional entre 1998 y 2004, siete mejoraron sus índices, cinco permanecieron estancados, y cuatro retrocedieron. ¿Sabe en cuál grupo quedó México? Respuesta obvia.
Sólo para quienes son curiosos, la acepción ya en desuso de “bizarro-a”, según la rae, es “valiente, apuesto”. Con pena tenemos que reconocer que esa acepción no nos queda ya como nación. La hemos perdido en el camino. Tal vez, con el tiempo y un ganchito, logremos recuperar esa valentía, ese pundonor que un día ya lejano, México atesoró.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera
