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ENFOQUE

Propina

RAUL MUÑOZ DE LEON

Generalmente se considera la propina como una gratificación adicional que se da por un servicio recibido; es voluntaria y espontánea, por lo que el cliente decide unilateralmente si la da o no, e igualmente el monto de ésta.

Sin embargo de unos años hacia acá, algunos establecimientos comerciales, especialmente restaurantes y bares han asumido la práctica de incluir en la cuenta la propina, así como el porcentaje de la misma, fijándolo arbitrariamente en un diez por ciento sobre la factura de consumo, dándole de esta manera un carácter obligatorio, con lo cual deja de ser una gratificación o recompensa por el servicio y el consumo, con la consiguiente inconformidad y reclamo de los clientes.

Lo cierto es que se ha institucionalizado, y es una práctica común dar "propina" por cualquier servicio recibido, haya sido o no bien prestado, con amabilidad o sin ella, de manera atenta o grosera; el peluquero, el aseador de calzado, el taxista, el lavador de autos, el mesero de restaurante y de bar, entre otros muchos, terminado el servicio esperan de manera automática que el cliente les dé su propina, sin detenerse a considerar si quedó satisfecho o no; observándose algo que merece ser analizado críticamente: si el cliente no otorga la propina esperada, los servidores asumen una actitud de molestia, de enojo, y en algunos casos hasta llegan a reclamar airadamente, y si el cliente regresa en otra ocasión ya no se le trata ni atiende con el mismo esmero.

Hay dos actividades, fuera de los establecimientos formales, que son claros ejemplos de cómo esta práctica ha arraigado socialmente, haciéndola difícil de eliminar: los "cerillos" de los supermercados y los "franeleros" o "cuidadores" de autos, en los estacionamientos al aire libre o en el interior de los propios establecimientos comerciales o de servicios.

En el primer caso, originalmente las empresas mercantiles comenzaron por dar oportunidad a menores de edad, niños y niñas, para que en sus horas libres, sin perjuicio de sus deberes escolares, y con el ánimo de que obtuvieran alguna ganancia que les ayudara en la compra de materiales, uniformes y calzado, acudieran a las cajas de los "supers" a embolsar la mercancía de los eventuales consumidores, con la seguridad de que por ese servicio recibirían una propina.

Después fueron sustituidos por personas adultas de la "tercera edad", ya jubilados, desempleados o con alguna enfermedad que les impidiese laborar, y entonces vimos en los centros comerciales a señoras y señores, desempeñarse como embolsadores y en algunos casos hasta "cargadores" de la mercancía comprada: y batallando, por su edad o por alguna discapacidad, llevan bolsas, paquetes, frascos, bultos, cajas, aparatos domésticos, desde la caja hasta el auto del cliente, que por tal actividad les da una propina.

En ambos casos, de cerillos menores y de jubilados, la empresa no asume ninguna responsabilidad; no son sus trabajadores ni empleados, jurídicamente no tienen obligación alguna para con ellos; al contrario, algunos empresarios de estos giros, piensan que tales personas debieran estar agradecidas con ellos, por darles la oportunidad de obtener algún ingreso por medio de estas "propinas".

Hay negocios perfectamente establecidos y montados, con un sano y productivo nivel financiero, cuyo personal no está registrado como empleado o trabajador, sin que haya una auténtica relación laboral sancionada por la autoridad, eludiendo de esta manera la obligación de cubrir las mínimas prestaciones que la ley establece en beneficio del trabajador: salario mínimo, seguro social, vacaciones, aguinaldo, jubilación, etc., como es el caso de los despachadores de las estaciones de gasolina y los repartidores de servicio a domicilio de supermercados y farmacias, sólo por poner dos ejemplos , quienes satisfacen sus mínimas necesidades a base de "propinas".

El otro caso es el de los acomodadores de autos, a los que coloquialmente se les ha adjudicado el mote o apodo de "franeleros", porque se les identifica por un trozo de tela, no necesariamente franela, que llevan en el hombro y que despliegan, agitándolo en el aire, indicando y dirigiendo a un automovilista hacia un espacio vacío para que allí estacione su vehículo.

Muchas veces usted llega a un lugar determinado, estaciona su auto, sin que se lo haya señalado el acomodador, y al salir después de haber desahogado el asunto o diligencia que lo llevó a tal establecimiento, disponiéndose a abordar su vehículo, acercándosele el acomodador y le dice "yo se lo cuidé, jefe". Usted inmediatamente, y casi de manera mecánica o automática, saca la moneda o las monedas para dárselas como propina.

Se da el caso, a veces, de que estos voluntarios servidores le ponen monedas al estacionómetro, evitándole al ciudadano la "molestia" de ir a cambiar billetes por monedas para cumplir con la necesidad y conveniencia de pagar tiempo por ocupar un espacio en las vialidades; otras ocasiones, cubren el "parabrisas" del auto con trozos de cartón o de periódico para "protegerlo del sol"; con frecuencia, se encuentra con la sorpresa de "le dí una lavadita a su coche, jefecito, 'ahí' lo que guste", y usted se apresta a darle la propina correspondiente. Claro que los cartones, las monedas para el aparato y el lavado son cosa adicional de simplemente señalarle el espacio y, desde luego, merecen propina aparte.

De cualquier manera, "la propina" ha adquirido "carta de naturalización" en nuestro medio social; no hay actividad por pequeña que sea, formal o informal, que no requiera de propina. Somos un pueblo "propinero", como dicen algunos.

* * *

Etimológicamente, la palabra propina deriva del latín "propinare" que significa dar de beber, y éste del griego "pro, antes y pino, beber", o sea beber antes de alguien, hacer un brindis. Se acostumbraba entre los antiguos griegos, regalar un trago a alguien como agradecimiento, es decir, brindar por ella.

En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, encontramos diversos significados de la palabra propina, todos interesantes. El que más llama la atención es "Agasajo que se repartía entre los concurrentes a una reunión o junta, y que con el tiempo se redujo a dinero"; otro: "Pieza musical interpretada en un concierto, a petición del público, que no estaba prevista en el programa"; "Gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual"; y finalmente, "Gratificación que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción, se da por algún servicio". En todos los casos, propina equivale a una "Añadidura", se añade al pago.

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Echando una "ojeada" a Wikipedia encontramos que hay diversas teorías acerca del origen de la práctica de dar propina, aunque no se sabe realmente donde y cuando nació. Una de ellas remite al siglo XVII cuando los señores feudales arrojaban monedas a los campesinos para asegurar su paso.

Hay una anécdota especialmente importante: el ensayista británico Samuel Johnson, solía reunirse en un café con sus amigos, intelectuales como él; al entrar depositaban algunos peniques en una caja con ranura, sobre la que había un letrero con la inscripción: To Insure Promptiness (Para asegurar prontitud). Por cierto, algunos consideran que de aquí nació el vocablo Tip que en inglés significa "propina", como acrónimo de aquella frase.

Hubo un tiempo que en Francia e Inglaterra no dar propina se consideraba un insulto, conducta que merecía un castigo físico. Más tarde, los franceses dueños de establecimientos, se asegurarían que sus empleados recibieran propina por parte de los turistas extranjeros que no conocían las costumbres. En muchos establecimientos comerciales, se colocaba una caja con orificio para introducir monedas, con el siguiente letrero: "Mercí monsieur, pour les employees" (Gracias caballero, para los empleados).

Durante siglos en España dar propina era ofensivo y denigrante, de tal suerte que los camareros y otros trabajadores similares colgaban letreros con la advertencia: no se aceptan propinas. La clientela por otra parte acuñó la frase: "La propina envilece, empobrece y ni Dios te la agradece".

En Estados Unidos, por otro lado, la propina es prácticamente obligatoria. Se fija entre un 15 o un 20% del total de la cuenta. Años atrás era del 10%, lo que se consideraba suficiente; pero los meseros reaccionaron y mostraron insatisfacción por ese porcentaje. Por último, si en Norteamérica es obligación darla, en España es realmente un gesto de cortesía. Y así varía de país a país.

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Escrito en: Raúl Muñoz de León

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