La caída de las hojas sería algo muy bello si no se hubieran hecho tantos poemas y canciones acerca de ella, y tantas filosofías.
Miro caer las hojas del nogal viejo y envejezco al verlas. Mi pensamiento se pone de su color, un amarillo lánguido. Caen en silencio: los poetas dicen que así deben caer, y ellas obedecen. El árbol se va quedando sin su fronda, como si no supiera que su vestido dura poco. Lo veo y me pongo triste. Si él me viera se entristecería también.
El nogal y yo fuimos tan ilusos que alguna vez llegamos a pensar que la primavera y el verano durarían para siempre; que no vendrían nunca el otoño y el invierno. Aquí está ya el otoño, y el invierno no tardará en venir. El viejo nogal y el viejo yo estaremos desnudos de la vida. Caeremos de ella como hojas que se van.
Pero no hagamos versos, ni canciones, ni filosofías. Vendrá otra primavera, y otro verano llegará. Habrá un nuevo nogal y un nuevo yo. Las hojas que lo cubran a él serán las mismas hojas. La vida que me llegará a mí será la misma vida. Todos los nogales son un solo nogal. Todos los hombres somos un solo hombre.
¡Hasta mañana!...